Autoría de 1:28 am #Opinión, José Antonio Gurrea C. - De Memoria • 4 Comments

UdeG: el otro suicidio – José Antonio Gurrea C.

—Necesito tu apoyo. Estoy en un proyecto universitario y me sería de gran ayuda que entrevistaras a mi gallo.

Nos encontrábamos a principios de 2007, y la llamada telefónica de mi antiguo jefe me desconcertó. Un año antes, luego de un caso de mobbing, yo había renunciado a la revista donde él fungía como director y propietario, y la relación no había terminado bien. Pensé que nunca volvería a escuchar su voz, pero ahí estaba llamándome, y no a mi celular, sino al teléfono de la redacción. Como queriendo demostrar que aún tenía control sobre mí.

Tuve la tentación de colgarle, no sin antes enviarlo al infierno sin escalas, pero no sólo no lo hice, sino que le pregunté de que se trataba el “apoyo” que requería. Rápido y breve, me informó que un viejo camarada lo había contactado con Carlos Briseño Torres, quien en los próximos meses asumiría como rector general de la Universidad de Guadalajara (UdeG). “Me ha nombrado su jefe de asesores, y necesito posicionarlo en los medios nacionales. Tengo grandes planes para él”, me dijo alardeando, como era su costumbre.

—Lo lamento, pero no cubro la fuente educativa. Soy reportero de investigaciones especiales —traté de zafarme una vez saciada mi curiosidad.

Ante mi negativa, el sujeto supo por dónde lanzar el misil, sabedor de la grave crisis que atravesaba el diario de finanzas donde ahora laboraba.

 —En unos meses Briseño va a tomar protesta como rector general de la segunda universidad más importante de este país. Si tú haces la entrevista, tu periódico va a recibir publicidad durante seis años. En cuanto Carlos llegue a Rectoría firmamos un convenio muy favorable para ustedes.

Yo era sólo un reportero, pero quería poner mi grano de arena para mejorar un poco la situación económica de mi casa editorial, por lo que acepté hacer la entrevista, y así se lo comuniqué al dueño del rotativo, quien me autorizó a gestionar el convenio.

Días más tarde, el futuro jefe de asesores me presentó a Briseño en un restaurante por el rumbo de San José Insurgentes, en la CDMX. Ahí también se encontraba Gabriel Torres, en aquel entonces director de Comunicación Social de la UdeG, pero quien se convertiría en vicerrector, una vez que el primero ocupara la Rectoría. Obsequioso en exceso, el “comunicólogo” se la pasó toda la comida elogiando mis reportajes sobre transparencia, y también dio como un hecho el convenio de publicidad. Tanta adulación sobreactuada más que causarme agrado me provocaba incomodidad.

Por su parte, el futuro rector era un oscuro economista con estudios de posgrado en medianas universidades de Nuevo México y Texas. Inseguro, durante la entrevista, nunca me miró a los ojos. Además, mostró serios problemas para articular las respuestas a mi cuestionario, pese a que tenía que ver con la universidad y su programa de trabajo como próxima cabeza de la universidad.

Su principal mérito, sin duda, era que durante 20 años había mostrado lealtad a Raúl Padilla López, el controvertido, poderoso y temido personaje que desde hacía décadas ejercía el férreo control no sólo de la UdeG, sino también de la vida política y cultural del estado de Jalisco. Vicegobernador de facto, palomeaba no sólo a los aspirantes a rectores de la UdeG, sino también a candidatos a cargos de elección popular. Además, gente de su equipo ocupaba cargos directivos dentro de los principales partidos políticos y aun en el gobierno estatal.

Con la bendición de Padilla López, Briseño Torres no tuvo problema alguno para tomar protesta como nuevo rector general el domingo 1 de abril de 2007, ceremonia a la que fui invitado para realizar la cobertura.

