ENTREVISTA: MERCEDES CORTÉS /LALUPA.MX
FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX
Si a los siete años de edad le hubieran dicho a Gaby que de grande sería artista, hubiera gritado un rotundo SÍ. Vestida con su overol de mezclilla y su playera del Salesiano hubiera montado su bicicleta lila para llegar a la gran escena: lápiz en mano y obra en proceso. Seguir sus latidos era vencer la barrera del tiempo. Y sí, prisa había, porque Ars Longa, Vita Brevis, —”la vida es corta, el arte es largo”—, enunció Hipócrates.
Antes de la vida digital, Gaby, originaria de la Ciudad de México, disfrutó su infancia entre las cualidades y los vicios de los noventa. La televisión reinaba en los hogares mexicanos. Para las niñas y los niños era normal salir al parque, jugar al yoyo, rotar el trompo, pintar con gis y brincar el avión en la banqueta; saltar resorte, jugar a las barbies o dibujar. A Gaby, desde los cuatro años le gustaba dibujar.
Su papá, de profesión actor, y su mamá, entregada en vida y corazón a su familia, le compraban paquetes de 100, de 500 o hasta de mil hojas blancas; lápices de grafito, colores, crayolas, gises, plumones y acuarelas. Un paraíso en la Tierra que la mantenía entretenida y contenta.
Hoy, Gabriela Cortés está certificada en Bellas Artes por la New York Academy of Art. Trabajó por cinco años como asistente del maestro Arturo Rivera y ha participado en exposiciones colectivas en México, España, Suiza y Estados Unidos.
Pero en medio de aquel principio y el presente, estuvo todo lo demás: un camino de constancia, pasión, sacrificio, incertidumbre y decisión. Aquel atajo de tele-transportación en bicicleta fue imposible. México, no obstante, fue un terreno con obstáculos.
A esta parte, entre el lector y la que escribe podría venir a tono la clásica cuestión ¿Un artista nace o se hace? Gabriela responde:
“No lo sé. Creo que es una mezcla de las dos. Lo que sí sé es que por más que desarrolles una habilidad si no tienes nada que proponer, no sirve”.
En la entrada del laberinto que significa decidir ser artista en México, Gabriela buscó articular un lenguaje artístico y profesionalizarse en talleres de técnicas variadas con artistas queretanos como Gustavo Villegas, Román Miranda, Luis Sánchez y Gonzalo García.
Más tarde nutrió sus conocimientos como asistente y aprendiz del maestro Arturo Rivera, en la Ciudad de México.
En su relación personal y en la dinámica de enseñanza vivida con Rivera, alimentó su técnica y su óptica creativa. Aprendió a formular composiciones innovadoras y honestas. Imprimó de carácter su obra y la vida.
El estudio y la constancia entrelazados con el acompañamiento de artistas locales y nacionales, además de su cotidiana actitud de subversión, otorgaron a Gabriela una serie de conocimientos —si bien ajenos a los programas académicos tradicionales— serios y profundos.
Dicho antecedente, le permitió, en el 2019, ser seleccionada por la New York Academy of Art (una de las instituciones de enseñanza artística más prestigiadas del mundo) como becaria de la Certificación en Bellas Artes.
Si no propones, no sirve
En la Academia de Arte de Nueva York, así como en los museos, expresiones y calles de la urbe cosmopolita, Gaby introdujo su trabajo en las exigencias de la técnica. Se nutrió de influencias constructivas con profesores como Evan Kitson, (anatomía); Dan Thompson, (dibujo estructural con modelo al natural y composición) o Manu Saluja, (pintura con modelo al natural).
Sin embargo, en la técnica no recae el universo. Hace falta decir algo. Saberse expresar, exhibirse, crear con sinceridad y trazar la línea con valor; articular un mensaje con identidad, simbología y análisis.
Éste —considera Gaby— es el único camino de aspirar a la obra prevalente, de respetar el arte y su historia.
En su libro La existencia como economía, como desinterés y como caridad, Antonio Caso, prominente filósofo mexicano de la primera etapa del siglo XX, incluye al arte y la amistad en su capítulo sobre la existencia como desinterés.
Propone que, a pesar de que la amistad y el arte son caminos por los que se desarrolla el individuo, no constituyen, sin embargo, una utilidad tangible.
