REPORTAJE: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/ LALUPA.MX
FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX
Hace unos meses un grupo de representantes inmobiliarios acudió al valle de San Juan del Río a ofrecer tres millones de pesos por hectárea, quería 800 hectáreas para construir un complejo empresarial, comercial y de vivienda. Los campesinos se negaron a vender, pero para Francisco, dueño de una parcela, es cuestión de tiempo para que cedan sus tierras, incluso con el riesgo de perder todo su dinero en pocos años.
El campo ya no deja, dice y por eso muchos optan por vender, presionados por una mancha industrial y de vivienda que se extiende por los municipios de Querétaro, Corregidora, El Marqués, Pedro Escobedo, San Juan del Río, Colón, Tequisquiapan y Huimilpan. En la mayor parte de los casos, las tierras vendidas permanecen muchos años sin usarse en espera de que aumenten su valor, lo que eleva la erosión, acaba con los servicios ambientales y provoca problemas sociales.
En los últimos 15 años, más de 253 mil 527 hectáreas del estado de Querétaro perdieron su vocación agropecuaria, según el Censo Agropecuario 2022 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que destacó que la entidad pasó de 672 mil 202 hectáreas destinadas al campo a 418 mil 675, una pérdida de casi el 38 por ciento de este territorio. El estado se ubica entre los cinco estados del país con menor superficie agropecuaria y la presión se concentra en el área metropolitana. Hoy el campo es un espacio de adultos mayores.
Los espacios productivos que se sostienen, muchos en medio de la mancha urbana, sobreviven a la presión de vender sus tierras y cuando lo hacen, los ex agricultores y ex ganaderos terminan por vivir en zonas con diversos problemas sociales, comunidades que “no son rurales ni urbanas, pero con las desventajas de lo rural y lo urbano”. Todos pierden, sostienen los productores y especialistas entrevistados por lalupa.mx.
Ofertas y tentación constantes
A Francisco Perrusquía Nieves, vocero del Frente por Querétaro y con una larga trayectoria en el sector de la agricultura por ser productor y ejidatario de Pedro Escobedo, le toca vivir la desaparición del sector, en gran parte por el crecimiento de otras actividades públicas, pero también por la falta de políticas públicas de los gobiernos municipales, estatales y federales, además de los siniestros climáticos, desde la sequía hasta los incendios.
Los ganaderos y agricultores, dice, todavía producen alimentos en los valles, como el de San Juan del Río, Amazcala y Chichimequillas, pero muchos otros productores decidieron vender sus tierras, “la mayoría a las industrias, en la autopista, en las vías del ferrocarril, muchos han vendido ya, no tanto por el interés de venderla, sino por necesidad”.
“Se dan precios miserables, vemos tantas viviendas, esta gente que maneja las empresas inmobiliarias en Querétaro tienen una enorme cantidad de recursos y la facilidad del manejo de autoridades ejidales, muchas de nuestras gentes hacen alianzas, contubernios con ellos, tienen el manejo de algunos funcionarios de gobierno de los tres niveles. En Corregidora, por ejemplo, hay una zona de vivienda muy extensa y se fueron sobre los ejidos, sobre las parcelas ejidales, las zonas de uso común”.
Lo mismo sucedió en zonas del municipio de Querétaro, como Tlacote, Santa María Magdalena, Santa Rosa Jáuregui, donde se perdieron tierras ejidales para el desarrollo de viviendas y de industrias, aunque “los que menos ganaron fueron los ejidatarios. Cuando los ejidatarios tratan de hacer un desarrollo de vivienda, se les ponen muchos problemas por parte de las autoridades”. En El Marqués, hay ejidos que desaparecieron como Agua Azul o Coyotillos en manos de inversionistas para empresas y vivienda.
Hace años en esas tierras se sembraba maíz, frijol, sorgo y alfalfa, así como cebada, trigo, zanahoria y otras hortalizas como brócoli o espárrago, pero los productores hoy “no solo no tienen su parcela, no tienen su dinero, no lo invirtieron, no supieron cómo aprovechar ese dinero y se quedaron sin nada: sin tierras ni dinero”.
