Autoría de 4:02 pm #Opinión, Mercedes Cortés - El Punto y la Línea

Kollowitz en Turquía y Siria: ver a la muerte a los ojos – Mercedes Cortés

A 77 años del fallecimiento de la expresionista alemana Käthe Kollwitz, las reminiscencias de su habilidad para expresar los sufrimientos de la humanidad se volcaron al sureste de Turquía y al norte de Siria para revivir el terror y la rendición que envuelven al acto de ver a la muerte a los ojos.

Eran las tres de la mañana del 6 de febrero de 2023. Gaziantep y Kahramanmaras, ciudades situadas al sureste de Turquía, resguardaban a cientos de miles de familias que descansaban protegidas del invierno. Debajo, yacía inminente la amenaza de las fallas de Anatolia.

En un minuto se abrió una grieta en la historia de Turquía.

“A 77 años del fallecimiento de la expresionista alemana Käthe Kollwitz, las reminiscencias de su habilidad para expresar los sufrimientos de la humanidad se volcaron al sureste de Turquía y al norte de Siria”.

De acuerdo con la BBC, a casi cien años sin una actividad prominente, la falla oriental de Anatolia registró un sismo de magnitud 7.8. Acto seguido, el paroxismo de terror resonó con una réplica inusual de 7.5 grados. Después vinieron 7 mil 500 réplicas.

La prensa internacional arroja constantemente las actualizaciones en el conteo de defunciones. Entre ambos países ya rondan las 50 mil 300, –más de 44 mil de origen turco y casi 6 mil difuntos que residían del lado Sirio–.

Alrededor de 160 mil edificios se convirtieron en escombros o terminaron con graves daños que hicieron inhabitables las estructuras. Antes del amanecer, en el sureste de Turquía y el norte de Siria, hogares, familias, historias, anhelos, comunidades, una gran riqueza espiritual, historia y cultura, colapsaron y se erigieron en prisiones. Prisiones en donde miles de personas fueron acorraladas para enfrentar, sin aviso y a su modo, el indescriptible acto de sostener la mirada ante la muerte.

Al centro de la tragedia, las víctimas e integrantes de cuerpos de rescate han descrito el suceso como un apocalipsis. Ciertamente, una experiencia difícil de verbalizar, de descrifrar, describir o transmitir. Hace falta introducirse, entregarse, sentir; vivir y revivir; probar la realidad amarga y tragar.

Käthe Kollwitz, pintora y escultora de Königsberg, Alemania, asumió esa faena en 1903. Concentró dolor, coraje, desasosiego y vacío, y plasmó, en jornadas de millones de latidos –a intensidad variable– su experiencia de ver a la muerte a los ojos.

Dotada de una clara dimensión social en su quehacer artístico, Kollwitz, fracturada, pero erguida sobre la cima de su labor creativa, admitiría en 1920: “Es mi deber expresar los sufrimientos de la humanidad, los interminables sufrimientos acumulados en lo alto de la montaña. Esta es mi tarea, pero no es fácil de cumplir”.

“Käthe Kollwitz, pintora y escultora de Königsberg, Alemania, asumió esa faena en 1903. Concentró dolor, coraje, desasosiego y vacío, y plasmó, en jornadas de millones de latidos –a intensidad variable– su experiencia de ver a la muerte a los ojos”.

Aquella obra de 1903 tiene por título: Mujer con niño muerto. Una Piedad terrenal en la que se vertió el veneno que disolvía en vida a las madres que sufrieron la muerte de sus hijos vencidos en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Jóvenes inmóviles que, a diferencia de la obra de Miguel Ángel, en la obra de Kollwitz no resucitarán.

En la técnica, recurrió a los principios de la escultura para moldear su lenguaje en el dibujo. En la composición da forma a dos figuras que se fusionan sin ceñirse a la búsqueda de una silueta humana. Un luto tallado en piedra. La misma piedra que hoy al sureste de Turquía y al norte de Siria abandonó su arquitectura para encerrar desordenadamente cuerpos inocentes. “Interminables sufrimientos acumulados en lo alto de la montaña”.

