Autoría de 3:05 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito

Carta abierta a Claudia Scheinbaum – Víctor Roura

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Entiendo los procederes de un gobierno preocupado por los problemas de su población, ¿pero en verdad usted ha escuchado al Conejito Malo al que, afligida, le ha pedido una audición gratuita en el Zócalo capitalino —después de que lo hiciera sentidamente el presidente López Obrador— para resarcir el daño que causara el empresariado conglomerado en Ticket Master que no dejó entrar a aproximadamente dos mil personas que previamente, con atingencia, habían comprado su boleto para disfrutar, a su modo, de un concierto sin creatividad alguna sino siguiendo —apurando, apresurando, apuntalando—  unos parámetros reiteradamente formulados para alcanzar un éxito momentáneo?

      Sí, no cabe duda de que Ticket Master maniobró con irresponsabilidad empresarial el asunto monetario de las entradas al Estadio Azteca para escuchar al reguetonero puertorriqueño Bad Bunny, cuya presencia, y no debiera sorprendernos su transitoria fama, causa caudas numéricas de seguidores debido a su persistencia propagandística en las redes sociales, el sitio idóneo donde ahora radican las razones de la aceptación masiva. Porque, evidentemente, el Conejito Malo —contrastando con lo que de manera insistente se dice en los medios de comunicación— no es un fenómeno de la música sino una figura predecible de la promoción musical, que es una cosa muy distinta a la obtención de la popularidad por méritos propios, tal como lo hicieran en México —antes de su arribo a las plataformas industriales— gente como Rigo Tovar o Chico Che (o los propios Beatles en el mundo anglosajón). Bad Bunny ya sabía, antes de acceder a la fama (y por consiguiente al anhelado tumultuoso dinero), que sería, como él mismo se envanece en decirlo, una “leyenda” por todo el aparato montado en torno suyo. Por eso las empresas se hacen millonarias junto con el ya millonario Conejito, de otro modo nadie, pero nadie, le organizaría una audición en el Estadio Azteca. Pues, ni modo, la deficiente melomanía contemporánea confirma los alcances de la ingente numeralia de los seguidores. Yo no repruebo los gustos de la gente, porque cada quien es libre de interpretar y desarrollar su mundo cultural interior, pero sin duda a veces una inclinación multitudinaria corrobora la aceptada mala embocadura musical de la gente que vive acompañada, cómoda y sin mayores complicaciones —incluso con jolgorio notificado—, de esa debilitada apreciación sin saberlo. Y muy su gusto.

      Pero lo que a mí me llama la atención es que una autoridad política —que es, de suyo, inherentemente cultural— apruebe esta sinrazón innombrada: ¿usted, Claudia, le pide a Bad Bunny que venga a la Ciudad de México a ofrecer un concierto gratuito en la mayor plaza pública de la capital?, ¿a un artista menor por un problema empresarial?, ¿para reivindicarlo a él o a su público?

      Independientemente de la afición colectiva, ¿no debiera regir un rigor cultural en las políticas culturales?

2

Porque una pieza puede, sí, gustar, poseer una melodía pegajosa, generar cánticos colectivos, adaptarse a las corrientes del momento, ganar premios de audiencia, pero no ser, ni modo, una buena canción.

      Dos brevísimos ejemplos, a riesgo de ser, yo, expulsado del terreno de la melomanía popular: “Macarena”, de los españoles Los del Río, es una canción capaz de hacer bailar al mismísimo Drácula, como lo vimos en Hotel Transilvania, pero tiene, sin duda, una línea defectuosa: “Macarena tiene un novio que se llama, que se llama de apellido Vittorino…” ¿Cómo está eso de que se llama de apellido Vittorino? ¿Se llama De Apellido? Esa lírica pudo haberse arreglado si así lo hubieran querido los autores, mas no fue así porque o no pudieron o porque la prisa les ganó la partida; sin embargo, pese a esta inmadura letra, la pieza es absolutamente memorable.

      Y la otra canción es de Juan Gabriel, motivo por el cual discutí bastante con Carlos Monsiváis, enamorado del cantor michoacano, quien me aseguraba (Monsiváis, no el compositor acaudalado) que todas las letras de Juanga eran perfectas. Yo no lo creo así, y la muestra salía a la luz de inmediato con alguna letra de arrastre mediático como, digamos, “no tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para amar”. ¿Cómo? ¿No que en un principio no tenía nada que dar? ¿El amor no es algo valiosos para dar aunque no se tuviera dinero? Pero a Juanga, como a Paul McCartney, las melodías los absorbían enteramente, como el vino a Baco.

      Ciertamente, son fisuras líricas excusables, tropiezos que no hacen caer a las canciones, ¿pero un reguetón de Bad Bunny, además de igualarse a veintenas de otras canciones semejantes en ritmo y música, contiene literatura musical o formas creativas melódicas? En lo absoluto, pues ya se sabe que una cosa es la aceptación masiva de la música comercializada  y muy otra la posible aportación —ya por una personalidad intrínseca en la concepción compositiva (como las piezas de Juanga aunque afloren visibles gazapos) o por un latente ritmo de inventiva melódica señera (como la Macarena de Los del Río)— de esa mercancía al orbe del arte, y con el Conejito Malo no hallo ninguna contribución cultural en beneficio de la humanidad, por más que me haya empeñado en buscarla. Pero usted, Claudia Scheinbaum, lo ha invitado con cordialidad a ofrecer un concierto gratuito en el Zócalo capitalino, invitación que, tengo entendido, ha sido ignorada por el cantante reguetonero supuestamente porque el joven originario de Puerto Rico, nacido en 1994, tiene la “agenda saturada”; pero yo no lo creo, porque el asunto gira, sencillamente, en torno al dinero. Vamos, es como si usted invitara a Messi a jugar gratuitamente una cascarita en la Plaza de la Constitución. Igual el Conejito Malo, a quien lo absorbe, ahora, el dinero y todo lo que puede atraer la fama y la fortuna (quizás un día venga, sí, pero cuando él quiera, no cuando usted lo requiera, no en vano el joven reguetonero es ya una leyenda y, ejem, las leyendas pueden hacer lo que les venga en gana).

