CRÓNICA: JESÚS ARRIAGA/LALUPA.MX
FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX
Bisutería, confección de peluches, maquila de pinzas o piezas para puertas automáticas, son algunas de las actividades que llevan a cabo las personas privadas de su libertad en los penales femenil y varonil de San José el Alto, lo que junto con actividades deportivas y culturales, les ayuda a mantenerse activos, productivos y creciendo como personas, para que el día que vuelvan a la sociedad tengan una forma de ganarse la vida.
“Era más presa afuera que adentro”
Abigail termina su jornada laboral. Guarda las pinzas para ropa que elabora desde la mañana hasta las cuatro de la tarde. Además, participa en un taller de teatro y en una video academia, todo dentro del penal femenil donde cumple su sentencia, para poder reinsertarse a la sociedad, aunque dice que más que una reinserción social es una reinserción personal.
Dentro del penal el silencio sólo se ve interrumpido por el sonido distante de una radio que reproduce canciones de banda. El sol golpea sobre los muros blancos, iluminando indirectamente las instalaciones.
Abigail habla con voz firme. Su dicción es perfecta, sus palabras son fluidas. No duda, apenas se toma unos segundos para ordenar sus ideas y expresarlas.
“Ahorita estoy en una maquila. Hacemos pinzas de ropa. He trabajado en otras actividades de acuerdo a cómo se van dando las oportunidades aquí, dentro del penal. Hay diferentes, desde tejido, etiquetado, publicidad para abarrotes y compañías. Estamos activas en esa área”, dice Abigail.
También le gusta el teatro y la oratoria. Asimismo, el deporte le llama la atención y participa en el mismo. Señala que es muy enriquecedor tener estas actividades dentro del penal femenil.
“Es muy enriquecedor tener nuevas alternativas. Yo como una persona que a lo mejor se equivocó, una persona que a lo mejor tomó una mala decisión, pueda tener estas herramientas para cambiar su interior y poderme reinsertar en algún momento a la sociedad. Más allá de una reinserción social, yo diría que es una reinserción personal, ser mejor persona, mejor ser humano”, destaca.
Indica que está en un centro de readaptación social que se preocupa de manera humana por su población, y destaca que además de las actividades mencionadas, se encuentra el plan B, que incluye la ya mencionada video academia, donde practica yoga kundalini, lo que le permite la meditación.
“Yo era más presa cuando estaba afuera que ahora que estoy adentro. Mi libertad empieza antes de que yo salga de aquí, y eso es increíble, poderlo trabajar desde aquí adentro. No todo está perdido. Le confieso que en esas actividades de la video academia trabajo mucho en esta cuestión interpersonal, saber quién soy, por qué llegué hasta aquí, de dónde me fracturé, por qué tanta necesidad de llegar a esta parte de mi vida para reflexionar y hacer que el tiempo valga la pena aquí adentro”.
Añade que si no contaran con estas actividades, ella al menos, caería en depresión, saldría con una actitud más rebelde, con intención de venganza. Si no tuvieras esas actividades tanto recreativas como laborales, si no existieran estas alternativas para formarlas como nuevas personas, enfatiza, ella estaría muerta en vida. “Es una manera de decirme a mí que vale la pena hacerlo diferente”.
El unicornio de Lety
Leticia dice que hace costuras diversas, desde peluches, ropa (ha hecho algunos vestidos) y composturas de ropa en general.
Confiesa que no sabía nada de este oficio, hasta que llegó al penal, donde le dieron la oportunidad de aprender y le gustó. Aprendió hace cuatro años a hacerlo y tiene un horario de nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde, de lunes a viernes. Agrega que, como mujer, le gustan los vestidos y son las piezas que más le gusta elaborar, aunque en este momento hace un unicornio.
Un muñeco de peluche, dice, si tiene el molde, lo hace en dos días. Si lo tiene que diseñar, llevando la imagen y “sacarlo” se demora entre cinco y seis días. Un vestido, viendo la imagen, cinco días.
Hacer estas actividades, dice, “lo tomó como una oportunidad. Tenía de dos: O me quedaba sentada esperando ser rescatada, o me ponía a aprender cosas. He aprendido muchísimo, me encanta aprender. Me gusta el trabajo que realizó. He aprendido mucho, he comprendido mucho. Aparte del trabajo hay otras actividades: escuela, arte, teatro, computación, deportes”.
Lety explica que dentro del penal tienen un plan de actividades. Hace deporte lunes, miércoles y viernes, pues está en un equipo de voleibol. La preparatoria también la estudia y tienen exámenes cada mes o cada dos meses. Toma clases de computación, así como artes, martes y jueves. “A veces pienso que tengo un clon, pero es de correr y correr”, señala en tono de broma.
Lety está en el penal desde hace cinco años y dos meses. Cumple una condena de 23 años, pero tiene un recurso de amparo. Afuera era comerciante, tenía una frutería. Su esposo tenía una carnicería y tuvieron cinco hijos, de los cuales sobreviven cuatro.
