Autoría de 11:53 am #Opinión, Eric Rosas - La Onda Plana

Miceliotrónica – Eric Rosas

En la actualidad, los dispositivos electrónicos se encuentran totalmente integrados a nuestras vidas. Teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras, pantallas, juguetes, impresoras y hasta los vehículos requieren de cientos de miles de millones de estas características placas verdes sobre las que se imprimen intrincados diseños de materiales metálicos, los cuales funcionan como las carreteras por las que circulan cargas eléctricas que transportan información y posibilitan el funcionamiento de las compuertas lógicas y del aparato mismo.

Pero esas placas verdes (sustratos) hechas a base de polímeros, como la fibra de vidrio y algunas resinas, necesitan de un prolongado tiempo para degradarse y resultan de muy difícil reutilización. Además, los sustratos convencionales no cumplen ninguna otra función en el circuito electrónico, aparte de la de sostén de los conductos metálicos y componentes electrónicos; sin embargo, de acuerdo con The Global E-waste Monitor 2020 (Monitor Global de Desperdicios Electrónicos 2020) —un esfuerzo colaborativo de la Unión Internacional de Telecomunicaciones y el Programa de Ciclos Sostenibles copatrocinado por la Universidad de las Naciones Unidas, el Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional y la Investigación, y la Asociación Internacional de Residuos Sólidos— representan una de las principales fuentes de contaminación de origen electrónico pues, por una parte, el número de dispositivos electrónicos que se fabrican cada año incrementa de forma sostenida y, por la otra, se acelera la reducción en su tiempo de uso —los aparatos electrónicos cada vez son más efímeros—, lo cual ha llevado a que en el 2019 se generara una nueva marca de 53.6 millones de toneladas de este desecho electrónico y, de continuar la actual tendencia, se espera que esta cantidad ascienda a 74.7 millones de toneladas para 2030.

Aunado a las anteriores desventajas, los soportes a base de polímeros son rígidos y no resultan útiles para las emergentes aplicaciones de la electrónica flexible, en las que se sustentarán sectores muy importantes, como el de los dispositivos médicos. Por estos motivos es que desde hace tiempo existen diversos esfuerzos para encontrar sustitutos a este tipo de sustratos, que sean flexibles y biodegradables. Entre otras alternativas, se ha intentado utilizar distintos tipos de papel para la fabricación de dispositivos de electrónica flexible; sin embargo, estos no resultan sustentables porque su producción consume grandes cantidades de energía y agua.

La buena noticia es que recientemente ha sido probada una novedosa opción para reemplazar a los contaminantes sustratos convencionales. Se trata del tejido de micelio, una estructura fibrosa del reino Fungi que sirve de soporte a eucariotas y algunos hongos pluricelulares como las setas y el moho. La técnica de producción de este soporte biodegradable consiste en el cultivo de pieles de micelio, para cuyo crecimiento virutas húmedas de madera de haya inoculadas con Ganoderma lucidum son cubiertas con una rejilla separadora de polietileno y mantenidas a 25°C, hasta que las ramificaciones de las hifas alcanzan el tamaño adecuado. El micelio es separado de la madera al arrancar la rejilla y luego retirado del plástico para comprimirlo hasta lograr las delgadas pieles requeridas.

Sobre el sustrato de micelio se depositan finas películas de cobre y posteriormente este se evapora mediante ablación con láser para formar los trazos deseados. Los prototipos de los circuitos construidos sobre micelio han resultado bastante flexibles, ya que mantienen su alta conductividad incluso después de miles de dobleces y conservan su resistencia eléctrica intacta tras varios ciclos de plegado. Gracias a estas propiedades ha sido posible fabricar un primer dispositivo miceliotrónico, consistente en una batería hecha a partir de placas de micelio inmersas en una solución rica en cloruros de amonio y de zinc, que alimenta un módulo convencional de comunicación de datos Bluetooth y un sensor de impedancia soldado sobre un soporte de micelio, con la ventaja de que, al término de su vida útil, el tejido fibroso puede biodegradarse por completo en tan sólo dos semanas.

Lo anterior, dicho sin aberraciones.

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Last modified: 14 diciembre, 2022
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