CRÓNICA, FOTOS Y CLIPS: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX
EDICIÓN DE VIDEO: ALEJANDRO MASCARÚA/LALUPA.MX
La entrada al Centro de Desarrollo Artesanal Indígena (Cedai) es un antiguo portón de madera. Al cruzar esas puertas, dentro del #20 de la calle Allende, a uno le están esperando decenas, si no es que cientos de años de arte, cultura e historias.
El Cedai es uno de los espacios más interesantes y cautivadores del Centro Histórico de Querétaro:
Recientemente las autoridades del municipio de Querétaro inauguraron su tienda a pie de calle que, además de la venta de productos artesanales, cuenta con decoraciones especiales para que los visitantes se tomen fotos.
También cuenta con el museo de artesanías y muñecas, con dos salas donde se exhiben piezas de diferentes partes del país, así como una vasta colección de muñecas, con explicaciones detalladas del rol que cada una desempeña en sus culturas, dependiendo de sus características.
Además, tiene un taller con máquinas donde los artesanos pueden trabajar, hay salones para cursos o capacitaciones, y una la sala de lectura “El Jardín de la Palabra”, donde frecuentemente hay actividades para los más jóvenes.
Sin embargo, el verdadero atractivo, el tesoro que guarda el Cedai, son las decenas de artesanos que ahí venden su trabajo, que va desde la apicultura, la madera tallada, el helado, la pintura sobre papel amate, la joyería —ya sea en plata o tejido—, la ropa con aplicaciones de bordado, los manteles, pasos de mesa, tortilleros, muñecas de tela y de cartón, diademas, chocolates, bolsas, macetas de mármol, adornos de hoja de maíz, alcancías de barro, playeras, y un inmenso etcétera.
A diferencia de otros sitios, el Cedai se caracteriza por no tener revendedores, así que el comprador tiene trato directo con el productor. Por ello, si el cliente llega con los oídos abiertos, con las piezas que compre también se llevará las historias detrás de la artesanía y de aquellos que las fabrican.
Para promocionar y dar a conocer esto, las autoridades del municipio de Querétaro, así como la dirección del Cedai reinauguraron el Mercadito Artesanal, con una serie de eventos artísticos y culturales.
En esta sintonía, lalupa.mx presenta la primera entrega de la “guía definitiva al Cedai”, un recorrido para conocer a las artesanas y artesanos que comparten los colores, técnicas, texturas e historias de diferentes partes de Querétaro y de México.
Jazmín Ramírez (San Agustín Oapan, Guerrero)
El primer puesto, exactamente entrando y a la derecha, es de piezas de Guerrero. Ahí, Jazmín atiende y explica con mucho detalle los materiales y el proceso de cualquier pieza que tiene en exhibición, desde los utensilios de madera de guamúchil, hasta las pinturas de vírgenes negras. Todo mientras mece a su hija en una hamaca.
“Mis papás me enseñaron a pintar las piezas de madera y los papiros de amate. Así que todas las piezas que ves, las pintamos nosotros. Es bien complicado, sobre todo al principio, hay que agarrarle la forma y ser paciente, sobre todo con dibujos muy pequeños”, cuenta Jazmín, artesana guerrerense de 24 años.
Su esposo y ella llegaron al Cedai desde que abrió en 2015. Antes vendían como ambulantes, en la calle, per la Asociación de Artesano Indígenas del Cedai los invitó a formar parte del proyecto desde el principio, sin importar que no fueran de Querétaro.
“A mí me gusta mucho mi artesanía y me siento muy orgullosa de ella. A veces es difícil vender las piezas más grandes, o las más detalladas porque yo no malbarato mi trabajo; yo sé lo que cuesta, y prefiero tener paciencia con esas piezas. Hay quienes tienen mejores precios, pero es porque sacrifican el detalle y eso a mí no me gusta”, añade.
A todos los que gusten de la artesanía de Guerrero, hecha con corazón, Jazmín les dice: “que vengan a conocer las artesanías, las diferentes culturas y reconocer el trabajo”.
Elvina Martínez (Donato Guerra, EdoMéx.)
Los siguientes puestos —porque tiene dos— son los de Elvina Martínez. Uno se encuentra en el pasillo principal y, el otro, en medio del primer pasillo de la derecha. Ella llegó hace 16 años, con su primer hijo y su esposo.
Pocos años después, ya con cuatro hijos, enviudó y se vio en la necesidad de poner en práctica lo que su mamá le había enseñado años atrás, para poder sacar adelante a su familia.
“Dejé de estudiar muy joven, mis padres ya no podían costearlo. Pero mi mamá me enseñó a bordar, primero me mostró cómo hacer el punto de cruz, luego el hilván y luego el punto fino. Desde siempre, lo más difícil para mí, donde más tengo que concentrarme es al poner el primer hilo del bordado”, cuenta Doña Elvina.
