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La publicidad oficial, aunque no ha sido legalmente regulada, sigue distribuyéndose, o repartiéndose, en los distintos medios de comunicación del país, de manera que han salido a flote, ya, las empresas que más dinero recibieron en 2022 a partir de la propaganda federativa:
Televisa: $154,640,876.09
Demos (del diario que produce La Jornada): $148,002,617.23
TV Azteca: $137,024,524
Estudios Churubusco Azteca: $75,036,614.07
Agencia Digital: $72,036,614.07
Cadena Tres I: $53,271,951.83
La B Grande: $51,611,322.88
Medios Masivos Mexicanos: $40,687,407.25
Telefórmula: $27,428,541.47
Compañía Editorial del Mayab: $27,395,670.51
(Como se aprecia por lo menos en este breve cuadro, el más beneficiado en esta repartición monetaria es Ricardo Salinas Pliego porque, vaya uno a saber por qué en este campo fértil de las especulaciones, obtiene dos transacciones económicas: por su televisora y por los estudios cinematográficos, que suman por ambos rubros 200 millones de pesos anuales, una cifra milagrosa proveniente del obradorismo, y si subrayo la palabra “milagrosa” es porque no se comprende qué tiene que hacer una planta fílmica como la de los Churubusco… ¡en un listado de medios de comunicación!)
Y todos sabemos muy bien que mientras no exista la prometida Ley de Medios que regularizaría la entrega de la publicidad gubernamental, toda distribución de ésta caerá insoslayablemente en un acto discrecional; es decir, por qué a unos sí y a otros no, tal como se hacía en los periodos denominados neoliberales: en lugar de repartirse esta propaganda oficial de modo equitativo (finalmente es dinero que se obtiene del erario), se entregaba según las conveniencias, las amistades, los compadrazgos, los intereses, las componendas, los aprecios, los influyentismos, que de ese capital ha vivido la industria mediática desde que México es México.
¿Por qué la monetarización ahora a La Jornada como anteriormente a El Universal y nada, digamos, al portal web lalupa.mx?, ¿por qué el respaldo político a un portal nuevo como Sentido Común (tres, por cierto, en el espacio virtual de las redes, como si no hubiera otros nombres que adjudicar a un medio, a ver qué portal demanda primero al otro o a los otros) y nada a otro portal como Salida de Emergencia con más de tres años en el mercado informativo cultural?, ¿qué lleva a un gobierno, o a unos políticos, a elegir a un medio y descalificar a otro?, ¿lo conduce —a este político o gobierno— una lectura cuantitativa o cualitativa del medio o nada más la inclinación favoritista está basada en simpatías personales?
(El Sentido Común de Fabrizio Mejía Madrid, que fuera presentado nada menos que por la gobernadora Claudia Scheinbaum —otro Sentido Común noticioso, con propaganda de la iniciativa privada como Lala, Telmex o Chedraui, es dirigido por Mauricio Fernández Díaz y el otro Sentido Común, con anuncio oficial inmediatamente debajo de su pequeño cabezal, lleva la rienda directiva de Rafael G. Vargas Pasaye— también se imprime como revista bimestral en papel con un poco más de medio centenar de páginas en cuyo comité editorial interviene alguna gente identificada en La Jornada: en sus primeras apariciones en esta publicación era visible la propaganda oficial, si bien en las recientes ediciones no se percibe ni un solo anuncio gubernamental —aunque ya con edición impresa, el costo no ha de ser una bicoca, y de algún lado saldrá este mecenazgo—, cuestiones, supongo, de profunda discrecionalidad política, apartado, éste, que obtuviera absoluta transparencia de existir la Ley de Medios, una norma que acabaría de una vez por todas con esta cautelosa circunspección.)
Son preguntas necesarias, por el momento, debido justamente a la falta de una política reguladora en la publicidad oficial.
