Autoría de 2:59 pm #Opinión, Jorge Díaz Ávila - Disonancias

Reeducar en la naturaleza para rescatar el vínculo humanidad/ambiente – Jorge Díaz Ávila

La civilización actual se encuentra en una encrucijada cuya resolución será determinante para la sobrevivencia de las actuales y futuras generaciones. Entre las opciones de la ruta a seguir para afrontar y resolver los desafíos, que como civilización nosotros mismos hemos causado, está la de replantearse la educación como un proceso no centrado en la competencia económica y el progreso tecnológico, sino como lo propone Leonora Esquivel en su tesis doctoral de la Universidad Autónoma de Barcelona (2006, p. 305): educar en valores como la justicia, la solidaridad, la compasión y el respeto, sin limitar su acción al mundo de lo humano.

La ruptura del vínculo humanidad-naturaleza

La Organización de las Naciones Unidas advirtió en el año 2021 de la triple amenaza medioambiental que se cierne sobre la humanidad: cambio climático, contaminación y pérdida de la biodiversidad (ONU, 2021) que, a su vez, se transformarán en factores para desencadenar otros problemas, de carácter social y económico, que agravarán las brechas entre pobres y ricos, y acentuarán la vulnerabilidad de las personas en situaciones extraordinarias: desplazados, migrantes, poblaciones originarias, mujeres y niños. Tal como lo declaró la entonces alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet, en el marco de la apertura de la sesión 48 del Consejo de Derechos Humanos, efectuada en Ginebra, Suiza, en septiembre de 2021:

Las crisis interdependientes vinculadas con la contaminación, el cambio climático y la biodiversidad multiplican las amenazas, amplificando los conflictos, las tensiones y las desigualdades estructurales, volviendo a las personas cada vez más vulnerables (Bachelet, 2021).

La Organización de las Naciones Unidas advirtió en el año 2021 de la triple amenaza medioambiental que se cierne sobre la humanidad: cambio climático, contaminación y pérdida de la biodiversidad

En este sentido, Esquivel (2006) señala que una de las principales causas que ha llevado a la civilización al punto que actualmente se encuentra, en cuanto a la destrucción y deterioro de la naturaleza, es que la educación tradicional no ha sabido transmitir que un problema ambiental tarde o temprano se convierte en un problema social.

Incluso, señala la autora, la filosofía occidental se encuentra anclada en el concepto cartesiano de que el hombre es el centro de la Tierra y el universo, y que todo lo que existe en el planeta es para su satisfacción.

Los arquitectos de las cosmovisiones modernas, Galileo y Descartes, asumieron el mundo como una máquina… Su filosofía separaba a los humanos del mundo natural, al cual quitaba valor intrínseco, y separaba el cuerpo de la mente… (Esquivel, 2006. P. 278)

Esta visión, que podría denominarse antropocentrista, ha ocasionado un desapego antinatural de lo humano con el ambiente pues, de manera innata, los niños sienten curiosidad, atracción, proclividad y encanto por los otros seres que pueblan la Tierra (plantas y animales) y por los fenómenos que acontecen a nuestro alrededor: la lluvia, el viento, la nieve, el calor del sol, las nubes, los cielos estrellados…

la filosofía occidental se encuentra anclada en el concepto cartesiano de que el hombre es el centro de la Tierra y el universo, y que todo lo que existe en el planeta es para su satisfacción.

Si a esto le sumamos que en la escuela sólo se enseña para la competencia y para formar profesionales orientados a promover el desarrollo económico, generar tecnología e impulsar el progreso “científico”, será evidente que, como refiere la autora Leonora Esquivel, el vínculo consustancial entre nuestra especie y la naturaleza se extinguirá, dando paso a una relación puramente instrumental, en la que el ambiente es beneficioso en la medida en que podamos extraer de él materias primas, alimentos, insumos para sostener la industria y la producción que, a su vez, constituyen el soporte de un mercado de consumo cada vez más insaciable y voraz.

Una ética para la vida

En el contexto actual de severas crisis ambientales que ponen en riesgo la viabilidad de la vida humana en nuestro planeta, filósofos, ambientalistas, ecólogos y naturalistas enfatizan en la necesidad de que la sociedad voltee su mirada hacia la naturaleza, no como una fuente de recursos, sino como un todo del que los humanos somos una parte, interdependiente, del resto de las especies, a fin de restituir el vínculo emocional inherente a nuestra existencia con el ambiente y lo que nos rodea. Al respecto, Esquivel Frías cita al biólogo y divulgador científico estadounidense Stephen Jay Gould, quien afirma que: no podemos ganar la batalla para salvar especies y ecosistemas sin desarrollar un vínculo emocional con la naturaleza. Porque no intentaremos salvar lo que no amamos.

filósofos, ambientalistas, ecólogos y naturalistas enfatizan en la necesidad de que la sociedad voltee su mirada hacia la naturaleza, no como una fuente de recursos, sino como un todo del que los humanos somos una parte

Al respecto, la autora destaca también el trabajo del físico austriaco Fritjof Capra relativo al ecoliteracy o alfabetismo ecológico, un intento de este científico y un grupo de investigadores por inculcar en los niños, principalmente, el entendimiento completo de los principios de la ecología como una nueva manera de ver el mundo y una nueva manera de pensar en términos de relaciones, conexiones y contextos, dado que la ecología es, sobre todo, una ciencia de relaciones entre los miembros de las comunidades en los ecosistemas.

Este alfabetismo ecológico sería una forma de instruir a la humanidad en experiencias que lleven a una relación emocional con el mundo natural a fin de despertar y recuperar el vínculo inmanente y natural del individuo con sus semejantes, los seres que también habitan el planeta, el ambiente, los fenómenos que ocurren en la naturaleza y las relaciones y redes que se crean entre todos ellos.

