Es bien sabido que es en el cerebro en donde radica la esencia de la vida humana; es decir, las personas podemos perder un miembro sin que ello implique nuestra muerte, e inclusive actualmente algunos órganos, como el corazón, pueden ser asistidos por máquinas para que continúen realizando su función y nosotros podamos alargar nuestras vidas. Sin embargo, cuando nuestro cerebro muere la vida termina; aun si este sólo sufre daños en algunas regiones, las consecuencias suelen ser muy importantes para la calidad de la vida subsecuente.
Una hemorragia cerebral no puede detenerse fácilmente mediante la cicatrización espontánea que sucede con otros tejidos como el cutáneo. Cuando el cerebro sangra y deja sin irrigación alguna zona, se ocasiona una pérdida de masa cerebral que deriva en la formación de una oquedad casi imposible de recuperar pues, a diferencia de otros tejidos vivos, el neuronal tiene muy poca capacidad para auto reconstruirse. Por ello es que resulta muy importante desarrollar alguna técnica que aumente la eficiencia de regeneración del tejido cerebral.
Para el correcto funcionamiento de la materia gris, resulta igualmente importante el conocer las características de la compleja red de circuitos eléctricos que sostienen al sistema nervioso, por lo que se piensa que la implantación de circuitos electrónicos en el cerebro podría ayudar no sólo a conocer más acerca de estos circuitos neuronales, sino también a modularlos para prevenir o tratar diversas enfermedades. Pero aquí también existe una dificultad importante, ya que existe una profunda discordancia entre la rigidez de los sustratos inorgánicos que se utilizan para la fabricación de los circuitos electrónicos y la delicadeza de los tejidos vivos, mismos que pueden resultar dañados con el simple contacto; lo que podría derivar en la afectación colateral de órganos o sistemas completos.
Ante estas dos fronteras que hasta hace poco parecían infranqueables, se yerguen desafiantes la ingeniería neuronal y la electrónica blanda o suave. Dos disciplinas que buscan alcanzar el límite de la mortalidad para empujarlo al extremo. En el caso de la primera, el uso de hidrogeles sintéticos, formados por una mezcla balanceada de hidrogel neutro con una combinación adecuada de monómeros aniónicos y catiónicos, ha probado ser una opción viable para la reconstrucción cerebral.
En los primeros ensayos el coctel, inmerso antes en factor de crecimiento vascular endotelial para favorecer la vascularización, fue sometido a criogelación para volverlo poroso y luego depositarlo en regiones cilíndricas de un milímetro de diámetro y también uno de profundidad, formadas tras el retiro de tejido cerebral en ratones de laboratorio. Luego de 56 días, el poroso hidrogel sirvió como el andamio en el que las células inmunitarias y los astrocitos circundantes pudieron infiltrarse para formar la estructura cerebral básica sobre la que posteriormente fueron sembradas células neuronales madre, mismas que pudieron generar una considerable masa neuronal, alimentada por la nueva red de conductos sanguíneos.
En lo referente a la creación de circuitos electrónicos blandos, el gel formado con el monómero conocido como ETE-COONa, peroxidasa de rábano picante y enzimas lactato y glucosa oxidasas, fue inyectado en aletas de peces cebra, en donde se difundió trazando conductos polimerizados de consistencia suave. Posteriormente, el gel con lactasa fue probado en el cerebro de los peces cebra para comprobar con éxito que su polimerización efectivamente permite la conducción de corrientes eléctricas, al mismo tiempo que demostró tener una nula toxicidad.
A través de estas dos rutas es como la humanidad avanza con paso firme hacia una mejor comprensión del cerebro, el elemento clave de la vida. Una vez dominadas las nuevas técnicas, será posible reconstruir la masa gris a voluntad y controlar la compleja red de circuitos eléctricos por la que pasan los pulsos de energía que nos definen como seres inteligentes. Si tal momento llega algún día, entonces la vida humana podría prolongarse a voluntad, con todo lo que ello signifique.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.