HISTORIA Y FOTOS: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX
A través de un pasillo angosto, lleno de refacciones, herramientas y máquinas descompuestas, Don Rafael Coronado camina por el taller de electrodomésticos que atiende con sus hermanos y su hijo. Con habilidad y ligereza sale, haciendo invisibles su prótesis, su bastón y su muleta, para ajustar las válvulas de un refrigerador herido, y da instrucciones a los demás para ponerlo a funcionar de nuevo.
“Llegamos a Querétaro cuando tenía yo 3 años, casi desde que enfermé de poliomielitis. En la adolescencia, estudié para técnico en refrigeración, pero no terminé, ya sabes, me entraron las ganas de casarme y tener familia. Igual nos seguimos con la refrigeración, mi hermano se especializó en lavadoras y secadoras para cubrir la demanda en un mismo negocio”, cuenta.
“En su momento, incluso, algunos clientes para los que trabajé me ofrecieron mandarme con médicos para tratarme, pero todos me daban malos pronósticos, así que mejor así lo dejé, y aquí andamos: yo me acostumbré a llevar una vida normal, saqué a mi familia adelante y les di estudios a mis hijos”, agrega.
Originario de Solís, Guanajuato, a sus 76 años, Rafael Cornado Hernández lleva 60 dedicándose a la reparación de refrigeradores y otros electrodomésticos, en su taller “Refrigeración Hernández”, originalmente ubicado en la calle Allende, ahora en el #29 de Manuel Tolsa, casi frente a la Alianza Francesa. Según cuenta, de los cuatro técnicos en refrigeración que había cuando él inició, allá en 1960, Rafael es el único que queda con vida.
“Decidí estudiar los sistemas de refrigeración porque me parecía fascinante entender su funcionamiento, sus aplicaciones y sus posibilidades. Cuando yo empecé, los refrigeradores eran análogos, por lo que uno tenía que entender todas sus partes para poder realizar la instalación o reparación manualmente. Ahora, nos toca actualizarnos, seguir estudiando”, comenta don Rafa.
En un principio, incluso antes de que se unieran sus hermanos, Coronado trabajaba sólo con clientes grandes, como la familia Torres Landa, que en ese momento habían abierto un hotel que necesitaba aires acondicionados y cámaras frías. Esos servicios le fueron dando renombre, a tal grado, que ha provisto servicios para los gobernadores del estado, “de Manuel Gonzáles de Cosío, pal real”.
“Los electrodomésticos son casi los mismos que antes, incluso con las nuevas tecnologías, para ser sincero. Antes tenían controladores análogos, ahora son tarjetas digitales, nosotros sólo hemos tenido que ponernos a leer y estudiar para mantenernos a la vanguardia”, agrega Roberto Coronado, hermano de Rafael y experto en lavadoras y secadoras.
A pesar de haber hecho una vida normal durante décadas, hace 9 años don Rafa comenzó a tener problemas de circulación en su brazo izquierdo, debido al uso de la muleta. Era necesario operar y, aunque el médico tenía esperanza en su recuperación, hubo complicaciones que, después de algunas semanas, los obligaron a amputar el brazo.
“Tras la amputación, un nuevo doctor me atendió y me sacó adelante. Incluso me ofreció demandar al médico anterior, pero a mí eso de andarme metiendo en problemas no me gusta, si de todos modos aquí ando, primero Dios, jalando”, confiesa.
Erika Coronado, hija de Rafael, comenta: “El día después de la operación todos nos sentíamos en el aire, desconcertados. Obviamente mi papá se deprimió durante un tiempo, tenía que quedarse en casa y le costaba mucho trabajo moverse y valerse por sí mismo. Decía que estaba desesperado, que él nunca había parado de trabajar desde los 15 años”
“Posteriormente, me puse a investigar y encontramos muchas opciones de prótesis y de médicos que nos apoyaron. Al Crimal (https://www.crimal.org/) vinieron unos alemanes a probarle su primera prótesis y, desde entonces, ya ha tenido tres, cada una mejor que la anterior”, agrega Yasmín Coronado, otra de sus hijas.
Ellas mismas explican que la prótesis actual le permite hacer su vida normal, en buena medida, porque se las ingenia para seguir trabajando, utilizando todas las partes de su cuerpo. En un principio, cuenta, les preocupaba mucho su estado de ánimo, pero, al mostrarle vídeos de gente que se encontraba en situaciones similares, se motivó y se olvidó de las limitantes.
“La curva de adaptación le tomó sólo 3 meses, antes de eso, ya estaba viniendo a trabajar al taller, aunque fuera en silla de ruedas. En el Crimal le daban acompañamiento psicológico y, en algún punto, él parecía el terapeuta, de lo motivado que estaba, incluso contagiaba a los otros pacientes con los que platicaba”, añade su hija.
“Incluso con el problema en su brazo, mi hermano aquí anda, dándole, porque sabe que lo vienen a buscar muchas personas que ya han escuchado lo bueno que es y la calidad del trabajo que hacemos en este taller”, agrega Roberto.
Rafael Coronado, hijo mayor del matrimonio, ahora trabaja medio tiempo en el taller, y cuenta: “Originalmente pensé que le costaría más trabajo acostumbrarse, vi que lo que podía hacer era apoyar, pues él es la voz de la experiencia, y yo, la mano de obra. Es lo menos que puedo retribuir a mi papá por todo lo que él hizo por nosotros”.
