REPORTAJE: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Sergio les pegó “un par de veces” a sus hijas mayores. “Una vez se lo merecían y a veces hay que educar aunque te duela, otra vez fue para desquitar el coraje y me sentí mal”. A él lo educaron así “porque no había más”, hoy las cosas las ve diferentes. “Te pegaban por distraerte, por hablar cuando no debías, por jugar, por ser niño”.
Tiene más de 60 años y no permite que le griten o le peguen a sus nietos. Para él, la iniciativa de ley que reforma y adiciona diversas disposiciones del Código Civil del Estado de Querétaro y de la Ley de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Querétaro para Prohibir los Castigos Corporales y Castigos Humillantes es un paso importante, pero se debe acompañar de acciones para educar a toda la población sobre la forma correcta de educar y tratar a los más pequeños.
La presidenta de la Red por la Infancia y la Adolescencia en Querétaro (RIAQ), Cecilia Fernández, también aplaude la reforma que aprobaron los diputados locales para prohibir los castigos degradantes y humillantes, pero coincide con la urgencia de educar a todas las personas, para que no se normalice la violencia cotidiana contra las niñas, niños y adolescentes, sobre todo porque “cerca del 80 por ciento de las infancias han sido víctimas de alguna forma de violencia”.
“Es una ley para celebrarse, es un avance, si se logra bajar al terreno de la calle, la casa y la escuela va a ser un derecho significativo a los derechos de las niñas, niños y adolescentes, lo que nos sigue faltando es el trabajo a nivel cambio de hábitos y roles que exigen en la crianza y la educación para llegar a una crianza cien por ciento libre de castigos corporales, ahora tenemos la ley que lo prohíbe pero necesitamos políticas públicas y dinero de por medio para capacitar, educar, escuelas para padres”, señala Cecilia Fernández.
Crecer con golpes
A Sergio lo educaron con golpes. “Mi mamá, mi abuela, la maestra de preescolar y yo no recuerdo haber sido maldoso, fui tranquilo, por ejemplo, mi hermana a veces hacían cosas y me echaba la culpa y venía la nalgada, el cinturonazo, mi abuela usaba la chancla y el cable de la plancha. Mi mamá era más de pellizcos y nalgadas, no todo el tiempo, pero sí con cierta regularidad”.
En el preescolar también le tocó una maestra “muy golpeadora”, aunque no era al que más maltrataba. “Me tocó castigo como a todos, nos pedía meter las manos en el mesa banco, donde se levantaba la tabla, nos daba un tablazo y hasta se sentaba encima, nos pegaba con la regla del metro, esas de madera largas, nos aventaba el borrador, el gis. Fue una maestra de que la que aprendíamos mucho, nadie se quejó”.
Sergio recuerda a los compañeros a los que le tocaba más seguido el castigo, pero no tiene alguna idea de qué tipo de travesuras los llevaban a ganarse los golpes o los gritos. “Éramos latosos como todos los niños, nada fuera de lo normal, platicábamos, nos distraíamos, no llevábamos la tarea o el libro”.
Cuando sus hijas eran pequeñas él fue muy gritón “y un par de veces les pegué”. Cuando el golpe estaba “justificado” porque se trataba de “educarlas”, no sentía remordimientos. Pero a veces, confiesa, “sí te sientes arrepentido, te dices: no debí, debí reaccionar de manera distinta, porque a veces es solamente desquitar el coraje y te sientes muy mal”.
“La chancla voladora”
La diputada local Mariela Morán, promotora de la iniciativa, explica que el pretexto de educar ya no puede utilizarse para violentar derechos ni la dignidad, además que esta reforma homologa la legislación local con la federal, al definir claramente lo que es el castigo corporal y los castigos humillantes. Sin embargo, todavía tendrán que hacerse mesas de trabajo para establecer las sanciones que se requieran.
Cecilia Fernández advierte que una de las mejores maneras de entender la normalización de la violencia contra las infancias son las bromas sobre la chancla, los gritos, la amenaza de abandono o la ley del hielo que se aplica sobre las niñas, niños y adolescentes.
“Lo único que dejan ver es que son estas secuelas de traumas que ha generado en generaciones que han o hemos sido violentadas y se generalizó como mecanismo de normalización”. Se estima, agrega, que casi el 80 por ciento de las infancias en México “han sido víctimas de alguna forma de violencia”.
Esa violencia se ejerce, en primer lugar, dentro de las casas, en segundo en las escuelas y en tercero, en la calle. “Está para escandalizarse. Nos enteramos (de esto) cuando nos queman con agua hirviendo, cuando algún caso se vuelve viral, pero las violencias se refieren a la violencia psicológica, la ley del hielo, la negligencia, la indolencia, el maltrato físico, gritos, encerrarlos en lugares, es un mundo oscuro porque sucede atrás de las puertas de la casa”, insiste la especialista.
Ante la reforma que se aprobó en la Legislatura Local, la presidenta de RIAQ advierte que es un avance significativo, aunque no pueden esperarse resultados en un año, porque es necesario “capacitar a las personas que son padres y madres y responsables de crianza, a todas las personas que tengan contacto con niñas, niños y adolescentes en métodos de crianza dignos, razonables, respetuosos de sus derechos para que estas modificaciones sean posibles”.
“Con un adulto tenemos un problema y lo primero que hacemos no es soltarle un golpe, sin embargo, con un niño o una niña se considera no sólo posible, sino adecuado. Se siguen haciendo comentarios que la generación de cristal, que de todo se quejan, que están muy débiles, que con una nalgada se resuelve, sigue siendo parte de la cultura, de las enseñanzas de generación y ahí es donde está lo que hay que atender. Sí es una ley, sí ayuda, malo que no estuviera, pero ley sin política pública, sin dinero, sin presupuesto es nada”, insiste.
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En ocasiones una nalgada a tiempo vale más que mil arrestos en el futuro.