1
Era en verdad el último compositor mexicano —nacido en la jalisciense Ciudad Guzmán, el 15 de febrero de 1926— en construir canciones con tesituras vernáculas involuntariamente, sin el auxilio del comercialismo predecible. Sólo en una cabeza como la de Rubén Fuentes —fallecido diez días antes de su cumpleaños número 96, en febrero de 2022— pudo haber salido, por ejemplo, una pieza como La bikina, elaborada en 1964: “Solitaria, camina la bikina. Y la gente se pone a murmurar. Dicen que tiene una pena que la hace llorar. Altanera, preciosa y orgullosa, no permite la quieran consolar. Pasa luciendo su real majestad: pasa, camina y nos mira sin vernos jamás. La bikina tiene pena y dolor. La bikina no conoce el amor. Dicen que alguien ya vino y se fue, dicen que pasa las noches llorando por él. La bikina tiene pena y dolor. La bikina no conoce el amor…”.
Y la música que acompaña esta insuperable letra es, en efecto, altanera, caprichosa y orgullosa.
O está, asimismo, para corroborar su empeño lírico, una canción como Escándalo, compuesta tres años antes, en 1961, en la cual se trasluce una intimidad aún inundada por los murmullos de ciudades pequeñas o vecindarios transparentes: “Porque tu amor es mi espina, por las cuatro esquinas hablan de los dos. Es un escándalo, dicen, y hasta me maldicen por darte mi amor. No hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiéreme más; con eso tengo bastante, vamos adelante sin ver qué dirán. Si yo pudiera algún día remontarme a las estrellas, conmigo te llevaría a donde nadie nos viera. No hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiéreme más. Que si esto es escandaloso, es más vergonzoso no saber amar”.
Sólo 27 días menor que el guanajuatense José Alfredo Jiménez (muerto demasiado joven, a los 47 años, hace medio siglo, en 1973), Rubén Fuentes, que le sobreviviera a José Alfredo casi cinco décadas, fue el arreglista de la mayoría de las excepcionales composiciones del cantor ranchero, porque Fuentes fue también un destacado e insustituible productor musical.
Rubén Fuentes había sido contemporáneo de una pléyade de músicos sin par del país como Agustín Lara, Chava Flores, Pedro Infante —igualmente fallecido a edad temprana, a los 39 años, en 1957—, Guty Cárdenas —asesinado muy pronto, a sus 26 años, en el Salón Bach en el Centro Histórico de la Ciudad de México—, las hermanas Núñez y las Landín, Toña la Negra o Pedro Vargas, y de una época retacada de bellas invenciones sonoras, como las creadas por los tríos Los Panchos, Los Tres Diamantes, Los Tres Caballeros, Los Tres Reyes, Los Dandys o Los Montejo.
Sin duda, Rubén Fuentes ha sido el último en irse, de los hombres, de toda esa gloriosa camada de compositores e intérpretes que le otorgaron un rostro a la identidad musical mexicana.
Porque, ciertamente, aún nos queda en vida doña Virginia López, nacida en Estados Unidos dos años después que Rubén Fuentes (el 29 de noviembre de 1928), quien llegara a México a mediados de los años cincuenta ya con el apellido de su esposo (Charlie López, porque ella se apellida Rivera García), donde adquiere inmediata popularidad. Esta personalidad es realmente la última figura de toda aquella deslumbrante etapa de la música popular mexicana.
2
Cuando uno escucha a Lila Downs (Oaxaca, 1967) está uno escuchando, acaso sin saberlo, a Paul Cohen, cuatro años mayor que la cantante mexicana a quien el saxofonista conociera en su Nueva York natal y se uniera a ella no sólo musicalmente, sino compartiendo la vida misma, porque toda la música de Lila Downs, apreciada en los terrenos de la world music fuera de México, tuvo que haber pasado por el visto bueno de su marido, básico en la alimentación sonora de Downs.
Por eso muchos me preguntaban qué habría sido musicalmente de la oaxaqueña si no hubiera conocido a Cohen. Y no sé la respuesta, porque no se puede saber lo que no ha ocurrido. Lo cierto es que las sonoridades de Lila Downs asombran y se dimensionan, con mucho, del trabajo de otras distinguidas cantoras oaxaqueñas como Susana Harp, Georgina Meneses o Alejandra Robles. Pues la música que ofrece Lila Downs, a pesar de emparentarse con las letras tradicionales de sus otras paisanas, escala a estratos superiores precisamente por estar supervisada por Paul Cohen, siempre a espaldas de su mujer Lila.
Paul Cohen falleció el miércoles 7 de diciembre de 2022.