Aun cuando los primeros meses le costó mucho trabajo, físico y emocional, acostumbrarse a vivir sólo con la mano derecha, don Rafa cuenta que hoy ya no se le dificulta. Por ejemplo, en un principio, su esposa lo ayudaba a bañarse y después de unas semanas, se dijo a sí mismo “¿por qué no voy a poder solito?” y, antes de que doña Guadalupe terminara de subir las escaleras, su esposo ya se había bañado y cambiado.
Guadalupe Medina es la matriarca de la familia Coronado y socia estratégica de “Refrigeración Hernández”. Durante 30 años ha sido dueña de un local en el mercado de Santa Mónica, donde vende refacciones para electrodomésticos y refiere a sus clientes que necesitan reparaciones, al taller Hernández.
La historia de cómo conoció a Rafael, hace más de 50 años, cuando recién había llegado a Querétaro, la recuerda a la perfección: “Yo tenía 20 y él 24. Un día nos conocimos, nos casamos y vinieron los hijos. De eso han pasado 52 años, ya ni sé de qué es el aniversario que sigue, de diamante, yo creo”.
Sin embargo, don Rafa tiene otra versión: “La conocí en un bar —dice entre risas— ya a esta edad uno pierde la memoria, toda la vida hemos estado juntos. Lo del bar es mentira, la conocí en casa en su tía cuando ella apenas había llegado de Chihuahua”.
Del mismo modo en que la vida de Rafael y la familia Coronado Medina ha cambiado con los años, así mismo se ha transformado la ciudad que los ha visto crecer. Hoy, señalan que, así como los refrigeradores evolucionaron, también lo ha hecho Querétaro, para bien y para mal. Bien lo dice Don Rafael:
“Antes todo mundo se conocía, ahora ya nadie se conoce entre sí, hay gente de todos lados”
“Cuando fuimos niños éramos poquitos, ahora la ciudad es más tráfico, mucha más gente, más todo”, completa don Francisco.
Por ejemplo, para doña Guadalupe es cada vez más difícil llegar a su local en el mercado, como ella dice riendo: “como quiera los 72 años ya pesan… para morirse hasta los jóvenes, pero más vale cuidarse”.
Sin embargo, los hijos del matrimonio, quienes han vivido en Querétaro toda su vida y han hecho sus familias aquí, ven con ojos distintos estos cambios: “Querétaro ha crecido mucho porque ha llegado industria y con ella, personas. Así, también, hay más servicios, mejor nivel de vida, y más costosa”, comenta Rafael hijo.
“Recuerdo que cuando niña nos movíamos mucho en bici pero, conforme fue creciendo la ciudad dejó de ser posible porque la gente no tenía la cultura ni había infraestructura para ello. Ahora la ciudad está hecha un caos por las obras, pero cuando acabe habrá mejores opciones para movernos, además del automóvil”, añade Erika.
Al ser el mayor de 12 hermanos, padre de 5 hijos y abuelo de 7 nietos, Rafael Coronado Hernández aún tiene mucho que por dar y su legado, profesional y personal, vive en sus clientes, amigos y familia.
“El negocio va para arriba, con la experiencia de mi papá y mis conocimientos en mejorar procesos, englobamos y engranamos las posibilidades, para hacer crecer el negocio familiar. Ese es mi sentir, en un futuro, tener una empresa relacionada al taller y a la refaccionaria, que ya están bien establecidos y reconocidos. En ocasiones, incluso, nos han venido a buscar los nietos de los clientes originales de mi papá”, adelanta Rafael hijo.
Refrigeración Hernández nunca ha invertido en publicidad, de ningún tipo, como ellos aseguran, pues es la misma gente quienes los recomiendan y los conocen por la calidad de su servicio. Desde los inicios de don Rafa, hasta la actualidad, con las nuevas generaciones haciéndose cargo.
“Después de perder mi brazo, sólo cambió que no puedo usar zapatos de agujetas, así que uso de broche; que ya no puedo subir azoteas para reparar los aires acondicionados, o construir cámaras frías, o recargar tráileres refrigerantes, pero seguimos reparando electrodomésticos; tampoco puedo manejar manual, como lo hice toda la vida, pero tengo mi coche automático y diario llevo a mi señora a su tienda y luego vengo a abrir el local y trabajamos de 7:00 de la mañana a 6:00 de la tarde”, afirma don Rafa.
Los cinco hijos del matrimonio, como cuentan Guadalupe y Rafael, recibieron educación y se recibieron como profesionales. Hoy, son queretanos exitosos, con familias, e involucrados con su comunidad.
“Siempre he admirado a mi papá que, a pesar de sus dificultades físicas, ha tenido unas ganas enormes de trabajar, de echarle ánimo, para mantenernos a mis hermanos y a mi mamá, y darnos estudios, que no es poca cosa”, expresa Erika.
“Queremos dar gracias a Dios por tener a nuestros padres en vida, dejarnos apoyarlos en esta nueva etapa. Sacarnos adelante, mantenernos unidos, enseñarnos tanto. Ser su mano de obra, incluso. Los queremos y los admiramos mucho, son guerreros, un gran ejemplo”, manifiestan Yasmín, Erika, Rafael y su esposa, Nancy.