Los puntos sutiles de luz, en la frente y la nariz del niño, parecen ser el reflejo de un material sólido, una roca caliza. La parte inferior del cuerpo, en contraste, parece desvanecerse. La piedra que corona y hace relucir el hueso frontal del rostro se hace polvo, se disgrega y se erosiona en sus pies.

La ausencia y el vacío se arremolinan en una fuerza que oprime a la madre hacia su hijo, y empujan al hijo a sobrepasar el cuerpo de la madre. De esta unión sobresale una línea histórica tangencial que apunta a Iliá Repin, en su obra Iván el Terrible. Ambos centran a la muerte como protagonista y colocan a los testigos en la posición de obedecer el impulso de succionar el cuerpo inerte del difunto amado. Regresarlo a su interior.

“… sobresale una línea histórica tangencial que apunta a Iliá Repin, en su obra Iván el Terrible. Ambos centran a la muerte como protagonista y colocan a los testigos en la posición de obedecer el impulso de succionar el cuerpo inerte del difunto amado”.

El dolor que Kollwitz llevó al lienzo lo viviría más tarde al encarar los ojos mortecinos de su hijo Peter, derrotado en las líneas de batalla de la Primera Guerra Mundial. Y más adelante, de su nieto, también llamado Peter, víctima de la Segunda Guerra Mundial.

Antes de ello, sin embargo, y producto de una sólida crítica social, retrató la inmersión del desafortunado que naufraga en la corriente infinita del sinsentido y en el deseo profundo de ponerle fin. “Quiero tener un efecto en mi tiempo, en el que los seres humanos están tan confundidos y necesitados de ayuda”, escribió la expresionista alemana.

En este invierno del 2023, miles de turcos y sirios, pero también de hombres y mujeres solidarios del mundo, han tenido la valentía de introducirse en los vacíos estrechos formados entre ruinas.

En los restos de lo que, días antes, eran ciudades coronadas de piedra caliza, hoy hay que escarbar entre el polvo, atravesar su fantasma erosionado; caminar aprisionados por latidos intensos que envuelven la certeza –casi absoluta– de tener que mirar a la muerte a los ojos.

En 1903 la inspiración que condujo a Käthe Kollwitz a retratar el dolor punzante de una madre que acoge entre sus brazos a su hijo muerto fueron los escenarios sociopolíticos que dieron paso a la Primera y a la Segunda Guerras Mundiales. Impulsos humanos de poder y gloria.

Hoy, se apunta a un fenómeno natural, ajeno a las voluntades humanas. Pero, de las ruinas y sus víctimas, azuzan importantes cuestionamientos.

El punto: En su texto Painting and Drawing, Max Klinger argumentó que el dibujo es un arte exacto que debe ser considerado como una disciplina diferente y separada de la pintura, no como una antesala de esta. En el dibujo, aseveró, no hay vuelta atrás y en su simpleza pueden representarse con transparencia y fidelidad los escenarios y sucesos de la vida política y social. Käthe Kollwitz fue una destacada exponente de su premisa.

La línea: En Turquía convergen cuatro grandes placas tectónicas: la Arábiga, la Euroasiática, la Africana y Anatolia; lo que hace de esta nación uno de los territorios con mayor actividad sísmica en el mundo.

Que decenas de edificios recién construidos hayan colapsado podría ser un indicativo de que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan ha navegado en mareas de reglamentaciones laxas. Impulsos humanos de poder y gloria.

Al tomar protesta como presidente, Tayyip Erdogan declaró: “Como presidente juro por mi honor e integridad, ante la Gran Asamblea Nacional Turca, salvaguardar la existencia e independencia del Estado. La integridad indivisible del país, atenerme a la Constitución, a la Ley, a la democracia y a los principios de la república secular”. Tras décadas de erosión, sólo queda su fantasma.

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Last modified: 7 marzo, 2023
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