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“Nos mean y Clarín dice que llueve” fue una de las frases más lúcidas y potentes durante las protestas sociales en Argentina a finales del año 2001, tras el desastre y saqueo neoliberal que dejó en la orfandad económica a millones de ciudadanos en aquella nación latinoamericana. Tal inventiva del imaginario popular bien podría utilizarse para resumir el contexto mexicano durante la segunda mitad del siglo XX y los primeros 18 años del siglo XXI.
En el lugar del derechista diario argentino, en México usted coloque el nombre de la televisora o del periódico o incluso del comunicador que se le venga a la mente para casos infames como Tlatelolco, El Halconazo, el fraude electoral en 1988, la irrupción zapatista durante las primeras horas de 1994, la huelga de finales de siglo en la UNAM, la brutal represión contra Atenco en 2006, así como el fraude electoral realizado en ese mismo año, la –hoy lo sabemos, siempre lo supimos– ficticia guerra contra el narco, Ayotzinapa, y un largo etcétera…
No por nada, meses antes de la elección presidencial del año 2012, aquel refrescante movimiento estudiantil del #YoSoy132 realizó una de sus mayúsculas protestas no en el Zócalo ni en la periferia de Los Pinos ni en la Secretaría de Gobernación, sino en la sede del poder mediático en México: las instalaciones de Televisa en Avenida Chapultepec…
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“Somos soldados del PRI y del presidente”, dijo el otrora dueño de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo, previo a las elecciones presidenciales del año 1982 en México. Al escribir estas líneas, en mi memoria evoco una de tantas bochornosas postales que han generado los medios de comunicación en este país: me refiero a la transmisión televisiva del noticiero matutino de Televisa, el cual en vivo y en directo en la mañana del 4 de mayo de 2006 exhibió al reportero Mario Torres encabezando el operativo represivo de la Policía Federal Preventiva, misma que ingresó a Atenco para violar cualquier cantidad de leyes y derechos humanos.
Incluso, ¿quién puede olvidar las expresiones de Jorge Zarza y Gloria Pérez-Jácome en el noticiario Hechos de la Tarde, transmitido por TV Azteca el 3 de mayo de 2006, pidiendo más elementos policiacos para robustecer el proceder gubernamental en Atenco, el cual al finalizar dejaría un saldo de dos menores asesinados, 31 agresiones sexuales en contra de mujeres, torturas, detenciones arbitrarias y demás actos de abuso de poder?
En México, históricamente, la mayoría de los medios de comunicación ha intentado legitimar la narrativa emanada desde el partido oficial y el gobierno federal en turno. Desde la pantalla de la televisión y en las páginas de los diarios se han señalado a quienes deben ser mirados como los enemigos sociales. Nos han dicho que debemos temerle a tal grupo de campesinos, a un levantamiento de indígenas e incluso a un puñado de estudiantes, todo a causa de que son expuestos como sinónimo de un peligro supuestamente inminente.
Sistemáticamente se ha construido al miedo como idea política.
Dicha labor ha recaído en los hegemónicos medios de comunicación. Ante el mínimo atisbo de protesta o posibilidad de cambio a favor de los intereses de sectores populares, la maquinaria mediática inmediatamente activaba sus aceitados y eficaces mecanismos para inocular antipatía, así como sentimientos adversos entre quienes se atrevían a protestar y quienes permanecían pasivamente en una condición de subordinación.
El miedo construido mediáticamente como sentimiento y, después, traducido en posicionamiento político por el televidente del noticiario estelar o el lector de tal o cual periódico. El miedo como estrategia para informar y como mecanismo para gobernar.
A veces nada es más eficiente que el arte para describir la realidad. A cuento de lo ya dicho, bastaría recordar aquel lúcido y certero poema intitulado “Miedo”, de la autoría del recientemente fallecido Charles Simic:
El temor pasa de hombre a hombre
sin saberlo,
como una hoja pasa su temblor
a otra.
De repente todo el árbol tiembla
y no hay ni rastro de viento.
Durante gran parte del siglo XX y en los años iniciales del siglo XXI, los hegemónicos medios de comunicación en México colocaron sobre la mesa lo que sería la agenda temática y las narrativas posibles, sin permitir el menor resquicio discursivo a movimientos sociales ni a víctimas de injusticias.
La agenda y la palabra eran de ellos, sólo de ellos.
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“Ustedes no van a poner la agenda”, dijo el presidente López Obrador durante su conferencia matutina del pasado viernes 10 de marzo de 2023.
El político tabasqueño dirigió su mensaje al medio digital Animal Político, pero uno entiende que el recado lo hizo extensivo a los ya conocidos periódicos, a las televisoras y también a los comunicadores a quienes ha señalado de realizar un periodismo de derecha, lejano del pueblo y cercano a la oligarquía, tal como expresó en la ya citada rueda de prensa.
En México así se concibió la vida pública, al menos desde la mitad de la centuria pasada: el presidente ordenaba y tanto las televisoras como la prensa obedecían, ya sea para difundir una narrativa en específico o de manera más simple y llana: para callar. Después, con la consolidación del modelo neoliberal y el empoderamiento de la élite empresarial, los magnates del dinero ordenaban y el Ejecutivo obedecía…
¿Qué sucedió para que, hoy en día, el presidente dispute tanto la agenda como las narrativas a los otrora medios de comunicación alineados a los discursos y prácticas emanados de la clase política en el poder?
