CRÓNICA Y FOTOS: ROCÍO RUIZ SALAZAR/LALUPA.MX
Cocula es la cuna del mariachi, tierra de charros y de haciendas y centro de la imagen del mexicano con su sombrero de ala ancha, propio para proteger del sol de Jalisco. De ahí salió el primer mariachi a la Ciudad de México a amenizar el cumpleaños de Porfirio Díaz, el primer mariachi en acompañar una campaña política con el aspirante Lázaro Cárdenas y su música no para de conquistar el mundo.
Su ciudad cuenta con túneles que conectan diferentes casonas y templos, tiene una Escuela del Mariachi y está por ser sede del Tercer Festival Internacional de la Mujer Mariachi. Cocula le aportó al mundo la vihuela y el guitarrón, dos instrumentos que le dan un sonido particular a esta música y la historia de cómo cuatro músicos mexicanos quedaron inmortalizados en una grabación de Tomas Alva Edison en una Feria en Chicago.
De una hacienda a conquistar el mundo
La Hacienda La Sauceda, que se fundó en el siglo XVI, alrededor de 1540, tuvo un papel importante en la historia del mariachi. Su construcción estuvo a cargo de la orden de los Jesuitas. Una parte del casco original se cayó de vieja y se reconstruyó en 1888. En la zona se cultivaba la caña de azúcar y ahí se colocaron las primeras fábricas para aprovecharla.
En la hacienda se realizaban los “herraderos”, una actividad en la que participaba mucha gente para identificar a los toros y novillos mediante la marca de los dueños con el fin de evitar robos. Ese trabajo reunía a muchos hacendados del país con el apoyo de los charros que se acercaban a marcar a los animales.
Era tanta la actividad, que también asistía Porfirio Díaz, porque “los grandes patrones se daban reunión en este tipo de eventos, era un lugar para hacer negocios, camaradería”, recuerda el guía de turistas, Jesús Mora de Dios.
Los charros trabajaban “de a gratis”, así que se les compensaba con buena comida, fiestas y música. Así fue como Díaz escuchó por primera vez al mariachi y de la hacienda La Sauceda, en 1905, salieron los primeros cuatro músicos de mariachi que irían a tocarle las mañanitas a Porfirio Díaz.
Los integrantes del cuarteto coculense de Justo Villa no podían ir con su ropa de manta, porque en las ciudades se consideraba ropa íntima, así que el patrón de la Hacienda salió al quite y les prestó su ropa de charro para que pudieran estar frente a presidente.
“A Porfirio Díaz le gusta tanto la música que decide mandarlos a la Feria Universal que se llevaría a cabo en Chicago, eran gente de campo que lo más grande que habían visto era la Hacienda. Los mandan a Acapulco para mandarlos a barco a San Francisco, de ahí los suben a trenes para llegar a Chicago que era la ciudad más moderna del mundo”, señala.
En la Feria Universal de Chicago, agrega, se encontraba Tomás Alva Edison que llevaba los cilindros Edison, que podía grabar los sonidos. “Los primeros sonidos que grabó en esos cilindros fue la música del mariachi. Después de varios meses allá, regresan a Cocula con el cilindro que le mostraron a la gente, cuando no había ni luz en esa época y los niños quisieron aprender música porque tal vez los harían viajar y en 1908 tuvimos nuevas generaciones de niños aprendiendo a tocar música para ir a otras partes del mundo.
Muchos de esos niños se convirtieron en pregoneros durante la época de la revolución y años posteriores, llevaban información, música y entretenimiento a todo el país, en medio de una población que todavía no sabía leer ni escribir.
La tradición del mariachi
En Cocula se integraron al mariachi la vihuela y el guitarrón para darle un sonido particular a la música. En esta ciudad también se tiene una escuela dedicada a aprender este oficio. Todo se encamina a mantener la tradición y la imagen.
En los recorridos a los turistas, el guía Jesús Mora de Dios señala que el sombrero de ala ancha del charro fue una moda desde principios de 1800 y se mantuvo durante mucho tiempo, sobre todo, después de la revolución y del desarrollo cinematográfico. Para el director de Cultura y Turismo, Pedro Plazola Villegas, el mariachi tiene un sentido de identidad muy propio del país.