Ella vende blusas, caminos de mesa, manteles, rebozos, tortilleros, servilletas, diademas… Además, su hermana le envía artesanías para que ellas las venda. Todas las piezas llevan bordados detallados y llenos de color.
“Creo que lo que más disfruto es combinar los colores, elegirlos a mi gusto. La verdad, aunque mi color favorito es el gris que, curiosamente, es el que más se me vende, así que me gusta todavía más”, confiesa entre risas.
Para aquellos que aprecian el bordado hecho a mano, Doña Elvina les manda decir: “queremos que vengan, que conozcan el lugar donde TODO es bordado a mano, directo del artesano”.
Erik Montero (Santiago de Querétaro, Querétaro)
Sobre el pasillo principal, el primer local a la izquierda es uno que sobresale de los demás: la familia Montero son apicultores, llevan la miel en las venas, y su marca “Miel Ató” tiene más de 10 años ofreciendo una amplia gama de productos.
“En esto no puedes tenerle miedo a los insectos, porque una caja tiene 100 mil abejas. Incluso con el traje pican, así que tienes que irte acostumbrando… pero ya ves que su veneno es bueno para la artritis, así que que me piquen las que quieran”, comenta Erik Montero.
Para él, la miel es una artesanía, no sólo por trabajar directamente con seres vivos, sino en convertir lo que extraen en diferentes productos, como el polen, propóleo, moringa, jalea real, cera, champú, miel melipona, cremas faciales, y más.
“Nosotros, en realidad, somos de la Huasteca y originalmente visitamos Querétaro para recolectar enjambres, pero nos quedamos acá porque había oportunidades. Gracias a Dios estamos en el Cedai, pero también nos ponemos en tianguis, ferias, eventos, mercaditos y eventos, en todos lados donde nos dejan”, aclara.
Erik pidió, encarecidamente, que cualquiera que lea esto sepa: “hay que cuidar a las abejas, si ellas mueren, nosotros también. Una forma de hacerlo es comprarle al apicultor directamente, para tener la seguridad de que somos personas que nos importan las abejas y las cuidamos. Además, queremos ofrecerles que, si encuentran un enjambre, llámenos a nosotros en vez de los bomberos o a protección civil, pues estamos capacitados para transportarlas sin dañarlas y reubicarlas”.
Rafael Bernabe y Paulina Francisco (San Idelfonso Tultepec, Amealco)
Esta pareja de artesanos tiene su puesto a un lado de Miel Ató, sobre el pasillo principal, y se distingue por ser uno de los únicos con productos de barro, además de muñecas y piezas bordadas.
“El finado de mi padre me enseñó a trabajar el barro, para obtener la economía para hacer el sustento cuando ya no pude continuar estudiando. Durante muchos años me dediqué a la construcción, pero ya estoy grande y no aguanto igual, así que ahora vuelvo a trabajar el barro”, cuenta Don Rafael.
“Yo empecé a bordar a los 10 años. No fui a la escuela y andaba descalza, pero la misma necesidad me enseñó a bordar porque mi mamá no sabía, entonces no podía enseñarme más que a bastillar; un día, aprendí yo solita, tomé una servilleta que teníamos y la descocí fijándome muy bien. Desde entonces ya ni muestras uso, porque lo entendí. Además, con el dinero de la primera servilleta que vendí, me compré unos zapatos”, añade Doña Paulina.
A pesar de ser originarios de San Idelfonso Tultepec, Don Rafael y Doña Paulina trabajaron muchos años vendiendo su artesanía en el Estado de México, hasta que, un día, prendieron la televisión y se encontraron con una entrevista a Xavier García, presidente de la Asociación de Artesanos.
“Vimos al señor Xavier en la TV, donde habló del proyecto del Cedai, y decidimos regresar a Querétaro a buscarlo y preguntar si había espacio para nosotros. Nos recibieron y acá nos quedamos con mis dos hijos más pequeños”, cuenta la pareja.
“Si uno se ayuda, sale adelante, especialmente si es en pareja. Nuestros hijos han estudiado y ahora tienen sus familias y trabajan, nosotros siempre les decimos que le echen muchas ganas”, añaden.
A pesar de su buena actitud, ambos son mayores ahora y ya no pueden trabajar al mismo ritmo: antes Don Rafael hacía 8 hoyas grandes al día, ahora apenas completa 8 puerquitos; mientras Doña Paulina solía hacer largos manteles bordados, ahora, cada vez le toma más tiempo terminar piezas pequeñas.