      Las letras del Conejito lo dicen todo: “Mami, tienes un culo bien grande…”, “Mami, yo quiero tu cola…”, “Hay mucha nena linda, pero tú me entretienes…” (pasándole ella, por supuesto, el culo), “Ese culo dámelo más seguido, estás muy buena…”, “Si quieres te la saco…”, “Si yo no te escribo, tú no me escribes…” (¿pero cómo podría el Conejito Malo escribirle a una específica mujer si todas ellas están dispuestas a entretenerlo lo bastante como para que se despreocupe de las letras?), “Tú mueves el culo fenomenal…”, “Te lo  meto bien hondo…”, “Tú no eres mi señora, pero toma los cinco mil…” (supongo que por el favor que ella le hizo), “En la cama te voy a celebrar…”, “Me porto como un animal…” (en la cama con las mujeres, obviamente)…

      No en balde este reguetonero asegura en una canción que a él le sale de manera natural ser una leyenda, razón por la cual afirma que él es un “cabrón” bien puesto, de ahí que lo tengamos, según subraya en una canción, que “sopoltal”. Hay un video donde entra a un sitio con el cigarro en la mano deteniéndolo una persona para advertirle que no puede fumar, ¡pero, carajo, pobre del tipo que intentó no dejarlo pasar al ignorar que esas cosas no se le pueden decir a una “leyenda”! Y, claro, hay ciertos videos que hablan de la política puertorriqueña como para acallar a los que piensan que el Conejito carece de ideología,

      Artistas como él hay docenas en el mundillo de los espectáculos soliviantado por una industria discográfica a la que no le interesa el arte de la música, sino el dinero que ésta, creativa o no, pueda generar.

3

En efecto, a mí no me espantan los decires de este arrogante Bad Bunny sino me aterra su música que disminuye enfáticamente a la mujer y enarbola el patriarcado de una manera soez y altiva, y no, tampoco dudo de que haya feministas que compraran su boleto para admirar al cantante de moda. Muy sus pareceres. Y sus gustos, Lo único que me preocupa es la política cultural en juego, porque entiendo que cada quien es libre de sintonizar la música que más se acondicione a su entendimiento; pero en estas circunstancias, donde ni lírica ni música encarnan, o encauzan, o robustecen, una personalidad artística única, inventiva, ingeniosa, apabullantemente individual, ¿dónde queda, o dónde se ajusta, la política cultural establecida de un Estado, afincada en beneficiar a su ciudadanía?

      Yo creo que esa es mi inquietud, porque entiendo que la gente puede adquirir los boletos a cualquier costo de los espectáculos que mejor le cuadren a su propia solvencia cultural, pero uno —por lo menos yo como periodista cultural— no alienta, o no debiera alentar, lo banal, lo reiterativo, lo superficial, la insolvencia moral, el perjurio social, los dogmas de la intemperancia, el dominio sexista o la presencia de un perfil clasista. Porque la cultura no enaltece, o no debiera encomiar (o realzar, o ponderar), a las colectividades a un ejercicio de sometimiento, aunque éste vaya revestido de somera pluralidad.

4

Pero ya la doctora Ariadna Estévez, investigadora de la UNAM, ha intervenido con premura para intelectualizar sobre el tema: durante el próximo mes de enero de 2023 impartirá el curso intersemestral intitulad“Reggaeton como resistencia al colonialismo estadounidense y masculinidad suave como capital sexual: el fenómeno Bad Bunny”. Tal espacio académico tendrá un costo de 800 pesos para estudiantes de la propia Universidad Nacional y de 2,500 pesos para público externo a la Máxima Casa de Estudios del país.

     Bueno, efectivamente el perreo se puede dar en cualquier sitio en el momento menos esperado, como inesperadamente vimos a los futbolistas argentinos celebrar su triunfo mundialista en Qatar perreando en los vestidores.

      La doctora Estévez en la UNAM ya nos contará sobre los hallazgos intelectuales que perviven en el reguetón del Conejito Malo y los motivos por los cuales las mujeres, feministas o no, se mueren por estar cerca de la leyenda puertorriqueña.

5

Un día antes de la Navidad, usted mismo, Claudia Sheinbaum, tuiteó lo siguiente: “Claro que estamos buscando también a Manu Chao. Calderón lo catalogó persona non grata nosotros le daremos nuevamente la bienvenida como lo hicimos en 2006 en la ciudad de derechos y libertades”

      Entre Manú Chao, nacido en Francia en 1961, y el Conejito Malo hay, en efecto, una abismal diferencia de personalidades y talentos.

      Voy a proponer, con similar premura, un seminario sobre Manú Chao, sin Mano Negra, a la Máxima Casa de Estudios (de manera gratuita), ahora que está tan abierta a las canonjías del pensamiento, para que las sesiones den comienzo oportunamente en enero, cómo no, de 2023. La tesis se intitulará “Manú Chao o la clandestina expulsión neoliberal aposentada en las fronteras del imperialismo como una forma de migración a los entendimientos de la convivencia colectiva” pues, como es notorio, el aventajado rótulo tiene el noble objetivo de alcanzar, o superar incluso, el altísimo nivel que guardan siempre las semánticas académicas.

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LA LUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/

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Last modified: 28 diciembre, 2022
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