Autoría de 4:50 pm #Opinión, Braulio Cabrera - El sonido de la H

La profesionalización del fin: el ecocidio como arma en Vietnam – Braulio Cabrera

Entre buena música, drogas, movimientos sociales y masacres, la Guerra de Vietnam fue un parteaguas para la historia occidental: los estadounidenses evidenciaron, al intentar ganar la guerra a toda costa, su vulnerabilidad.

La Guerra de Vietnam (1964-1975) fue un conflicto librado entre Vietnam del Sur contra Vietnam del Norte, buscando la independencia o la reunificación de los territorios y el proyecto político y económico nacional. Como muchas otras disputas de la época, se caracterizó por la intervención de un bando capitalista (apoyando al Sur) y un bando socialista (velando por el Norte).

Sin embargo, esta tuvo la particularidad de estar seccionada en dos etapas: primero, la disputa independentista entre las fuerzas coloniales francesas y el Viet Minh –la facción comunista vietnamita– que se conoció también como Guerra de Indochina (1954-1964); posteriormente, tras la derrota francesa y la división de la península en dos, el enfrentamiento se concentró entre las tropas estadounidenses y las del Viet Cong, organización comunista de Vietnam del Sur apoyada por los vecinos del Norte.

Durante los 10 años de combate entre los estadounidenses y el Viet Cong, las tropas norteamericanas incurrieron en actos de guerra que, si bien en la época no eran condenados, atentaban contra el entorno natural (flora y fauna), así como contra la salud y la actividad económica de la población, tanto combatientes como civiles.

Algunos, incluso, dicen que en Vietnam los EE. UU. libraron dos guerras: una contra los comunistas y otra contra la naturaleza.

El caso más terrible de destrucción sistemática del bosque se produjo entre 1965 y 1973 en Vietnam. Durante aquellos años se desarrolló un programa masivo de fumigación con herbicidas y defoliantes destinado a eliminar la cubierta forestal en la que se ocultaba la guerrilla del Vietcong y a privar de alimentos a los campesinos vietnamitas. Con aquel motivo se extendieron 100,000 toneladas de sustancias tóxicas por todo el Sur del país, produciendo graves daños en casi la mitad de la superficie cultivada y destruyendo cerca de 110,000 hectáreas de bosque y 150,000 de manglares. Además, se utilizaron explosivos o napalm y la devastación se completó con los llamados “arados romanos”, enormes buldóceres provistos de palas-cuchilla de tres metros de altura que, unidos con gruesas cadenas, avanzaban en paralelo levantando el suelo y arrancando todos los árboles que encontraban a su paso. Se estima que estos “arados romanos” destruyeron completamente la vegetación y desencadenaron la erosión del suelo de otras 325,000 hectáreas. (…) La destrucción fue sistemática y afectó uniformemente a superficies muy amplias. (…) Ello favoreció la rápida expansión del bambú y de una especie oportunista carente de utilidad económica, la entonces llamada “hierba americana” [introducida por los estadounidenses], que, una vez instaladas, resultan extremadamente difíciles de erradicar y bloquean la progresión de la vegetación hacia estadios más avanzados (Universidad de Cantabria, s.f.).

Fue de ese modo que, mediante los esfuerzos de Olof Palme y la plataforma Ecocide Project de la Universidad de Londres se creó el concepto ecocidio: la destrucción intencionada de una amplia extensión del ambiente natural de un territorio. Dicha idea ha estado intrínsecamente relacionada con el caso de Vietnam y –en más de una ocasión– se ha intentado tipificar como delito internacional, incluso como uno de los 5 crímenes contra la paz juzgados por el Tribunal de La Haya; no obstante, algunos actores internacionales se han opuesto, evitando que entre de lleno en mecanismos internacionales regulatorios.

Las prácticas de guerra medioambiental empleadas por EE. UU. durante su presencia en Vietnam fueron diversas y profundas, a tal grado que hoy siguen siendo visibles en el entorno y en los seres vivos que lo habitan. Según lo relata una nota del The New York Times, el ecocidio fue evaluado una década después de la retirada estadounidense por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales y la World Wide Fund for Nature mediante un estudio que reveló efectos alarmantes relacionados, principalmente, con la fumigación masiva, la deforestación, la contaminación y la proliferación de flora nociva.