Los constantes ataques provenientes desde quienes perdieron carretadas de millones de pesos, obtenidas en sexenios pasados mediante conceptos de publicidad gubernamental, no parecieran pertenecer al género de las simples reacciones rencorosas ante los privilegios extraviados, sino más se asemejan a una desesperada intentona por reconstruir la madeja de narrativas que posibilitaban algo actualmente inactivo: en gobiernos anteriores prácticamente la mayoría de la sociedad mexicana miraba como natural, lógico e inmodificable que millones y millones de pesos se dirigieran a las arcas de los medios de comunicación y de algunos consentidos periodistas.
Hoy esa excesiva y pretérita costumbre es uno de los temas que más se discuten enredes sociales, por ejemplo.
Algo ha cambiado, sin duda alguna.
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En gobiernos priistas y panistas la agenda temática de la discusión nacional se imponía y difundía, irremediablemente, desde las pantallas de la televisión y, en menor medida, a través de las páginas de los diarios. El presidente en turno era, al estilo hobbesiano, una entidad omnipresente y omnipotente… pero nadie nunca lo miraba ni escuchaba, al menos en el plano de los ciudadanos de a pie. ¿Debatir? ¿Rendir cuentas? ¿Responder?: ¡nada de eso…! Para fungir como vocería gubernamental estaban, ¡cómo no!, los conductores de los noticiarios matutinos y nocturnos.
Hoy, peculiarmente, esos medios no tienen ya la facultad de dictar la agenda temática nacional desde sus estudios de televisión ni en las redacciones de los diarios; malamente para los dueños de tales emporios mediáticos, ahora sus empleados deben asistir todos los días a la conferencia matutina de López Obrador. Allí, el nacido en Macuspana, Tabasco, enfila un tema, señala otro o en un subalterno suyo delega la atención y la resolución de una problemática social, pone el acento en determinada situación o da una explicación detallada acerca de tal o cual asunto. Él, diariamente, construye gran parte de la agenda temática mientras que los medios en orfandad tras las prebendas gubernamentales tan añoradas, un día sí y el otro también intentan disputarle eso: la palabra, la narrativa y la agenda.
La frase “Ustedes no van a poner la agenda” es, me parece, la más clara síntesis del entramado de relaciones actuales entre el gobierno federal y los otrora hegemónicos medios de comunicación. Actualmente estamos frente a la disputa, muchas veces subida de intensidad en la pugna, entre dos modos de mirar, nombrar, concebir y desear a la realidad mexicana.
Pareciera muy sencillo de entender: antes se “gobernaba” para favorecer a ciertos selectos grupos y las narrativas mediáticas construían una realidad a modo de dichas prácticas que edificaron a un país con más de 50 millones de pobres; hoy, la puesta en práctica de las políticas públicas basadas en la máxima“ primero los pobres” requiere de la difusión y explicación casi pedagógica de distintos temas importantes de la agenda social.
La agenda, como las narrativas y el país, se hallan en disputa.
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En la contienda por hacerse de las palabras que interpreten y describan a la actualidad y al pasado, ¿acaso no se echa de menos la presencia de medios públicos más robustos, rigurosos, precisos e incluso críticos del actual gobierno para que el ciudadano pueda hacerse una mirada más profunda sobre lo que, diariamente, se discute en la conferencia presidencial que no es otra cosa que la batalla entre dos proyectos de nación?
La mañanera de López Obrador se convirtió, indudablemente, en el medio de comunicación más eficaz, potente y masivo con el cual cuenta el gobierno de la denominada Cuarta Transformación.
¿Y los medios públicos? Hasta la fecha han sido satélites de la conferencia matutina, sin capacidad propia –hasta ahora– para colocar un tema en la agenda. ¿Y la Agencia Notimex? Paralizada por intereses ligados al pasado que añoran otrora tiempos de vacas gordas en el presupuesto, mismo que favorecía alegremente tanto a la cúpula administrativa como al grupo sindical que, poco y nada, sabía sobre periodismo.
“Nos mean y Clarín dice que llueve”.
De un tiempo a esta parte, en México podríamos invertir el orden de esa frase y afirmar que llueve, pero _________ (coloque aquí el nombre del medio o comunicador que llegue a su mente) dice, iracundamente, que nos orinan.
Excelente análisis, felicitaciones maestro, la MAÑANERA es la POLÍTICA que debe continuar, es la esencia de una democracia con transformación
Te agradezco la lectura, estimado Enrique.
Va un abrazo fuerte.
Un excelente análisis de la realidad que vivimos en México el día de hoy, si bien es cierto que muchos mexicanos sabíamos lo que sucedía en nuestro país, también es cierto que la avalancha mediática y poderosa de la oligarquía que durante décadas utilizó la administración pública como su juguete personal para enriquecimiento ilícito, intentó por todos los medios legitimar sus canalladas “haigan sido como haigan sido”.
Es esperanzador saber que hay voces como la de Mario Bravo qué de forma objetiva tocan temas que son de primordial importancia para el desarrollo del México que todos merecemos.
Muy acertado y concreto artículo. Justo este artículo es una de las muchas cosas que los medios no dirán jamás. La verdad es algo que nunca debe dejar de decir.
Muchas felicidades, gran artículo