3
Los Nakos acaso fueron los precursores del canto grupal nuevo en México, así como José de Molina (1938-1998), su primer solista; si bien ambos, en principio, en la rama de la canción de protesta, pues el denominado canto nuevo nace, históricamente, a partir del golpe de Estado de Pinochet a Salvador Allende ocurrido en septiembre de 1973, de ahí que este novedoso género musical sea el que debatiera con el predecible comercialismo de las discográficas del mundo, en la década de los setenta del siglo XX, cuando surgen, por lo menos en nuestro país, diversas agrupaciones con la consigna de cantar sin vías de lucro, tal como lo hiciera, a mediados de los setenta, La Nopalera, que comandara Arturo Cipriano con la valiosa aportación, entre otros integrantes, de Marcial Alejandro, fallecido en 2009, y de Maru Enríquez, quien se fue de esta vida en febrero de 2022 a sus 65 años.
“Canto nuevo” porque exponía en sus letras temas de diverso entramado que jamás se tocaban en las piezas radiofónicas, si bien no era esta una condición sine qua non, como sí lo eran en la canción de protesta los asuntos de la política o de rebeldía social. Gente como Óscar Chávez (1935-2020), Salvador Ojeda (1931-2011), Tehua (1943-2014), Amparo Ochoa (1946-1994), Guadalupe Trigo (1941-1982), Roberto González (1952-2021), Rafael Mendoza, Rafael Catana, Fernando Delgadillo, David Haro, Gabino Palomares, Margie Bermejo, Eugenia León o Nayeli Nesme fueron, son, exponentes cimeros de esta corriente.
(Los Folkloristas entran en otra andanza, no menos ardua, consistente en la difusión del repertorio tradicional de la música latinoamericana, no necesariamente construida a partir de nuevas sonoridades o líricas que cronicaran los tiempos contestatarios de la época ante el inminente arribo del neoliberalismo que privilegiaría el acomodamiento capitalista de una oligarquía en el poder que, ya lo sabemos, se prolongaría en México por más de tres décadas.)
4
En un año en el que partieron de este mundo brillantes figuras de la música como el alemán Klaus Schulze (1947-2022) o el griego Vangelis (1943-2022), no faltaron, asimismo, leyendas de la vox brasileña que, como su literatura, siempre se ha movido en aires sin comparación alguna con otras atmósferas sonoras. Esta vez abandonaron la vida, el 20 de enero a sus 91 años, Elza Soares, y a sus 77 años, el 9 de noviembre de 2022, Gal Costa, quien con su voz era capaz de reconciliar cualquier tipo de enfado amoroso.
Y un jazzista sin parangón: el saxofonista Pharoah Sanders, originario de Arkansas, quien a los 81 años, edad a la que su corazón dejara de latir el 24 de septiembre de 2022, nos legara más de medio centenar de álbumes, si incluimos en los que participara con otros músicos, aunque siempre diré que a mí nadie me hará deshacerme de su In the Beginning, paquete con cuatro compactos.
Los tiempos cambian, pero la buena música no, de manera que los nombres se nos irán yendo, mas las obras permanecerán indelebles en este mundo… hasta que el destino nos alcance definitivamente.
5
En los terrenos del rock en castellano se nos fue, a los 62 años en su Mendoza natal el 8 de septiembre de 2022, el argentino Horacio Cantero, quien fuera cantante y bajista de los Enanitos Verdes, formado en el último año de los setenta del siglo pasado.
Era, es, una banda diferente a todos los aromas roqueros de su país, de ahí que sobresaliera con prontitud en las diversas atmósferas latinoamericanas. Su Lamento boliviano (“y hoy estoy aquí, borracho y loco, y mi corazón idiota siempre brillará…”), por ejemplo, no pudo haber sido compuesta por boliviano ninguno. No es, en efecto, una pieza original de los Enanitos Verdes (sino de otra banda argentina denominada Alcohol Etílico, sin trascendencia), pero sí son responsables, los enanos, de su enorme popularidad. Además, se sabe que estos grandes enanos interpretaban, a su manera, canciones que ellos valoraban sin importarles el destino incierto que estas tuvieran, razón por la cual hicieron también suya una pieza como Estación del Metro Balderas, del tamaulipeco Rockdrigo González (fallecido en el terremoto de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, a sus 34 años).
Curiosamente, los Enanitos Verdes, quizás sin quererlo, consiguieron más, en lo concerniente a su difusión, para el rock en castellano que, digamos, el propio Charly García, algo así como lo logrado superlativamente por el chiapaneco Reyli Barba en México en los conceptos roqueros que no pudiera hacer, digamos, ni Alejandro Lora en la temática lírica. En la canción Al fin me armé de valor, de 2004, Reyli consigue su propósito de difundir esta pieza en la radio en un hecho insólito que Lora, a pesar de su conocido hábito verbal altisonante, no supo o no quiso o no pudo concretar: “Sé que tú no lo entiendes, por eso no quiero volver a verte: chingar a su madre con lo que piensen… me cansé de tu madre, me cansé de ser un cobarde, me cansé de lo que me dabas…”, canta con enfado Reyli como no consiguiera hacerlo nunca Lora, tal como Cantero supo cristalizar con su voz los complejos objetivos armados al interior de su sencillez musical.
CONOCE MÁS:
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LA LUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/