“Nosotros queremos invitar a la gente a que venga a ver, a comprar y, más que nada, a escuchar y entender que esto que hacemos son cosas que nos enseñaron desde niños, por lo que es importante apoyar para que no se pierda”
Gregorio González (Los Juárez, Cadereyta) y Victoria Mejía (Puente de Vigas, Pinal de Amoles)
El siguiente local es el de Don Gregorio González, seguido casi inmediatamente por el de Victoria Mejía. Por eso son tan buenos amigos… y porque sus artesanías son muy diferentes unas de otras.
Don Gregorio hace lámparas, macetas, adornos y joyería en mármol, ónix y cuarzo. La señora Victoria crea figuras, dijes, y aretes con hoja de maíz, semillas, pasto y otras hojas secas.
“Yo trabajé mucho tiempo como colocador de mosaico de mármol, por lo que sabía utilizar las máquinas… pero, en realidad, todas estas piezas las he aprendido a hacer por iniciativa propia, comenzando casi de cero. Pero aprendí a distinguir los tipos de piedra, cuales son más duras o más suaves y cómo hay que tratarlas o emplearlas. Ahora, mi favorita es el ónix, por sus colores”, comparte Don Gregorio.
“Yo, por mi parte, aprendí a hacer estas artesanías en la escuela, en Pinal de Amoles, había clases de manualidades. Lo que más disfruto hacer es la flor de pasto, por alguna razón me relaja mucho el proceso”, cuenta Victoria.
El caso de la señora Mejía es un poco distinto pues tiene tres hijos y, en algún momento de necesidad, decidió dedicarse a la artesanía y conseguir un espacio en el CEDAI para poder estar al pendiente de sus hijos, en vez de meterse a un trabajo donde ya no tuviera tiempo de verlos. Ahora, los niños ayudan a su mamá en la creación de las artesanías, aunque se aburren rápido y se van a jugar.
Para terminar, y sin ponerse de acuerdo, Don Gregorio y Doña Victoria recomiendan cosas similares: “deseo que la gente genere su propio empleo, en México tenemos muchos recursos naturales y se puede a aprender a emplearlos. Trabajar con las manos la artesanía es muy bonito, poner el corazón y la mente para satisfacer al cliente”, dice él.
“A las compañeras de mi comunidad, las invito a animarse a vender lo que hacen fuera de Pinal, incluso pueden enviármelo y yo lo vendo acá por ellas”, propone ella.
Cerila Vázques (El Bothe, Amealco) y Conrada Gabriel (Santiago Mexquititlán, Amealco).
Los puestos de Doña Conrada y Doña Cerila están en el primer pasillo a la derecha, antes y después del local de Doña Elvina. Sin embargo, son bien comadres y, generalmente, se les puede encontrar sentadas juntas.
Doña Cerila aprendió desde muy joven viendo a su mamá, que es aún a sus 95 años sigue bordando. Se enseñó sólo viéndola, observando con cuidado la forma de dar las puntadas.
“Lo que más me gusta es elegir los colores que voy a combinar en los bordados, pensar en los que más se venden. Cuando estoy borrando pienso en que debe quedar bonito para que se venda bien”, cuenta.
Como reconoce Doña Cerila, con frecuencia faltan clientes dentro del Centro, lo que complica las cosas, pero nunca les ha faltado la venta para completar para la comida y el ambiente que tienen entre los compañeros es bueno y seguro.
“Yo llevo más de 20 años vendiendo artesanía, sólo 7 aquí en el Cedai y el resto en la calle. La verdad, ahora prefiero estar aquí porque a mis 63 años ya no puedo trabajar igual, ni andar cargando mis cosas de un lado al otro”, comenta Doña Cerila.
Lamentablemente, Conrada acababa de operarse una muela y le fue imposible dar la entrevista, pues casi no podía hablar. Pero ahí andaba, escuchando y asintiendo con lo que decía su amiga, mientras se bebía un té de limón. Cuando llegó el momento de la foto, también se animó.
“Invitamos a la gente a que se venga, para que nos compre, para que vea que no vendemos cosas chinas y que aquí todo lo hacemos nosotras, a mano”, dice Doña Cerila para concluir.
El Centro de Desarrollo Artesanal Indígena es, en palabras de todos los involucrados, un espacio amigable, tranquilo e inspirador. Una oportunidad de conocer nuevos amigos e historias.
Tantas, que una sola entrega no bastaría para contarlas todas, por lo que los invitamos a estar atentos las siguientes semanas, por la segunda parte de esta guía, donde conoceremos a las y los artesanos del pasillo más profundo del Cedai: chocolateros, cartoneros, joyeros, nominadas al premio nobel, maestras bordadoras, peleteros y más.
Como muchos de los locatarios señalan, es frecuente que cuando la gente llega a comprarles diga “yo soy de Querétaro y no tenía idea de que existía”. Por eso, la iniciativa del Mercadito Artesanal y esta guía son necesarias: porque es momento de que todos sepan que el Cedai es uno de los tesoros ocultos de Querétaro.