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Todos estábamos inundados de corrupción. Sabíamos que estaba aquí y allá, incluso tantas décadas de imposición corruptora nos la hicieron familiar, tan cercana que se la apreciaba ya normal, natural en cualesquiera de las actividades cotidianas, hasta en el mismo hecho de tirar la basura nos acostumbramos, porque no debíamos de hacerlo, a darle dinero al hombre que nos la recogía, cuantimás a un policía o a los servidores públicos que, prestos, a cambio de cien pesos arreglaban los papeleos en unas cuantas horas mientras los que se resistían a soltar un quinto jamás recibían a tiempo su documentación.
No es una novedad, por lo mismo, el diálogo que ha rescatado Layda Sansores, gobernadora de Campeche, entre Alito Moreno y Adela Micha, quien se sustenta como periodista, pidiéndole la mujer al presidente del PRI que la ayude porque, ¡ay!, anda baja de fondos la locutora dado que el gobierno ya no la respalda económicamente: las reveladoras pláticas —dadas a conocer el martes 11 de octubre— entre ambos no conlleva algo nuevo, pues se entiende que los “periodistas” de las televisoras estaban, o están, al servicio de la clase política, no de su audiencia, de ahí la extremada riqueza en la que se ven cobijados: lo que pedía Micha al priista era prácticamente dinero a cambio de respaldo mediático, como siempre ella se lo había dado, según se aprecia en estas conversaciones íntimas. (Por cierto, un administrativo de El Universal me contó que, ya avanzado el siglo XXI, Adela Micha estaba muy enojada con la directiva de ese periódico porque sus colaboraciones se las pagaban en menor cuantía que a Loret de Mola, compañero suyo de fórmula pese a ser también ella una “estrella” de la televisión, y ya sabemos que los articulistas son, o eran, privilegiados en los diarios con montos superiores, en varias ocasiones, al millón de pesos anuales.)
La corrupción periodística siempre ha permanecido en la televisión privada desde que las reglas informativas fueron instituidas —no estipuladas en ninguna acta constitutiva, por supuesto— al interior por Jacobo Zabludovsky, al grado de que una vez me contaba un periodista que incluso los congresistas que aparecían a cuadro durante las sesiones en la Cámara, para verse en la televisión, tenían que repartir dinero a los camarógrafos, ¡de lo contrario sencillamente eran ignorados en sus participaciones!
2
El miércoles 12 de octubre renunció Horacio Duarte Olivares como titular de Aduanas de México, pero antes de retirarse dio un informe escabroso de la situación corruptora que se vive en el país: más de dos mil funcionarios habían sido despedidos de dicha Agencia Nacional al hallarlos en artimañas financieras, el mismo caso ocurrido —dado a conocer por Alejandro Svarch Pérez en junio pasado—, aunque en menor número, en la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios donde se removió a una treintena de funcionarios por haber sido pescados en asuntos corruptores.
El diccionario sustenta que corromper (del latín corrumpere) es palabra compuesta del prefijo co (“que indica una autoría plural”) y rumpere (“que significa romper”): “Referido a la ley sería la ruptura concertada de la norma entre quien pide su ruptura, el corruptor, y quien la rompe, el corrompido o corrupto”.
Tan ceñida a la vida diaria estaba, o aún está, la corrupción que la gente, numerosa gente, la trata con cortesía al grado de extrañarla cuando no la percibe a simple vista en sus actividades cotidianas, no de otro modo podemos entender la mayoritaria votación de los sindicalistas de Pemex para renovar la algarabía corruptora al interior de su maquinaria laboral: ya sabemos que sin ella, sin la corrupción, no se accede tan fácilmente a una casa, a un coche, a un dinero extra, a privilegios inconcebidos, a ganancias inesperadas e inexpresables, a suertes espontáneas, a aspiraciones románticas, a ilusiones concretadas. Ahí está el diálogo de Adela Micha con el presidente priista para entender que la posibilidad, bien aprehendida, puede ser materializada, o formalizada, si es armada con concisión, sin distractores, sin preámbulos, sin vacilaciones.
No te olvides de mí, le dice Micha a Alito, prometiéndole continuar con su invariable respaldo, pero tiene que saber él que ella necesita dinero.
Y se despiden con un beso alegórico, faltaba más.
3
El viernes 14 de octubre López Obrador dijo que habría que arrancar a la corrupción de raíz, premisa ciertamente inesquivable si se quiere, en efecto, transformar las estructuras básicas del país; pero, en la práctica, demasiada gente se opone a ello no diciéndolo sino actuando en consecuencia. Por ejemplo, un conocido me dice que, aunque no lo crea, la Secretaría de Desarrollo Económico no ha podido entrar, ni instalar sus derechos, en la alcaldía Venustiano Carranza para no interrumpir, me dice este amigo, los beneficios corruptores añejamente instaurados en dicha demarcación al tratar directamente con mercados como La Merced, Jamaica y Sonora, establecimientos benignos monetariamente en bien de las autoridades que no quieren ver perjudicados sus intereses construidos a lo largo de los años. Este amigo me dice que, al intentar un trato de frente con la Sedeco, ha sido clausurado uno de sus locales por el solo hecho, y así se lo advirtieron, de haberse “saltado” a los funcionarios de la alcaldía, porque las decisiones de la “nueva burocracia” emplazada en la Secretaría no cuentan para los regidores de la alcaldía, acostumbrados a sus propios mandatos.