Francisco tiene su parcela en el valle de San Juan del Río, donde un pozo de riego abastece a 10 usuarios, justo en la zona donde todavía no hay construcciones, pero ya llegaron inversionistas hace unos cuatro meses. “Licenciados que dijeron representar a empresas llegaron a ofrecer tres millones de pesos por hectárea, pero querían que se le juntaran 800 hectáreas compactadas. Imposible en la zona ejidal y creer en esas personas pues tampoco”.
Los representantes dijeron provenir de un grupo de empresas y querían las hectáreas “pegadas una tras otra”, para un desarrollo completo de zona industrial, vivienda, comercios y áreas verdes de convivencia, “hablaban prácticamente de crear una ciudad y hubo productores interesados, ellos hicieron la lucha”.
Con las primeras ofertas, no duda en que dentro de poco los productores venderán sus tierras, como se hace en otros municipios porque “van a estar insistiendo, es una zona que le llama la atención a los industriales, esto no lo detiene nadie”. Eso le preocupa, ya que se afecta la producción de comida y el estilo de vida ya que al vender las tierras “cambia la idiosincrasia, la forma de ser, de pensar, de hacer las cosas”.
“Basta pensar lo que pasó en Corregidora, surtía buena parte de Querétaro con rábanos, cebollas, calabazas que sembraban en especies de huertos familiares, elaborados con insumos naturales, todo eso se perdió, ya no se tiene nada. La zona productiva de Corregidora es muy pequeña, ya la absorbieron los grandes fraccionamientos”.
Los Anuarios Estadísticos del Sector Rural de 2010 y 2017 del estado de Querétaro presentan cifras de 2009 y 2016, respectivamente. Según esos registros, la superficie agrícola del estado pasó de 233,806 hectáreas agrícolas en el anuario de 2010 a 160,510 en 2017; el Censo Agropecuario 2022 del INEGI mostró otra realidad: 147 mil 280 hectáreas de uso agrícola y se pasó de 48 mil 509 unidades de producción agropecuarias activas en 2007 a 38 mil 845 en 2022.
Actividad lechera en medio del área urbana
El ingeniero agrónomo Javier González mantiene vivo un rancho ganadero que sus padres iniciaron hace alrededor de 70 años. La producción de leche se inició en un cerro de la ciudad, pero poco a poco las tierras de alrededor perdieron su carácter agrícola y ganadero por el crecimiento de la ciudad, sobre todo desde hace 40 años, cuando la zona industrial aumentó.
Fueron precisamente las industrias las que le quitaron la mano de obra en el rancho. Al inicio, “cuando empezó mi papá había trabajadores en todos lados, hace como 40 años, cuando creció la industria, empezamos a padecer de mano de obra, porque la gente prefería estar bajo techo, la gente estará donde la conviene, allá están bajo sombra, trabajan menos días porque el campo requiere mucho”.
Con más de 400 vacas lecheras, Javier González tiene que recurrir a mano de obra de otros estados, como Michoacán, porque es difícil encontrar trabajadores de Querétaro. Algunos de los empleados trabajan con sus esposas e hijas que realizan actividades sencillas y aseguran que ganan bien.
A lo largo de los años, otros ranchos cercanos desaparecieron en la misma zona. “Se siente raro, porque pasaste toda tu vida como ganadero, como agricultor. Aquí junto a la zona había cerca como siete ranchos, ya no están, solamente quedamos nosotros, del lado de Guanajuato, ya algo retirado de aquí, todavía quedan algunos grandes, pero de Querétaro ya no hay, está tan crecido que no hay espacio”.
Su papá falleció casi de 98 años y le tocó, igual que a sus hijos, vivir la disminución de la ganadería. “Los que estábamos, no nada más de Querétaro, empezaron a desaparecer, los que estaban pegados al Estado de México ya tampoco están. Son los menos los que cambiaron de lugar, la mayoría vendió sus tierras y decidieron dedicarse a otra cosa”.
En rancho de la familia de Javier ganó varios concursos ganaderos en la Feria Regional y en concursos internacionales, fue la primera ganadería en contar con un carrusel o sistema de ordeño circular en el país, también tiene acuerdos para venta diaria de leche con empresas, así que logra sobrevivir. Sin embargo, los antiguos ranchos de alrededor, hoy son espacios de casas y fraccionamientos que se quejan por la cercanía de las empresas.
