Una de las principales obras viales durante el sexenio 2009-2015 en Querétaro fue la construcción del tercer carril en el Boulevard Bernardo Quintana, justo debajo de los arcos del histórico Acueducto de Querétaro.
En ese entonces, se argumentó que incorporando este nuevo espacio para la circulación se volvería más ligero el tráfico de automotores por la zona y, por ende, mejoraría la movilidad citadina.
Recuerdo que uno de los debates que se gestaron fue en torno a la viabilidad de hacer ese carril sin que los soportes de los arcos sufrieran deterioro alguno. Al paso del tiempo, ningún daño sufrieron.
La misma “lógica”
En el siguiente sexenio, de 2015 a 2021, de entre la diversidad de obras públicas que se ejecutaron, hubo una que se hizo con la finalidad de desahogar el tráfico vehicular en la misma arteria (Boulevard Bernardo Quintana): se recorrió el acceso de los carriles centrales a la lateral de norte a sur, dando la opción para los automovilistas de incorporarse así a Avenida Universidad o a la Calzada de Los Arcos.
En la primera temporada de lluvias, este nuevo acceso se inundó; se formó una monumental laguna en la zona, lo que obligó a intervenir nuevamente la referida obra para corregirla.
Vistas al paso de los años, ambas acciones han sido devoradas por el tránsito vehicular; el objetivo de aligerar la carga de automotores y de mejorar la movilidad simplemente no se cumplió con estas acciones.
Algo parecido está sucediendo en otras ciudades, como la de México, en la que se construyeron los famosos “segundos pisos” con la misma intención: ampliar el área de rodamiento y así descongestionar las vialidades.
Lo que ha sucedido con los tres ejemplos ha sido exactamente lo contrario; en lugar de reducir la carga vehicular se ha incrementado, ¿por qué? Pues porque en la medida en que las obras se hacen exclusivamente para los autos se fomenta el uso de los mismos.
Círculo vicioso
Es una dinámica muy parecida a la que construyen las personas que consumen cotidianamente bebidas carbonatadas (refrescos), o aquellas que fuman tabaco: se convierte en una constante porque no encuentran, o porque no quieren ver, otras alternativas.
Es hasta que se manifiestan enfermedades cuando muchas de estas personas intentan encontrar solución.
Así sucede cuando en una ciudad, en una zona metropolitana o en un estado, se enfoca la obra pública a construir más y más vialidades exclusivas para vehículos automotores, o en las que la prioridad para circular son ellos, bajo el supuesto (erróneo) de que con mayor fluidez de los automóviles se garantizará una mejor movilidad.
Tres pasos seguros
Para frenar esta visión y evitar que se aplique, es necesario, además de que los gobernantes entiendan que esa no es la solución a la movilidad de las ciudades, el que ellos mismos asuman la responsabilidad de implementar políticas públicas enfocadas en tres aspectos.
Primero, en garantizar un sistema de transporte público eficiente, seguro, rápido e incluyente, a tal grado que provoque una sensación de seguridad para las mujeres, que sea atractivo para quienes aún emplean el auto para trasladarse; solidario y comprensivo con usuarios de la tercera edad y con alguna discapacidad. En fin, que sea amigable con toda la población.
Segundo, que este transporte público cuente con estaciones multimodales; esto es que cualquier persona pueda transbordar gratuitamente de una ruta a otra y, de manera particular, que pueda cambiar de vehículo para moverse, como es el caso de la bicicleta.
Tercero, que este sistema de transportación por la ciudad sea amigable y profundamente respetuoso con el peatón, aplicándose la máxima de que siempre el peatón es primero. Un ejemplo claro de este principio es garantizar que toda la ciudad cuente con banquetas, lo que en muchas no sucede.
Ojalá que muy pronto este pensamiento (o alguno mejor) cunda en ciudades como la de Querétaro.