“Hierba americana” (imperata cylindrica)

Primero, sobre la fumigación masiva se sabe que de 1964 a 1974 se desarrolló el programa Operación Rancho Naranja, que consistía en el empleo de herbicidas y defoliantes, siendo el “agente naranja” el principal químico empleado, pero habiendo también, rosa, morado, azul, blanco y verde. Si bien, para estas tareas se empleaban mochilas y vehículos ligeros, la mayor herramienta utilizada fueron los aviones cargueros C-123 Provider y helicópteros adaptados, capaces de rociar más de 3,500 litros por pasada.

Estas acciones tuvieron efectos sobre todos los ejes del ecosistema vietnamita (incluso hasta nuestros días), destruyendo enormes porciones de bosque y manglar que jamás volvieron a crecer, erradicando decenas de miles de animales –tanto silvestres como domésticos–, e impactando en la salud de todo aquel que haya estado en contacto con estos químicos, con efectos cancerígenos y genómicos, especialmente notorios en deformaciones congénitas en las siguientes generaciones.

Referente a la deforestación ya mencionada, el estudio de 1985 como otros análisis posteriores arrojan que de 1945 a 1975 Vietnam pasó de tener el 44 % de su extensión territorial cubierta de distintos tipos de flora a menos del 23 % (The New York Times, 1985). Esto, desglosado, se traduce en graves daños a la mitad de la superficie cultivada; sumado a eso, la utilización de explosivos o napalm y la devastación mecánica mediante “arados romanos” desolaron y erosionaron otras 325,000 hectáreas de tierra productiva.

En tercer lugar, la contaminación –especialmente relacionada con la liberación de químicos tóxicos– es uno de los problemas más severos derivados de los años en conflicto; principalmente porque, todavía hoy, ha sido difícil revertir sus efectos sobre la flora, la fauna y la población en general. La presencia de dioxinas no solubles en los agentes liberados ha tenido consecuencias en la recuperación del suelo fumigado, el restablecimiento de las especies de animales silvestres, así como la salud de los campesinos y excombatientes, sin importar si estos eran vietnamitas o estadounidenses.

Por último, aunado a todo lo anterior, el desbalance en la flora vietnamita fue la oportunidad perfecta para la proliferación de plantas oportunistas que terminaron de impedir la recuperación del medio ambiente. Tal fue el caso de la “hierba americana” (imperata cylindrica) y la expansión sin control de los campos de bambú.

En conclusión, la cuestión del impacto natural es clave para comprender cualquier otro nivel del conflicto: el deterioro ambiental, causado por la fumigación masiva con químicos altamente tóxicos, la contaminación con cultivos sin valor y la deforestación fueron las bases para todos los cambios económicos y sociales en Vietnam a partir de la década de 1960. Como consecuencia, las repercusiones económicas del conflicto fueron profundas y todavía se pueden rastrear hasta la actualidad, principalmente el deterioro de la tierra para la producción agroalimentaria y ganadera, cambiando el modo de producción y subsistencia de la nación asiática. Del mismo modo, los efectos de la destrucción ambiental afectan la economía; como ya se mencionaba, modifican la sociedad en aspectos tan abstractos y simbólicos como la cultura o los intereses gubernamentales a largo plazo.

Cada una de estas cuestiones podría ser analizada por separado, pues las consecuencias de la guerra contra el medio ambiente en Vietnam tienen mil y una formas de expresarse y, conforme pasa el tiempo, pareciera que surgen todavía más.

Hoy, este texto se formula como un paseo descriptivo para señalar cuestiones que deben ser observadas con mucho más detenimiento y, de todas ellas, la más importante y urgente es la reivindicación de la conciencia sobre el derecho ambiental internacional –desde sus raíces– en el sistema jurídico global. Del mismo modo en que hay cuestiones innegociables para las naciones (p. ej., la soberanía del territorio), la protección positiva de la naturaleza debe ser obligada e implacable. De la Guerra de Vietnam sólo se puede aprender que todo lo que se vierta en la tierra eventualmente regresa al hombre.

(Visited 161 times, 1 visits today)
Last modified: 14 noviembre, 2022
Cerrar