“Nosotros también vamos reduciendo el ritmo de trabajo, porque luego no hay con quién trabajar, oímos las quejas de que algunas empresas huelen mal, que contaminan mucho, no hay quejas de nosotros, pero como la zona ya es urbana y empieza a haber quejas por el agua pues muchos prefieren buscar tierras en otros lados, pero como el negocio ya está mal de por sí, ya nadie quiere invertir en otros lados”.
Acompañado de su sobrino que le ayuda con el manejo del campo, Javier está seguro de que la ganadería se puede seguir desarrollando, pero deberá buscar otros lugares, porque al menos en el municipio de Querétaro “se va a acabar por completo, igual en Corregidora. Hay un poco de apoyo estatal, pero no hay recursos, a veces llega a haber apoyo municipal, pero federales ya no hay, ese era el que contaba, era el importante y ya no existe”.
Igual que Javier, la gente que se dedica al campo asegura que los apoyos federales son cada vez menores o inexistentes, sobre todo sienten temor por la anunciada desaparición de la Financiera Rural, que se estima que podría afectar a alrededor de 296 mil productores en el país, según la discusión legislativa que se realizó en la Cámara de Diputados Federal.
Ante la incertidumbre de qué sucederá con el sector, a Javier lo invade la nostalgia. “Antes se producía más leche, íbamos mucho a exposiciones, es la ganadería que más vacas con calificación excelente tiene a nivel mundial en Holstein, hace mucho que nos retiramos porque no tenemos con quién llevar las vacas a las ferias y atenderlas. Hace años ganábamos casi todo en las exposiciones, pero nos retiramos en el 99 porque las vacas de exposición requieren un poquito más de trabajo extra”.
El nivel de calidad que mantiene su ganadería, le permitió aliarse con una empresa lechera que opera en el país y que le facilita mejores precios de granos o semillas; aunque eso le ayuda, no deja de pensar en que se necesita más apoyo para el sector.
El ganadero, insiste, no puede dejar de invertir porque se genera un problema mayor y mucha gente no sabe cómo es la vida en el campo y lo mucho que una ciudad depende de lo que se produce ahí, porque “hay quienes ni siquiera saben de dónde viene la leche y por qué ahora las cosas que se compran para comer son tan caras porque no se producen aquí”.
Espacios de adultos mayores
La actualización del pasado 31 de mayo del Censo Agropecuario 2022 del INEGI mostró la pérdida de la vocación agrícola de más de 253 mil 527 hectáreas del estado de Querétaro en los últimos quince años, cuando la entidad pasó de 672 mil 202 hectáreas a 418 mil 675, una pérdida de casi el 38 por ciento de este territorio.
Con esas cifras, la entidad se ubica entre los cinco estados del país con menor superficie agropecuaria, pero no toda la tierra es productiva. Como ejemplo, la superficie agrícola es de 147 mil 280 hectáreas, pero solamente 124 mil 455 se encuentran con siembra. De las 22 mil 825 hectáreas no sembradas, 15 mil 179 están en descanso y siete mil 645 no se sembraron por mal temporal, falta de crédito, enfermedad, falta de dinero, apoyos o porque no hubo quien sembrara.
Esto se debe a que el 38.7 por ciento de las y los productores queretanos tiene 65 años o más. El 44 por ciento se ubica entre los 45 y los 64 años de edad y el 17.3 por ciento entre 18 y 45 años. Sin embargo, aumentó el nivel de escolaridad de las y los productores, pero la primera se mantiene como el nivel predominante.
El Censo Agropecuario 2022 mostró que los factores climáticos, los altos insumos y servicios, los factores biológicos, la inseguridad, la pérdida de fertilidad del suelo, la baja de precios o disminución de ventas a causa de la pandemia y la edad avanzada o las enfermedades, así como las dificultades para la transportación y la escasez de mano de obra se encuentran entre los problemas de las unidades de producción agropecuaria.
