De último momento, la primera misión del programa espacial internacional Artemisa, que es liderado por la Agencia Nacional Aeronáutica y del Espacio (NASA, por National Aeronautics and Space Agency) estadounidense, debió ser pospuesta el pasado 29 de agosto a consecuencia de que en uno de los tres tanques de combustible del Sistema Espacial de Lanzamiento (SEL) no fue posible llevar a cabo la purga del propelente de manera adecuada, añadiendo al menos otros dos meses de retraso al inicio de esta nueva etapa en la era espacial.
El Programa Artemisa, en el que también participa marginalmente la Agencia Espacial Mexicana y cuyo nombre fue tomado de la deidad helénica de la Luna —también llamada Selene— y hermana gemela de Apolo, tiene como objetivo llevar por primera vez a una fémina afroamericana a la superficie de nuestro satélite natural. Se espera que la misión Artemisa 1 pueda servir para probar el SEL y medir los niveles de irradiación cósmica en maniquíes forrados con detectores; de manera que en 2024 cuatro maniquíes orbiten la Luna en Artemisa 2 y la humanidad vuelva a posar su pie en la superficie selenita para el 2025 en Artemisa 3, ahora en su polo sur.
Estas tres misiones del Programa Artemisa deberán servir para ajustar todo lo necesario a fin de ir tras de dos metas más ambiciosas; la primera consistente en el establecimiento de una colonia humana en la Luna, y la segunda en la construcción de una base orbital selenita que serviría como estación intermedia para los futuros viajes de terrícolas hacia Marte. Tales objetivos, aunque de mediano y largo plazos, representan el reinicio formal de la era espacial interplanetaria, en cuya pausa de casi medio siglo, iniciada tras la conclusión de la última misión del Programa Apolo (Apolo 17) en diciembre de 1972, el Programa de Transbordadores Espaciales sólo realizó vuelos orbitales a la Tierra.
Entre la finalización del Programa Apolo y el inicio del Artemisa habrán transcurrido cinco décadas, en las que la tecnología humana ha avanzado considerablemente —baste recordar que el poder de cómputo de un teléfono celular inteligente actual supera con creces al que tenían las computadoras que controlaban las misiones Apolo—; sin embargo, el SEL con el que viajarán las tres Artemisas no aprovechará estos avances de nuestra época, pues está basado principalmente en el sistema de propulsión construido a inicios de la década de los años ochenta del siglo pasado y es una herencia de los transbordadores espaciales.
El SEL que estará siendo probado en el Programa Artemisa utilizará adaptaciones alargadas tanto del característico tanque de combustible color naranja como de los cohetes laterales usados para lanzar a los vehículos orbitales. Pero lo peor es que, aunque ahora se cuenta ya con cohetes prácticamente reutilizables en su totalidad, el SEL del Programa Artemisa seguirá siendo desechable. Tanto el tanque como los cohetes propulsores quedarán inutilizables al hundirse sin control en el océano.
Desde el punto de vista tecnológico resulta inexplicable que, habiendo cohetes de última generación como los Falcon de la empresa Space-X, que de manera regular demuestran su eficiencia técnica, pues avituallan con frecuencia a los moradores de la Estación Espacial Internacional, la NASA haya optado por basarse en un SEL anticuado. Pero tal absurdo no es responsabilidad de los ingenieros de la NASA, sino de los senadores estadounidenses, particularmente de Richard Shelby, representante por el estado de Alabama, quien durante su periodo como presidente del Comité de Asignaciones impuso que el SEL fuera construido en el Centro Marshall de Vuelos Espaciales, para así salvar puestos de trabajo en su entidad.
Justificada políticamente con la idea de que el SEL reduciría el costo del programa al usar piezas de los transbordadores, la imposición no sólo terminará siendo mucho más costosa —el gasto supera ya los 23 mil millones de dólares estadounidenses y sigue aumentando—, sino también técnicamente obsoleta. Una muestra más de que en la toma de decisiones el gobierno debe privilegiar los criterios técnicos.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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