Comenta que la estancia en el penal tratan de hacerla amena, además de ayudarse. Si, por ejemplo, si le falta un hilo azul, se lo pide a una compañera, quien se lo presta y viceversa.
Los productos que hace Lety se venden en la galería itinerante “Talento En Libertad”. Asimismo, su hijo y su nuera tienen un local de regalos, y le encargan, por ejemplo, una almohada personalizada o un peluche que ella hace.
Actualmente, Lety elabora en unicornio. Las piezas sueltas poco a poco tomarán forma y la pieza será el regalo de una niña o una persona adulta que se “enamore” de la creación de la mujer.
Para que se pasen volando los años
La voz de Ángeles es suave y delicada. En el mismo taller de costura donde trabaja Lety, pero en el otro extremo, Ángeles hace bisutería, oficio que conocía un poco antes de ingresar al penal, pero que terminó de aprender en este lugar. Sus compañeras la apoyaron para que aprendiera.
La joven mujer dice que se dedica a esta actividad desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde, de lunes a viernes.
Explica que hace desde pulseras sencillas con resorte, hasta las tejidas, así como plumas decoradas. El tiempo de elaboración puede variar de unos minutos a unas horas.
Ángeles dice que esta actividad la comenzó junto con sus hijos como un pasatiempo, para mantenerlos tranquilos. Ahora es una actividad que lleva a cabo en el penal.
“Procuro estar ocupando mi tiempo, para que se pasen volando los años que tengo que estar aquí. De la misma manera, busco otras actividades aquí, en el centro.
“Aparte de mi autoempleo (pues al igual que Lety vende sus artículos en la galería itinerante “Talento En Libertad”), estoy en una maquila de rosarios, estoy en clases de iniciación artística, y estaba en computación, pero ya se acabó el curso. Entonces cualquier otra actividad que pongan procuro estar participando”, asevera.
Con las actividades que llevan a cabo en el penal, dice Ángeles, salen de una monotonía, además de que personas privadas de la libertad se ponen felices con las clases.
Acota que su vida ha cambiado de manera radical. En la calle, recuerda, trabajaba en una empresa panificadora como promotora, “pero por situaciones de la vida me tocó estar en este lugar. Aquí el único cambio es que estoy encerrada, pero me gusta estar activa”, destaca.
“Yo las disfruto (las actividades) es algo totalmente diferente. Aquí es un lugar para conocer, para aprender más. No sé si el día de mañana pueda hasta poner un negocio de rosarios, de bisutería, estar apoyando a mis compañeras a vender su producto en el momento en el que ponga un pie en este lugar”, enfatiza.
Pero lo más importante es recuperar el tiempo con sus tres hijos, su esposo y su madre.
Agrega que le gustaría aprender a trabajar macramé y si abren inscripciones para la universidad no lo dudará y estudiará criminología, una aspiración que tiene desde niña.
La fábrica en el penal
Orlando dice que desde hace siete años trabaja metales y herrería. Son diferentes trabajos, desde bisagras para puertas automáticas, depende de lo que pida la empresa que instaló maquinaria para montar una fábrica al interior del penal varonil de San José el Alto, dando empleo a 18 personas.
Las personas privadas de la libertad que trabajan en la fábrica están uniformadas y usan botas industriales de seguridad. Portan camisolas azul marino, pantalones de mezclilla y camisetas blancas. Además, utilizan casco, lentes de seguridad y tapones para los oídos, como equipo de protección.
Orlando dice que hace siete años no sabía lo que era una llave de tres octavos. “Aquí me capacitaron, aquí empecé a trabajar. Antes de esto yo trabajé en carpintería, trabajé en bisutería y no me agradó. Hasta que encontré este oficio que me gustó y hasta la fecha me ha gustado. Llevó siete años trabajando y es lo que me apasiona”.
Recuerda que hubo una solicitud para capacitar a personal para el trabajo. Ingresó a la capacitación y luego del entrenamiento comenzó a trabajar. Diario labora entre cinco y seis horas. El resto del tiempo lo dedica a estudiar la preparatoria (le faltan tres exámenes), práctica deportes y actividades culturales.
Estas actividades, dice, “individualmente me han servido mucho. No he estado con el pensamiento de qué voy a hacer mañana, qué voy a hacer pasado mañana, qué voy a hacer el día que salga. A mi me ha servido para que el día que pueda salir tener un trabajo, una mejor opción de trabajo. Antes no sabía nada de esto, ahora lo sé”.
Agrega que además de aprender cosas nuevas, obtiene un salario por su trabajo, además es una oportunidad de conocer máquinas nuevas, tecnologías nuevas.
“El día de hoy soy una persona diferente. Con anhelos de salir próximamente, de tener una oportunidad afuera, con todo el aprendizaje que me llevo de este lugar. Si cometí un error creo que ya he superado eso, ya tuve parte de mi reinserción aquí. Toca salir adelante, lo que nos espera allá afuera, una oportunidad de salir trabajando, de trabajar lo que uno ha aprendido en este lugar”, puntualiza.