En las semanas recientes, la analista de datos Crunchbase dio a conocer su estimación de que alrededor de 60 mil estadounidenses empleados en compañías de las denominadas tecnológicas serán despedidos durante el presente 2022. El dato inclusive podría parecer conservador si recordamos que hace unas semanas Stripe —la empresa de tecnología financiera— informó que despedirá al 14 % de su planta laboral, mientras que la semana pasada Meta anunció un recorte del 13 % de su personal —algo equivalente a unos 11 mil trabajadores— y, tras la compra de Twitter, el nuevo dueño despidió a la mitad de los empleados.
Aunque todavía no ha habido comunicaciones similares en otras firmas de sectores como el de la electrónica, el aeroespacial, el automotriz o el farmacéutico, se espera que las considerables inversiones que ha comprometido el gobierno de Washington para transformar su planta productiva y volverla más competitiva ante otras regiones del mundo, como Europa o Asia, derivarán en la introducción de una significativa base de automatización para muchos de sus procesos, lo que irremediablemente llevará al despido de un aún mayor número de trabajadores.
Pero, por otra parte, muchas de esas mismas industrias han declarado que carecen de la fuerza laboral necesaria para mantener sus altos niveles de producción o inclusive estar en condiciones de incrementarlos en los lustros venideros. Aunque pareciera una clara contradicción, en realidad no hay tal, pues lo que de hecho está sucediendo es el surgimiento de la demanda de nuevas competencias laborales que, a juicio de las firmas, no se encuentran entre los actuales trabajadores y, por alguna razón, tampoco resulta viable el desarrollarlas en ellos para que mantengan sus puestos de trabajo. Todo indica que esta sustitución de habilidades y competencias habrá de replicarse pronto en muchos más sectores.
Si las tareas rutinarias serán incluidas en procesos automatizados cada vez en mayor número, entonces los futuros empleados habrán de adaptarse a un entorno de permanente cambio y de intensa migración laboral. Pero, para que este nuevo chip pueda quedar inserto en las actitudes de los jóvenes técnicos y profesionales, habrá que reflexionar respecto de los métodos de docencia que hasta ahora se siguen utilizando en las instituciones de educación superior, para que estos efectivamente estimulen en los educandos el desarrollo de todas sus capacidades creativas y de análisis. Como siempre, la única manera de saber si la enseñanza ha sido efectiva para dotar al graduado del conocimiento y habilidades necesarias es la medición del avance a través de los exámenes intermedios y finales.
Es desde esta perspectiva que muchas de las más prestigiosas universidades del mundo han decidido abordar el problema de la actualización de habilidades y competencias en sus graduados. Lo primero que han encontrado es que el incremento en el número promedio de pruebas por periodo —ya sea trimestre, cuatrimestre o semestre—, que tan sólo entre 2017 y 2022 pasó de 5 a 6.7, no parece haber aportado ninguna mejora en el proceso de medición del aprendizaje. Pero también han encontrado que 44 % —casi la mitad— de los estudiantes sienten que los exámenes no les ofrecen ningún indicador real de la efectividad con la que están adquiriendo el conocimiento o desarrollando sus habilidades y competencias.
Hasta ahora, la inmensa mayoría de las pruebas en las instituciones de educación superior de todo el orbe privilegian la garantía de integridad del evaluado, es decir, buscan indagar el conocimiento que el estudiante efectivamente ha adquirido y no el que pueda obtener de otras formas al momento justo en el que requiere la información para contestar alguna pregunta o resolver algún problema. Esto es, los profesores reúnen a sus estudiantes en un espacio y momento concreto para que, bajo su vigilancia permanente, resuelvan las pruebas sin la posibilidad de que copien o intercambien información, ideas o experiencias. En el mundo laboral, por el contrario, se requerirá cada vez más del trabajo en equipo, del intercambio de ideas y de la habilidad para encontrar la información en el momento necesario.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.