“El primer mariachi que va a Ciudad de México, a amenizar el cumpleaños de Porfirio Díaz, sale de aquí de Cocula, primero llegan en 1905 los mariachis de Cocula a Ciudad de México, para 1930 los mariachis de Tecolotlán, para 1936 el mariachi Vargas, a acompañar a la campaña política del general Lázaro Cárdenas. Cocula, con sus mariachis, abre esta vereda de esta gran música mexicana y dos de los grandes instrumentos que se utilizan actualmente en los mariachis: la vihuela y el guitarrón, nacen aquí en Cocula”.
En honor a esa tradición, todos los domingos, alrededor del mediodía, en Cocula se realiza una verbena pública “mariachera”, donde pueden reunirse hasta 500 turistas, sobre todo de Guadalajara, porque se ubica a 70 kilómetros, pero también personas que viajan desde estados como Querétaro para disfrutar del espectáculo de los mariachis.
“Cocula es un pueblo con historia, es 10 años mayor que Guadalajara, aquí tenemos 490 años que estamos próximos a cumplir este septiembre, es una ciudad con historia, con haciendas, con identidad, que le aporta a México una de las grandes imágenes turísticas a nivel internacional, que es la música del mariachi”, afirma Pedro Plazola.
En la Escuela del Mariachi, impulsada por el municipio desde su fundación en 2008, hay 120 niños que acuden a aprender música. Su formación tarda un año y muchos estudiantes ya tienen una cercanía con el mariachi porque sus familiares se dedican a esta música.
Hace apenas 20 años se empezaron a integrar las mujeres a los mariachis y hoy esa tendencia es tan grande que el 1 de octubre se realizará el Tercer Festival Internacional de la Mujer Mariachi, con participación de Francia, Estados Unidos y diferentes partes de México, para brindar un magno concierto.
Los túneles de Cocula
Como parte de los atractivos turísticos de Cocula, se destacan los túneles que conectan gran parte de la ciudad y a los que puede bajar la gente para tomarse una fotografía.
Pedro Plazola destaca que la red de túneles se construyó por la orden de los franciscanos. Esos corredores pueden observarse desde el tempo de La Purísima, porque “los franciscanos no eran del gusto que los vieran por la calle, tenían necesidad de trasladarse de las casonas a los centros de manera subterránea. La mayoría de las casas de aquí del centro conserva esos túneles”.
Aunque se obstruyeron algunos túneles que se encontraban en espacios abiertos, en algunos puntos se colocó una escalera de espiral. “Tomarse una foto desde allá abajo, es una joya”.
Desde hace algunos años, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realiza revisiones en los túneles, sobre todo luego de que el suelo del sanitario de la primaria Andrés Puga se desplomó hace casi una década. Incluso, se estudia la posibilidad de que en algún momento de la historia sirvieran como un área de resguardo o escondite ante los conflictos sociales.
La escuela de charros
Cocula también tiene una escuela de charros. La escuela Guillermo Ibarra Morales impulsa el llamado deporte nacional mexicano, ya que promueve el arte ecuestre. Con 102 años de existencia, la Asociación de Charros de Jalisco, que preside Salvador Sánchez Sánchez, es uno de los organismos más dedicados a impulsar esta actividad, ya que se considera que “deberíamos estar más presentes todos los mexicanos aquí, porque hoy la promoción es muy difícil ya que no hay suficientes empresas que quieran tomar ese compromiso”.
La charrería, afirman Francisco Gudiño, sombrerero charro profesional, le da una gran importancia al sombrero, que es el símbolo del charro a nivel mundial y por su textura, funciona como protector de la cabeza, sin olvidar su importancia en la vestimenta de quienes lo portan y la imagen que transmite.
Cada sombrero de charro puede tardar hasta 15 días y si lleva un bordado especial, se requiere un mes de trabajo, además de un costo de hasta 18 mil pesos o 30 mil pesos, de acuerdo con las características que pida el cliente. Si la gente cuida bien el sombrero, puede tener una vida útil de más de cien años.