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Temas prohibidos o temidos: prensa, sindicalismo, mezquindades… – Víctor Roura

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Ya se sabe que, por lo menos en México, la palabra “sindicato” produce temor, o escozor, en el lenguaje político porque al cuestionar a esta asociación de trabajadores se piensa, de antemano, en un ultraje contra el principio laboral sin la previa meditación de los verdaderos, o apócrifos, alcances de la mano de obra cuyos directivos sindicales, con la colaboración gremial voluntaria o involuntaria pero firmemente unidireccionalizada, sólo han buscado —y esto se aprecia aún más en los aparatos estatales— el tácito enriquecimiento proveyendo facilidades y compensaciones a los subordinados empleados de tal o cual empresa, paralizando o silenciando o, más bien, uniformizando, por supuesto, los decires o los pensamientos individuales alargando, o incluso eternizándose, los reinados sindicales mientras los privilegios no cedan en las atmósferas laborales, de ahí la significativa aportación informativa, por su poco común arrojo opinativo —en estos tiempos donde, me parece, hablar de sindicalismo irradia incorrección política—, de Óscar Camacho, director de Noticias en Canal Once, al reflexionar lo siguiente acerca del sindicalismo en el Metro de la capital del país:

      —El dirigente que hoy está al frente del sindicato tiene un enorme poder… no por la cantidad de trabajadores, sino por el riesgo que implica meterse con el sindicato: ¡puedes paralizar el Metro y afectas totalmente! ¡Durante muchos años he seguido la historia de Fernando Espino y es terrible! Viene del PRI. En muchas ocasiones contó con el apoyo de gobiernos priistas. Estuve, por ejemplo, en un mitin donde un grupo de trabajadores quiso crear una corriente para disputar el sindicato y les enviaron como a 500 granaderos en la Avenida México-Tacuba, frente a la estación San Cosme donde estaba la oficina sindical. ¡Un golpeadero impresionante! Lo sacaron a rastras a ese grupo, que era una legítima demanda de organización sindical disidente. Durante muchos años, y con malas prácticas, fue utilizando el golpeteo físico contra trabajadores para acabar con las disidencias.

      Por su parte, en esa ronda televisiva denominada Debate Público, del pasado martes 17 de enero en Canal Catorce, Elia Baltazar, directora de Imer Noticias, afirmó en el mismo tenor:

      —No hay que olvidar que todos los espacios comerciales, en su momento, fueron un negocio privado de unos cuantos… Acuérdate —le dijo a Jenaro Villamil, moderador del programa— cuando se los retiraron, fue un escándalo porque beneficiaba a unos cuantos… ¡tenían unos criterios opacos, por no decir ilegales! Hubo que poner orden en muchísimas cosas en el Metro porque operaba como un territorio aparte.

      Abonando a la crítica del sindicalismo en el Metro y la extraña vinculación actual del dirigente Fernando Espino con varios medios de comunicación, el presidente del SPR, Jenaro Villamil, criticó con lúcida precisión:

      —Ningún medio, ningún comentarista de estos expertos exprés en [el tema] del Metro, hablan de esta historia de Fernando Espino. ¡Lo citan literal y, prácticamente, como si fuera gacetilla! No lo cuestionan… parecería que él no tiene nada que ver. Aceptando sin conceder acerca de que se trata de un problema de falta de mantenimiento: ¿y el sindicato qué ha hecho o qué ha dicho?

      Exacto, como tampoco nadie habla del sindicalismo en Notimex: pareciera que los huelguistas (¡evitando por vez primera en la historia que el Estado posea una rigurosa agencia propia de noticias!) nada tuvieran que ver con la descomposición laboral perpetrada al interior de esta empresa periodística, situación pasada por alto hasta por veteranos periodistas supuestamente imparciales. Óscar Camacho Guzmán fue directo y atemperado a la vez, porque evidenciaba, nada más, algo visible, a la vista de todos, que siempre es o se invisibiliza en los medios, tal como ocurre en el conflicto actual de Notimex donde nadie quiere mirar lo visible.

      Y vaya si no, en este sentido, tiene mucha validez e importancia, por su innata valentía al despojarse de este desaliño temeroso inherente a las palabras intocadas —como es el caso de “sindicalismo”—, el trabajo de investigación periodística de Ricardo Sevilla sobre el sindicalismo en Notimex anotando datos que, otra vez, nadie quiere tocar (como los 59 viajes, nacionales e internacionales, de la lideresa huelguista Adriana Urrea gracias a su acomodo en esta agencia del Estado) por tratarse de cuestiones laborales hipotéticamente inabordables. Es encomiable que, en la emisión del miércoles 18 de enero del programa virtual Sin Censura, conducido por el comunicador Vicente Serrano, el propio Sevilla expusiera la red de nepotismo tejida por el ex líder del SutNotimex, Conrado García, que durante gobiernos panistas y priistas insertó en la nómina de dicha agencia de noticias a varios miembros de su familia, valiéndose incluso de su casi absolutista poder para viajar a distintos países del mundo, según informó el también colaborador del diario Basta.