Según Javier, mucha gente ya no quiere dedicarse al campo porque las ganancias son cada vez menores, pero también porque, en el caso de la ganadería, “no hay gente que quiera trabajar porque la ordeña (automatizada) empieza a las 2 de la mañana y termina a las 7, cuando se lava el equipo, el ‘empasturado’ de los animales inicia a las 7 de la mañana y se hace otra ordeña a las 2 de la tarde, las vacas no tienen horario así que siempre hay alguien pendiente de las vacas que van a parir, la que se enferma, la que anda en celo, requiere mucho tiempo”
Problema alimentario, pero también social y ambiental
Manuel Pablo Rafael Pérez Cascajares, coordinador Propietario del Consejo Temático de Desarrollo Rural del Municipio de Querétaro, sostiene que existe una apuesta por la especulación inmobiliaria en un estado que no deja de crecer y se aprovecha de los “ingresos tan pobres” que obtienen las personas dedicadas a la agricultura: una hectárea de maíz puede dejar una utilidad de no más de diez mil pesos al año a un campesino.
“Imagínate cuando llega un desarrollador y ofrece un millón de pesos por hectárea al campesino, pues seguro va a agarrar el millón de pesos y en esas tierras no se construye inmediatamente, lo que hacen es esperar que suba más la plusvalía del terreno, así que nadie las usa y se quedan ociosas, hasta que se urbanizan”, detalla.
Como consecuencia, se genera erosión en la zona y también problemas sociales porque “las familias que venden sus tierras no tienen, normalmente, la habilidad para conservar el dinero o hacerlo productivo, así que a los dos o cuatro años ya no tienen dinero, ya perdieron su patrimonio y los hijos a los que les pudieron heredar esas tierras se ven obligados a trabajar en fábricas, irse a las ciudades o a Estados Unidos, algunos se convierten en una fuente de mano de obra del narcomenudeo”.
Pérez Cascajares califica esos problemas como una “erosión social”, que puede verse en comunidades como La Solana, Pie de Gallo, San Miguelito, donde antes se producía maíz o se criaba ganado, pero hoy se viven problemas de violencia, el alcoholismo y la drogadicción, porque antes fueron zonas ejidales o bien, gente que vendió sus tierras en otros lugares y se asentó a vivir ahí.
“Esas son las partes que no se miran, comunidades completas en el municipio de Querétaro donde se hace una melcocha porque ya ni son rurales, ni son urbanas y tienen las desventajas de lo rural y de lo urbano, en La Solana lo podemos ver, el deterioro del tejido social es cada vez peor, en esas comunidades la gente le apostaba a la ganadería, como una especie de ahorro, porque un chivo puede darle una utilidad de 20 pesos, que es bajísimo, pero para ellos es una seguridad económica porque si en un momento dado una persona en la familia enferma o tienen una fiesta, echan mano del animalito”.
Otras zonas como Jardines de la Hacienda, Jurica o Juriquilla eran de las mejores para la producción agropecuaria, pero hoy están llenas de casas y eso también generó problemas ecológicos, porque con la desaparición de las zonas rurales se dejó de tener sus servicios ambientales, como la regulación de la temperatura de la ciudad, la captación de dióxido de carbono o la filtración del agua, que hoy facilita las inundaciones.
Aunque el problema se nota más en el área metropolitana, asegura que desde los años 60 se encuentran situaciones similares en franjas que tenían vocación agrícola, como San Juan del Río, Tequisquiapan, Pedro Escobedo, Huimilpan, El Marqués y por supuesto, Corregidora y Querétaro, que producían leche, alfalfa y otros productos.
La especulación inmobiliaria, agrega, no solamente afecta a las zonas productivas: otro ejemplo claro es El Cimatario, que debería estar lleno de árboles, pero cada vez tiene menos riqueza forestal a pesar de que sería un pulmón importante para la ciudad, pero no se hacen grandes esfuerzos por cuidarlo y cada vez se notan más desarrollos habitacionales a su alrededor.
“Esto tiene que ver con el manejo integral, incluso de la cuenca y el agua, la única manera que tenemos para poder salvar lo que nos queda en las zonas actuales es ofrecerles ayuda a los propietarios actuales para que ellos generen ingresos atractivos para que se desincentive la tentación de vender”. Además, se necesita que a las autoridades también les interesen estas comunidades que tienen poca población y no son una fuerza importante de votos.
A eso se suma que el campo no aporta un ingreso significativo al predial, de manera que también a las autoridades les convienen los cambios de uso de suelo, porque “no es lo mismo lo que te aporta de predial Juriquilla, como fraccionamiento, que lo que te aporta una comunidad como San Miguelito, hay un interés económico sin importar el deterioro”.