Durante la comilona de celebración, me acerqué al flamante jefe de asesores para recordarle su promesa publicitaria. Me comentó que me llamaría durante la semana para ultimar detalles. Nunca se reportó, y yo fui el que insistí a través de llamadas telefónicas. Me respondió el teléfono hasta un mes después, pero cuando le recordé su compromiso, me dijo que ese tema ya no le correspondía a él, que tenía que verlo con Gabriel Torres. Se despidió fríamente y me colgó. El vicerrector, antes tan zalamero, me dijo cortante que no había presupuesto para los medios nacionales. “En cuanto caiga algún recurso yo te marco”, dijo. Por supuesto, esa llamada nunca llegó.

No sólo el vicerrector y el jefe de asesores perdieron el piso rápidamente. A mediados de 2008, Carlos Briseño comenzó a golpear al grupo de Padilla López (al que él pertenecía), denunciando presuntas irregularidades en un programa de trasplantes. Al rector se le hizo creer que sí era posible un golpe de timón en la universidad. Gente de su equipo le vendió la idea de que en ese cometido tendría el apoyo de estudiantes, de académicos, de grupos políticos y hasta del gobierno del estado, sectores “todos hartos”, de la mafia enquistada en la máxima casa de estudios.

“No sólo te tocará iniciar una nueva etapa de la universidad, sino que con esta acción tomarás vuelo y poder rumbo a la gubernatura del estado”, le dijeron sus asesores. Briseño, ingenuamente, les creyó.  “(Padilla López) no puede ser y no será el poder tras el trono. El rector general se llama Carlos Briseño Torres…”, señaló empoderado el 29 de julio de 2008.

Pero no hubo golpe de timón, y sí de realidad. Un mes después, el 29 de agosto de ese mismo año, llegó el manotazo de Padilla, quien a través del Consejo General Universitario, destituyó a Briseño y a todo su equipo de trabajo. En pocas horas ya despachaba un rector leal al grupo caciquil a la par que comenzó un proceso de deserción encabezado por Gabriel Torres, el vicerrector, quien le fue a pedir perdón a Padilla López. Éste lo absolvió a medias, pues le quitó el cargo, pero le dejó sus horas de clases.

Por esos días circuló en Internet un video donde, tras la fulminante destitución, se ve al ex jefe de asesores (la única persona, hay que decirlo, que permaneció leal a Briseño) y al ex rector en la entrada de uno de los campus universitarios. Ambos, arriba de una tarima, se dirigen a los estudiantes y académicos que entran y salen del lugar. Sin embargo, la indiferencia es total.

En busca de su restitución, el ex rector general comenzó una larga batalla legal, acudiendo a varias instancias, incluso se apersonó en la Suprema Corte. Todo fue en vano. Cansado, y sabiendo que no había posibilidad alguna para regresar a Rectoría, el 19 de noviembre de 2009 Briseño le dijo a su esposa que ya no soportaba tanta presión, ingresó al baño de su casa, y ahí se metió un tiro en la frente.

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30 de agosto de 2017. Una nota difundida por varios medios de Jalisco me deja perplejo: Tonatiuh Bravo Padilla, a la sazón rector general de la UdeG y primo de Raúl Padilla López, encabeza la develación de un retrato en óleo de Carlos Briseño Torres, que “estará incluida en la galería de exrectores del Paraninfo Enrique Díaz de León”. Asisten su viuda y sus hijas.

Durante la ceremonia, Bravo Padilla dedica sólo palabras elogiosas para el difunto: “Reconocer la memoria y el legado de quienes han contribuido al devenir de nuestra casa de estudio resulta una tarea fundamental para una de las instituciones educativas más importantes de México”. 

Karla Lucía Briseño Cuenca, hija del ex rector, no se queda atrás: “Sé que mi papá sigue aquí. Su legado permanecerá, y ésta, su universidad, seguirá adelante, impetuosa”.

De pie, Tonatiuh Bravo Padilla, rector; Miguel Ángel Navarro, vicerrector, y Alfredo Peña, secretario general, aplauden con entusiasmo. Los tres, padillistas de línea dura. ¿Habrá estado enterada la familia, por ejemplo, que en agosto de 2008 los dos últimos sujetos —por instrucciones de Raúl y como integrantes del Consejo General Universitario— fueron los encargados de operar la destitución de Briseño Torres?

¡Cuánto cinismo, cuánta impostura, cuánta desmemoria!

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Last modified: 20 abril, 2023
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