Fernando Espino

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Otro asunto visible que parece no querer ser mirado es el de la prensa, aunque si alguien de importancia lo ventila entonces la empañadura va diluyendo su invisibilidad. El domingo 15 de enero, en el programa El Chamuco TV que transmite el Sistema Público de Radio y Televisión del Estado, el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa expresó su análisis en torno a la actualidad de los medios de comunicación en América Latina, haciendo particular énfasis en el vínculo entre el aparato informativo, las instituciones de justicia y las grandes empresas nacionales y transnacionales:

      —Para el lawfare los dos ejes son: el poder mediático y el poder judicial. ¿Qué medio hegemónico pertenece a los pobres? ¡Todos pertenecen al gran capital!  [La prensa] Es un instrumento de la derecha para defender el status quo. El no dar información o la manipulación en función de sus intereses… El poder mediático genera el consentimiento del público, arma la narrativa, de manera que hasta la persona más noble aplaude la más grande canallada…

      Y le sobra la razón a Correa.

      —Con una prensa mínimamente decente —continuó el político ecuatoriano—, los casos de lawfare contra Cristina [Fernández], Lula o contra mí, ¡jamás hubieran podido ocurrir! Lo gravitante en todo esto es que el poder mediático condiciona al poder judicial o le abre el camino para que el poder judicial persiga. En América Latina la prensa es terrible… ¡con esa prensa nos han robado la democracia y nos han quitado el derecho a la verdad! ¡Son los guardianes de la verdad y son los primeros en habernos robado esa verdad!  

      —¿Nos estás diciendo que esa prensa miente? —irónicamente preguntó Rafael Barajas al ex mandatario latinoamericano.  

      —Miente todos los días. El buen periodista es quien siempre dice la verdad, no sólo cuando le conviene o de vez en cuando —enfatizó Correa.

     Estar adentro de los medios es saber cómo funcionan éstos, lamentablemente. Por eso digo que El Fisgón preguntaba de manera irónica porque era, es, evidente que conoce del tema, razón por la cual me atrevo a preguntar, sin  afán de alzar falsas o inconsecuentes conjeturas, ¿qué hicieron o pensaron El Fisgón o Pedro Miguel o Blanche Petrich o Carmen Lira cuando en La Jornada se corrió y se insultó a don Miguel Ángel Granados Chapa por tratar de mantener un estatuto democráticamente aprobado en asamblea que exigía el cambio en la dirección del diario cada ocho años para evitar cualquier posibilidad de extrañas camaraderías o influencias externas o amistosas en ese periódico, modificado el estatuto por el Consejo de Administración de la noche a la mañana para perpetuar la dirección de Carlos Payán Velver?, ¿o qué hicieron cuando el buen Jaime Avilés fue expulsado de ese periódico porque nadie debía expresar una crítica contraria al funcionariato de los gobiernos en turno pues los presidentes priistas o panistas aportaba millones de pesos al diario izquierdista con la publicidad insertada?, ¿o qué hicieron o pensaron cuando precisamente Payán Velver entrevistó en la televisión pública, agradecido, a Carlos Salinas de Gortari para incitar a la gente a votar por el PRI que era lo mismo, según el director de La Jornada, que votar por la libertad de expresión periodística?, ¿o qué hacen o qué dicen cuando saben que Víctor Roura está vetado en ese diario a pesar de haber sido uno de sus fundadores o qué hacen o piensan  al saber que, sencillamente, Víctor Roura no existe para ese periódico?

El Fisgón

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Mucha gente, entre ella demasiados periodistas, se molesta, o se incomoda, porque piensa que, al hablar o referirse a ella —a la prensa—, López Obrador de antemano la está insultando o manoseando indebidamente, pero Rafael Correa tiene razón cuando argumenta que la prensa está comprada por los poderes hegemónicos, porque por supuesto el político tabasqueño tiene —o está en su— derecho de hablar de los medios. Si anteriormente ningún otro presidente mexicano lo hacía era porque, al comprarla, no tenía ninguna necesidad de ello pues con una orden suya se callaba o se despedía al o a los periodistas que él quisiera.

      No entiendo a los que dicen que López Obrador, al ser presidente de la República, no debería referirse, con semejante descrédito, a los medios y a los periodistas… ¿sí, en cambio, los medios y los periodistas están en su derecho de criticar o insultar a un presidente aunque caigan en las notorias o ventajosas mentiras?

      En política los amigos son de mentira y los enemigos suelen ser de verdad, calibró López Obrador en su mañanera del miércoles 18 de enero resumiendo una realidad muy cierta en un afortunado aforismo, que no sólo atañe a la política sino a distintos rubros de la vida como la amistad, el vecindario, el trabajo, los deportes, el amor…

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/

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Last modified: 23 enero, 2023
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