HISTORIA Y FOTOS: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX
Conocer a Ariane no fue difícil, su proveedora de plantas decorativas nos puso en contacto, y un día después estábamos tomando un café.
No importó el lugar, ni la hora, ni la lluvia. Ella accedió al plan. Ariane Debarge, parisina, es una de las personas más flexibles y relajadas que he conocido.
“México es un país de relaciones, una persona lleva a otra. No sé si es porque soy extranjera, pero siempre conozco gente nueva, siento que todos son muy abiertos a nuevas experiencias, y eso me gusta mucho”, comenta.
Ariane, de apenas 23 años, llegó a vivir a México hace año y medio, a punto de terminar la licenciatura en agronomía en La Salle Beauvais (Francia). Al terminar la preparatoria, hace 4 años, visitó el país por primera vez y quedó encantada, con ganas de más.
Por eso, harta de las medidas de confinamiento en Francia, y ante la oportunidad de tener trabajo en México, decidió regresar. Ella misma lo dice: “como las clases eran en línea, me valió y me vine a México, a tomarlas desde acá, a pesar de la diferencia horaria”.
“Adaptarme a México fue sencillo, incluso con la pandemia, porque en aquel entonces en Francia estaba peor; así que cuando llegué había más cosas qué hacer, y oportunidades para salir y conocer gente”, añade con una risa traviesa
“Llegué a México en enero de 2021 y comencé a hacer mis prácticas profesionales en Richel, una empresa francesa de invernaderos. Me encanta lo que hago y la gente con la que trabajo, aunque mi sueño siempre ha sido ser veterinaria”, confiesa.
Ariane, la segunda de 5 hermanas, creció en el pequeño poblado de Maissons-Laffitte, a las afueras de París. Durante su niñez, cuenta, visitaba con frecuencia a su abuelo, quien tenía un rancho con borregos y caballos.
“Durante años monté a caballo y me gustaba mucho. Siempre me quise dedicar al mundo de los animales. Pero en Francia, es muy difícil entrar a la licenciatura en veterinaria, y es muy larga; por eso me decidí por agronomía”.
“Pensé en estudiar veterinaria en México, pero me parece que está más enfocada a la ganadería y a la productividad, y a mí me gusta más el trabajo con especies domésticas”, agrega.
Sin embargo, ella piensa que algún día regresará a Francia y tendrá su propia granja. Pero, a la vez, entiende que ya está construyendo una vida en México y eso dificultará que vuelva a su país.
“La verdad, no extraño Francia, amo México y Querétaro. Sin embargo, estar lejos de mi familia es difícil. Pensar que me estoy perdiendo momentos importantes de la vida de mis hermanos me pesa…”
“El más chico, y el único hombre, tiene 12 años, acaba de entrar al colegio (secundaria) y me llama por teléfono diario, muchas veces llora y me cuenta que se siente mal por todos los cambios. Yo sólo pienso ’uta, me gustaría que estuviera aquí, o yo estar allá con ellos’”.
Otro reto para Ariane ha sido el idioma, pues cuando llegó en 2021, aún no hablaba español, a pesar de haber tomado clases en la preparatoria.
“Vine a México, por primera vez, al terminar la preparatoria y era obligatorio hablar español. Recuerdo que un día antes de viajar me llegó un email de mi maestra de español diciendo que no estaba lista, que mi nivel del idioma no era bueno, que me fuera a otro lado. Borré el correo y tomé mi avión”, admite entre carcajadas.
“Aprendí español sólo así, hablando. No me quedó de otra, sólo hablaba francés con los compañeros del trabajo… pero el trato con los clientes, o con la mayoría de mis amigos es en español. Lo más difícil es la pronunciación, me cuesta un chingo. Igual, como el francés lo hablo rápido, a veces el español también, y nadie me entiende, pero la gente es paciente conmigo”.
La realidad es que Ariane habla muy bien español, lo que sea de cada quién. Y es que, como ella dice, son idiomas muy parecidos en sus expresiones, el vocabulario, en la riqueza, pero, también, se adaptan mucho a la personalidad.
“Me gusta más quién soy en español, siento que en francés soy más fría, más cínica e irónica… y en español soy mucho más amable. Me parece que la personalidad se adapta al idioma”.
Debarge cuenta que en Francia la gente es muy cerrada: se tiene un círculo de amigos, tu familia, y difícilmente sales de eso. El mundo profesional es muy cuadrado, estrictamente relaciones de trabajo. Incluso, cuando vas a algún club o bar, vas con tu grupo y rara vez interactúas con otras personas.
“Lo que más me gusta de México es que la gente es muy abierta, muy amable. Quizás demasiado, tanto que les cuesta trabajo decir “no”, o ser directos,. Eso es lo que menos me gusta de México. En el trabajo he perdido el tiempo porque hay clientes que me tienen esperando durante meses con excusas, en vez de rechazarme”, recuerda.
“Por otro lado, de Querétaro me encanta que es un lugar muy seguro, muy bonito, muy chido para vivir. Hay un gran desarrollo residencial y comercial, por todos lados hay casas y plazas, pero en la parte cultural le hace falta. No hay tantas cosas qué hacer. Además, es muy difícil transitar o caminar por la ciudad, tienes que tener coche a fuerza”.
Para Ariane, como para su familia y amigos que la han visitado aquí, la principal diferencia con Francia (y con Europa) es que, en el viejo continente, la gente no es tan flexible, es cuadrada, rutinaria y respeta las reglas.
“En Europa todo está bien, todo es bonito y es sencillo tener una vida cómoda, con buena calidad, no hay tanto retos en el día a día y eso, a mi parecer, le quita emoción a la vida. No quiero sonar pretenciosa, sé que tengo un gran privilegio por poder comparar ambas realidades”, comenta algo apenada.
Debarge tiene muy claro que para ella lo más importante es su trabajo, por lo que entre Richel y un restaurante de Sushi que tiene con sus amigos, le queda poco tiempo libre. Lo demás, se lo dedica a su perrita, Maya, que le encanta salir a pasear.
“Los fines de semana voy a fiestas de techno en bares, antros o lugares fuera de la ciudad. No soy nada creativa, no tengo una fibra de creatividad, pero me gusta mucho leer sobre astrofísica y astronomía. Por un lado, hay una parte que pone a trabajar a mi cerebro como si siguiera en la escuela y, por otro, me ayuda a tomar perspectiva: me doy cuenta de que somos muy pequeños, una fracción de tiempo, que no entendemos el universo del que somos parte. Me fascina esa noción, me da paz”, confiesa.
Casi al terminar la entrevista, Ariane se detiene a la mitad de un sorbo a su bebida y pregunta: “¿Dónde te ves en el futuro, en unos años?”
Luego suspira y ella misma responde “Yo tengo 23 años y no tengo ni la menor idea… bueno, en realidad, me veo aquí en México, en Querétaro” y sonríe.
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