En las últimas semanas, la Ciudad de México ha experimentado una serie de sismos de pequeña magnitud que han sacudido a sus habitantes, recordándonos la vulnerabilidad en la que nos encontramos en todo momento, dadas las características tectónicas de nuestro país, y en particular de ciertas regiones.
Este tipo de temblores no detonan la alerta sísmica debido a las limitaciones en el tiempo de alertamiento y la velocidad de propagación de las ondas sísmicas, pero son una llamada de atención sobre la necesidad de estar preparados y tomar medidas proactivas para mitigar los impactos. La geología de la región nos indica que estamos ubicados en una zona entrecortada por una red de fallas activas que también atraviesan la ciudad.
El día 10 de mayo de 2023, el Servicio Sismológico Nacional (SSN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reportó el mayor de estos sismos, que ocurrió a las 22:20 hora local. Su magnitud revisada fue de 3.0 y su epicentro se localizó en la alcaldía Álvaro Obregón, CDMX (19.36°N, 99.2°W). Después del sismo principal de magnitud 3.0 y hasta las 11 horas del 11 de mayo, se habían registrado otros 13 eventos con magnitudes entre 1.0 y 2.3 en la misma zona. Este temblor nos ha recordado que no podemos subestimar el peligro que representan las fallas. Si bien la magnitud del sismo fue baja, este fue percibido en varias zonas de la Ciudad de México debido a la cercanía del epicentro y a la poca profundidad de este. Es importante recordar que cuanto más cercanos estamos al epicentro, las ondas sísmicas se atenúan menos y la intensidad del sismo aumenta, lo cual fue el caso de este evento. La aceleración alcanzada en la estación sísmica que se encuentra en la Escuela Nacional Preparatoria 8 fue de 178 gal. Aunque no se reportaron daños en esta ocasión, no podemos descartar la posibilidad de que en el futuro se produzcan sismos de mayor magnitud, capaces de generar consecuencias importantes.
Es fundamental que las autoridades y los residentes estén plenamente conscientes de la situación. Se deben implementar medidas preventivas, como inspecciones regulares de infraestructuras críticas, actualización de códigos de construcción considerando este tipo de riesgos y reforzamiento de edificios existentes.
No podemos ignorar el riesgo que implica vivir en una zona sísmica activa. Es responsabilidad de todos asumir un papel en la protección de nuestras vidas y propiedades. La inversión en investigaciones geológicas, monitoreo sísmico y desarrollo de infraestructuras resistentes es esencial para minimizar el impacto de las fallas en cualquier ciudad expuesta.
La Ciudad de México ha demostrado su resiliencia en el pasado, superando sismos devastadores. Sin embargo, no podemos permitirnos bajar la guardia. El riesgo de fallas sísmicas siempre estará presente, y depende de nosotros estar preparados para enfrentarlo de la mejor manera posible.
El tiempo para actuar es ahora. No podemos postergar las medidas necesarias para reducir el riesgo y fortalecer nuestra capacidad de respuesta. Podemos hacer que la Ciudad de México, y otras ciudades importantes del centro de México expuestas a riesgos semejantes, como Guadalajara, Oaxaca, Morelia, Querétaro y Puebla, sean poblaciones más seguras y resilientes ante los embates de la naturaleza.
El Dr. Ramón Zúñiga Dávila Madrid es investigador del Centro de Geociencias de la UNAM
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