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Con Enrique Peña Nieto el dinero cayó a raudales a los medios, acostumbrados ya de por sí a recibirlo desde los tiempos de Lázaro Cárdenas. Lo de Peña Nieto, por supuesto, fue algo inaudito: casi 52 mil millones de pesos en su sexenio por concepto de publicidad oficial, otorgándole prácticamente el 20 por ciento a Televisa (no en vano su esposa, nada más durante su gestión presidencial, fue una linda mujer de esta empresa mediática que fungía de actriz en algunas novelas televisivas). Sin embargo, en la nómina periodística pocos eran los enriquecidos. Pero ahora, que circula escaso dinero en este rubro presupuestario —y ha aumentado desproporcionadamente el número de medios por la accesibilidad económica de las redes, ¡canales informativos o de entretenimiento que van más allá de los cinco mil espacios en todo México que buscan, cómo no, una rebanadita del pastel económico!—, la prensa, al no verse beneficiada monetariamente, se ha vuelto, casi por naturaleza, opositora indelicada. Si bien es cierto que los medios no televisivos no pueden sobrevivir sin el patrocinio oficial (y tal parece que el equilibrio de la repartición publicitaria a los medios independientes de calidad, prometido durante la campaña morenista, justamente se va a quedar en esa promesa impalpable e ilusoria, aunque ya se haya dado, efectivamente, el resarcimiento a la prensa independiente de inscribirlos, a sus trabajadores —free lances, los más—, en el mecanismo que les garantizará seguridad social), también es indudable que la prensa misma ha mostrado el cobre en su integridad parcializadora: nunca como ahora, los medios han exhibido no sólo la crudeza de su ineficacia (con sarcasmo y burla descarados en lugar de información llana) sino, asimismo, su hondo desamparo económico.
Ciertamente los empresarios de los medios, que no son periodistas pero tienen sujetos a los periodistas debido al encadenamiento financiero, se han visto limitados o rebasados, que es un decir, en sus ahora debilitadas ganancias para atenerse a los mínimos millones que el obradorismo les otorga como una especie de inevitable limosna que los tiene, por supuesto, enfadados e incómodos, ¡al grado de que una cumbre informativa como Excélsior, por ejemplo, pidiera a varios de sus colaboradores la comprensión de una rebaja porcentual en su nómina participativa porque era evidente que no recibiría las cataratas monetarias como en el pasado: el periodista Carlos Ramírez me dijo que Ealy Ortiz, el dueño de El Universal, se vio, pobre, en la penosa necesidad de vender uno de sus aviones particulares para poder sobrevivir en estos duros tiempos, para personas como él, de reduccionismo económico!
El dinero, sí, surte efectos inesperados, e imponderables, en la gente pudiente.
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Le sobra razón a la periodista Sanjuana Martínez cuando me dice, a una pregunta expresa, que “el periodismo, en pleno siglo XXI, exige una transformación que ya se está dando en otros países. El Ogro Filantrópico está ahí presente. Darle la vuelta a esta pesadilla es difícil porque la prensa también necesita dinero para sobrevivir. El problema es que el dinero se convirtió en su amo y no la verdad, cuando la verdad debe ser el objetivo fundamental de un medio de comunicación… ¡Ahí perdió todo sentido!”
Dice Sanjuana que la frase “Cuando la información se convirtió en mercancía, dejó de importar…” se ha vuelto, para nuestro infortunio, en una fundamental premisa mediática: “Las dádivas gubernamentales deberían de ya no ser dádivas. Debería de producirse una reforma a la Ley de Medios, en el sentido de un reparto equitativo de la publicidad que pueda entregar claramente las subvenciones con transparencia. Eso es lo que se requiere”.
Efectivamente, porque mientras no ocurra esta regulación de equidades en el presupuesto federativo siempre se caerá en la sospechosa discrecionalidad.
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Y se apreció muy bien esta parcialidad informativa, digamos, el martes 16 de mayo ante el embate de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación al gritar injurias contra el gobierno morenista al declarar su desacuerdo con los planteamientos esgrimidos un día anterior por López Obrador cuando notificó, orgulloso, el aumento salarial a los maestros de un poco más del 8 por ciento… ¡porque estos profesores de la CNTE quieren un aumento del 100 por ciento, entre otras numerosas cosas!, lo que motivó a la prensa (disminuida por el obradorismo, según su propia iracunda perspectiva) a dimensionar el fallido plan, así aseguraron, de la administración morenista respecto a su política magisterial (¡como en todas sus políticas: por Dios, México no había tenido una administración tan grisácea en ningún periodo sexenal del ayer!), cuya estrategia, asevera la desolada prensa (disminuida por el obradorismo, según su propia reiterada iracunda perspectiva), es errada por el lado que se la quiera mirar… pero esta misma prensa, enconada y airada, seguramente diría muy otra cosa si estuviera millonariamente patrocinada por la entidad federativa, esa misma que hoy carece de una cabeza visible, según la prensa neciamente opositora.
Vaya intransferencia dialogal: ¡mientras el presidente hablaba de que ahora las cosas habían cambiado en cuanto a la relación con la CNTE, la CNTE hablaba de que ahora las cosas estaban peor que antes!
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Hace ya tres años, mirando esta caterva empresarial de remisa periodística, escribí la siguiente cuarteta, que aún sigue vigente dada la intolerancia informativa:
Cuando el presidente no dio dinero
a los medios, el cabal periodista
se opuso, crítico, al discurso; pero
en cuanto la luz se hizo, ¡qué estadista!
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
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