Por eso entiendo, asimismo, la resistencia de ciertos sindicatos que se niegan a olvidar, o a dejar atrás, sus ganados privilegios a los que se aferran drásticamente a ellos rechazando un mínimo cambio a sus rutinas laborales, las cuales he vivido en carne propia al interior de la agencia Notimex a donde llegué para establecer, por fin, un autoaprendizaje de periodismo cultural, no practicado antiguamente en aquella entidad informativa del Estado mexicano, cuyos trabajadores (¡siendo periodistas se habían ganado la partida de descansar diez minutos cada hora trabajada!) con prontitud se pusieron reticentes a las nuevas ordenanzas, levantándose en huelga para retornar a esa empresa con la aseveración límpida de que nadie más que ellos son capaces de mantener el ritmo de la agencia: insultando, rebajando, ofendiendo, agraviando, minimizando o amenazando a todos aquellos que nos “atrevimos” a aceptar el reto de rediseñar aquella agencia noticiosa. ¡Y periodistas como Julio Hernández López han caído, acaso hechizados por la palabra temida “sindicalismo”, en los discursos de los huelguistas a favor del retorno a los privilegios del ayer!
¿El lector creerá que, aun conociéndome, Astillero jamás me ha buscado para siquiera preguntarme cómo trabajaba yo con los huelguistas mientras laboré en Notimex —menos de un año?
Y si él no lo ha hecho, mucho menos todos los otros… ¡pero cómo los oigo hablar, ay, de la maldita corrupción!
4
El domingo 16 de octubre, en el programa televisivo Voces Públicas, Jenaro Villamil conversó con María del Rocío Mejía Flores, la directora de Telecom —ahora convertidas sus sucursales en la Financiera para el Bienestar—, quien expuso, también, el ineludible caso de la corrupción en las dependencias del Estado, aseverando que se les ha rescindido el contrato a más de 70 personas que laboraban en Telecomunicaciones por haberlos hallado en actos corruptores… ¡autoprestándose dinero de esta entidad que era para el uso público! Es decir, usaban las finanzas del erario como exclusiva caja chica de apropiación personal.
Nada más, ni nada menos.
Porque trabajar para el gobierno significaba, entre otras cosas, beneficiarse con elocuencia a costa del presupuesto federal. Así se sabía, y así por lo tanto se tomaba con demasiada fe a sabiendas de que lentamente se progresaría económicamente dadas las felices atribuciones de que eran objeto los empleados, no se diga el funcionariato completo.
Así, en cada una de las dependencias del sector federativo, de ahí la noble, y necesaria, denuncia que hizo la directiva de Notimex para que las instancias jurídicas de este país permitieran el salvamento de la fototeca de dicha Agencia de Noticias, misma que se encuentra sin posibilidad de ser resguardada y preservada en un sitio idóneo tras la larguísima pugna sindical que se padece en tal institución del Estado mexicano. Ante lo cual, la Fiscalía General de la República ha desestimado tal petición con usual ligereza en contra, me parece, del patrimonio cultural de la nación.
Porque la corrupción, en la misma estructura de la actual administración política, sigue imantando a la gente y protegiéndola —a la corrupción— como único recurso sanador de las finanzas personales, asunto gravoso que continúa, espabilado y férreo, efervesciendo con grata y remunerada complicidad.
Finalmente, los corruptos andan libres pululando por el país sin temor a ser aprehendidos.
(Ahora dice Adela Micha que es un infundio eso de que ella le ha pedido cosas a Alito, que ella ni lo conoce, lo mismo, curiosamente, que dicen los acusados de corrupción al negar cualquier vínculo con otros sujetos ya sentenciados por tales ominosos procederes porque, después de todo, ya se sabe que en México es innegable tal delito, mas no son —no pueden ser— localizados los corrompidos ni aquellos que cometen dicha ilegalidad.)
5
La vez que me levanté dejando al jefe de Comunicación Social con el sobre amarillo repleto de dinero, destinado para mis intereses personales, los reporteros de otras secciones culturales, al mirar mi desdén por el cochupo, me insultaron radiantemente al haber rechazado tal compensación.
—¿Te crees muy digno? —me dijeron realmente airados—. ¡Eres un pendejo! ¡Si no lo querías, nos lo hubieras repartido!
Nunca más volví a entablar plática alguna con ellos y ellas.
Y los he visto enriquecerse a costa de estas recompensas dadivosas que antes eran el pan de cada día, aunque se trabajara en la zona cultural. Luis Echeverría les llenó los bolsillos a los intelectuales, que nunca dejaron de agradecérselo. Salinas de Gortari les obsequió un Consejo para que dilapidaran, a su antojo, el presupuesto que se le otorgaba a esta dependencia que administraba para ellos Rafael Tovar y de Teresa, asunto del que nadie ya está dispuesto a hablar, porque los años acostumbraron a esta posesión de bienes por el solo hecho de pertenecer a la clase ilustre de los creadores, ¡engrandecidos por ellos mismos debido a la férrea mafia que organizaron para protegerse entre sí en un discreto plan de corrupción y sabia admiración!
¿Cómo, pues, acabar de raíz con la corrupción si la tenemos adormilada —rubicunda, frenética, coqueta, ensoñadora, veleidosa, voluptuosa, ditirámbica— frente a nuestros ojos y hacemos como que no la vemos?
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LA LUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/
Claro, maestro Roura. Tú y López son los campeones de la honestidad. Ya todos lo sabemos. Talento desperdiciado el tuyo. Un talento sólo reconocido por doña Sanjuana Martínez que te tiene comiendo con manteca, aunque en Notimex estén en huelga. Pobre, ni por eso dejas de irte quedando ciego. Es mejor, querido Roura, así no puedes ver en el pobre ser en que te has convertido.