La metrología, disciplina que se encarga de desarrollar patrones de medición confiables y de alta exactitud, ha acompañado a la humanidad desde tiempos muy remotos. Cuando los pueblos de las distintas civilizaciones comenzaron a comerciar entre sí, resultó evidente la necesidad de contar con unidades de medida uniformes, que garantizaran una transacción justa al comprador y al vendedor. En aquellos momentos de la historia en los que estas unidades para medir fueron desvirtuadas, como por ejemplo durante la época medieval, en la que cada señor feudal adoptó sus propias medidas para el peso, la longitud o el área, el efecto negativo en el comercio se tradujo en el abuso al momento de intercambiar los bienes.
Esta es la importancia más tangible de esta actividad, que desde hace 233 años se ha convertido en una de las bases sobre las que descansa el comercio internacional. Fueron los sabios de la Academia de Ciencias de París quienes años antes y durante la Revolución Francesa sentaron las bases de la metrología moderna, la que hasta hoy en día nos acompaña en todas nuestras actividades, aunque muchas veces no nos resulte obvio. Producto de este movimiento ilustrado surgieron las primeras unidades del llamado Sistema Métrico Decimal: el grave (antecesor del gramo), el metro y el litro; conjunto que al poco tiempo incluyó al segundo.
La sociedad del siglo XVIII sólo necesitaba de estas unidades para medir el peso de los granos, la longitud de las telas o la duración de la jornada. Pero conforme surgen más tecnologías y se traducen en innovaciones que se incorporan al comercio, como ha sido el caso de la electricidad y luego la electrónica, se vuelve necesario medir muchas más cantidades, al punto que desde 1960 el ahora Sistema Internacional de Unidades cuenta con medidas de intensidad luminosa (candela), la temperatura termodinámica (kelvin) y la cantidad de sustancia (mol).
Este proceso de desarrollo tecnológico del que se alimenta la innovación, y luego se refleja en el comercio de bienes y servicios, es permanente, y tal evolución exige del total acompañamiento de la metrología. Tras la era de la electrónica, iniciada en la segunda mitad del siglo pasado, ahora estamos viviendo una transición hacia otras tecnologías que se sustentan en el aprovechamiento de las diversas propiedades de la luz. En las décadas más recientes, tecnologías como la óptica y fotónica se han convertido en el sector habilitador que mayor valor agrega a prácticamente todas las industrias, pues las encontramos en las fibras ópticas, que posibilitan las comunicaciones, en los paneles fotovoltaicos, que generan electricidad limpia, en los lídares, que permiten la navegación de los vehículos autónomos, en los láseres, que cortan y sueldan piezas en las armadoras de vehículos o aviones, en las cámaras multiespectrales, que posibilitan la agricultura 4.0, y un largo etcétera.
Pero en las décadas venideras otras nuevas tecnologías habrán de madurar lo suficiente para inundar las transacciones comerciales entre países. Nuestro mayor socio comercial ha identificado la emergencia inminente de productos y servicios que estarán basados en inteligencia artificial, biotecnología, comunicaciones avanzadas, ciencia de la información cuántica y ciberseguridad y privacidad. Así lo expresó la doctora Laurie E. Locascio, décimo séptima directora general del Instituto Nacional para Estándares y Tecnología (NIST, por National Institute for Standards and Technology) de los Estados Unidos de América, durante su intervención en la Cumbre de la Industria Fotónica realizada el pasado 21 de septiembre en la capital estadounidense, ante más de dos centenas de directores ejecutivos de empresas y presidentes de clústeres del sector de la óptica y la fotónica.
La doctora Locascio advirtió que el NIST usará los recursos derivados del Acta de Chips y Ciencia para desarrollar estándares que sirvan a las tecnologías emergentes y así poder respaldar el comercio de su país. Canadá anunció que emulará a su socio comercial más importante, pero en México el Centro Nacional de Metrología sigue empantanado en una metrología del siglo pasado, que no estaría en condiciones de brindar soporte a las compañías que surgieran a partir de estas nuevas tecnologías.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.