En este proceso, impulsar una ética para la vida en la que los valores que usualmente destinamos solamente para el género humano –generosidad, empatía, solidaridad, compasión, etc.– se hagan extensivos a todos los seres del planeta y a todas las interrelaciones que suceden entre ellos; sería un medio idóneo para comenzar a orientar un cambio de percepción y, posteriormente, de conducta de la humanidad hacia la naturaleza.

Replantearse el progreso

Retomando a la autora, Esquivel señala que el concepto de sostenibilidad ambiental se refiere a la capacidad de la sociedad actual para satisfacer sus necesidades sin comprometer los recursos con los que las futuras generaciones cuentan. No obstante, se queda corto en cuanto a que no aporta una definición operativa de la sostenibilidad ecológica. Para solventar dicha carencia, propone:

…se debe comprender que no se necesita inventar comunidades sostenibles desde cero, sino que podemos modelarlas a semejanza de los ecosistemas naturales, los cuales son comunidades sostenibles de plantas, animales y microorganismos.

…esta definición de sostenibilidad implica que, en el esfuerzo para construir comunidades sostenibles, debemos entender los principios de organización que los ecosistemas han desarrollado para sostener la red de la vida. Este entendimiento es lo que se llama “alfabetismo ecológico”.

De manera convergente con las tendencias filosóficas que la autora menciona, podemos citar también al Dr. Lester Brown y sus institutos de investigación Worldwatch Institute y Earth Policy Institute, desde los cuales analiza la inviable relación entre los modos de producción actuales y la supervivencia de la sociedad a mediano y largo plazos.

Igualmente, existen propuestas que impulsan –en el marco de la modificación de la conducta ambiental que Esquivel (2006) plantea– estrategias, en diversos ámbitos, para alcanzar nuevos esquemas de producción e interrelación con nuestros semejantes y la naturaleza:

En economía, el especialista austriaco Christian Felber ha propuesto una economía del bien común, basada en los mismos valores que hacen florecer nuestras relaciones: confianza, cooperación, aprecio, democracia, solidaridad para desarrollar un sistema socialmente equitativo, económicamente viable y ecológicamente sostenible (Moreno, 2012).

existen propuestas que impulsan estrategias, en diversos ámbitos, para alcanzar nuevos esquemas de producción e interrelación con nuestros semejantes y la naturaleza

En psicología, el estadounidense Daniel Goleman ha planteado la inteligencia ecológica para generar mayor compromiso de los consumidores con sus hábitos, a fin de aminorar el impacto en la naturaleza.

Y de la mano de personajes públicos de las artes, el entretenimiento y la tecnología existe un movimiento para “descarbonizar” la economía, a fin de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Entre otras medidas, han propuesto el carbotax, para gravar a quienes persistan en el empleo de los combustibles fósiles.

A su vez, el biocentrismo, desarrollado por Charles Taylor, converge con el alfabetismo ecológico que la autora refiere, en cuanto a que constituye:

Una propuesta de una ética del respeto a la naturaleza. Planteando este respeto como la actitud moral básica a adoptar y como fundamento de un sistema de ética ambiental que sitúa a todo organismo vivo como sujeto protagónico de su propio bien, el enfoque tratado aboga por la asunción de obligaciones morales para con todos los seres vivos en virtud de que cada uno de ellos forma parte de la comunidad biótica de la Tierra. Así, mientras la idea del bien de un ente biótico se concibe como un fin en sí mismo, por su parte la pertenencia de los seres humanos a la comunidad de la Tierra y la interdependencia biológica propia de los ecosistemas naturales dan pie a la configuración de un único sistema ético de deberes que actúa como garante del respeto a lo vivo y que, a su vez, modifica la concepción filosófica de mundo que el hombre ha desarrollado y desde la cual argumenta erróneamente una posición de superioridad (Lobos, R. & Miguel, M. 2019).

Por sí misma, ninguna de estas iniciativas parece ser suficiente para detener y aun revertir el daño que como civilización le hemos hecho al planeta. Sin embargo, cada una aporta elementos valiosos que, aparentemente, en las nuevas generaciones han comenzado a evidenciarse a través de hechos como una mayor sensibilidad y empatía hacia el sufrimiento animal, una preocupación creciente hacia la explosión demográfica, una angustia ante la contaminación ambiental y una condena mayúscula hacia la intolerancia política, la violencia de género y otras manifestaciones que también inciden en las interrelaciones que, como seres humanos, mantenemos con nuestros congéneres y con todo lo que nos rodea.

Al final, todo se reduce a lo que afirmó el considerado mayor científico del siglo XX:

Mira profundamente en la naturaleza, y entonces entenderás todo mejor.

Albert Einstein

aves_urbanas@yahoo.com.mx

ecomarketing.aves.urbanas@gmail.com

Twitter: @Jorgediazavila

Referencias

Brown, L. (2008). Eco-Economía. Para una economía a la medida de la tierra. España.    Herder.

Esquivel, L. (2006). Responsabilidad y Sostenibilidad Ecológica. Una ética para la            vida. Tesis doctoral. España. Universidad Autónoma de Barcelona.

Reyes, L. & Miguel, M. (2019). Biocentrismo, o el valor de una ética del respeto a la naturaleza. España. Investigación Joven 6 (1) Universidad de Valencia.

Moreno, A. (2012). La Economía del Bien Común. Un modelo económico con futuro. España.             http://www.bcn.cat/barcelonainclusiva/ca/2013/4/resum_economiabecomu.pdf

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Last modified: 18 octubre, 2022
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