En este libro Caso aclara: “La misma esencia de lo que dura, carece de duración. Las esencias sólo pueden ser vistas, intuidas, desde el punto de vista de la eternidad. También los supremos principios del conocer, sin variación concebible; constituyen las “verdades eternas”.
El contemplador estético, aseguró, liberta de toda relación lo que intuye. “Como el pintor que pinta un retrato. El sólo objeto de su intuición es su modelo, visto con exclusividad y pristinidad”.
Gabriela, en ese sentido, comparte la idea de la autenticidad, cuando el autor configura su lenguaje desde su interior y, al mismo tiempo, alude a los sentimientos que surgen al concluir la obra como el factor que la hace perpetua.
“Eso que te lleva a pintar un cuadro (tener la necesidad de compartir algo) es efímero. Pero el cuadro no, el cuadro es eterno y se queda inmortalizada la declaración o la conclusión a la que llegaste cuando lo hiciste”, indica.
De la crisis a la creación
En 2020 la crisis global emanada de la emergencia sanitaria por Covid-19 llegó a Nueva York. En un lapso aproximado de tres meses, el territorio antes conocido como la capital del mundo fue señalado como el epicentro de la pandemia. Gaby, para entonces, cursaba su certificación.
El aislamiento fue obligatorio. La Academia cerró sus puertas. Y Gaby tuvo que someterse al social distance del sueño perseguido desde niña.
Las diez o doce horas de trabajo diario que dedicaba al interior de la Academia, se convirtieron en trayecto indefinido, un periodo eterno y solitario dentro de su cuarto en Brooklyn; donde sólo podía estudiar mediante cátedras digitales.
Analizar, practicar y crear en esas condiciones, era, por lo menos, triste.
En un contexto semejante alrededor del mundo dichos factores pandémicos despertaron o agudizaron en millones de personas, enfermedades como ansiedad y depresión.
De acuerdo con un balance publicado por la Organización Panamericana de la Salud en 2022 “la prevalencia mundial de la ansiedad y la depresión en ese lapso aumentó un 25 por ciento, (OMS).”
“Esta es una llamada de atención a todos los países para que presten más atención a la salud mental y hagan un mejor trabajo de apoyo a la salud de sus poblaciones”, relata el mismo reporte al referir las palabras del director general de la OMS, Adhanom Ghebreyesus.
Gaby, en el confinamiento, fue aprehendida por la ansiedad.
Fortalecida profesionalmente, aunque herida por las rasgaduras de este padecimiento, consiguió graduarse y certificarse en el 2021.
Al volver a México, de la comunión de ambas experiencias se gestó su primera obra expuesta tras su estancia en Nueva York: Síntomas físicos de la histeria, una obra compuesta por cinco dibujos en gran formato realizados bajo la técnica del carboncillo que, unidos entre sí, forman un prisma pentagonal que encapsula al espectador.
“La intención era crear un juego de espejos, una cápsula en la que el espectador, al entrar, se encuentre con su reflejo. En este caso, alterado.
“Como si de pronto perdiera su identidad y se encontrara encerrado en otro cuerpo. Para mí era importante crear empatía con las mujeres. Quería que cualquier persona que entrara, hombre o mujer, se encontrara de repente siendo una mujer en medio de un ataque de histeria.
“Creo que así actúan las enfermedades mentales. Uno no es culpable. De un segundo a otro te encuentras atrapado en un espacio diminuto y sin salida, viendo en el espejo una imagen irreconocible para ti”, explica.
La primera cara del prisma muestra la imagen frontal de una mujer que comienza a experimentar los síntomas físicos de la histeria. Las obras subsecuentes, representan el progreso de la enfermedad.
“Mi intención era que en primer plano el espectador viera un reflejo que le devolvía la mirada de frente. En ese primer dibujo no hay ningún síntoma. Se trata sólo de enfrentarse a su nuevo reflejo irreconocible”, narra Gabriela.
Las luces y sombras, por tanto, desempeñan un rol protagónico. Cada dibujo ilumina una parte del cuerpo que simboliza un síntoma físico diferente.
“La idea de la cápsula y el por qué es tan compacta era para que no tuviera mucha oportunidad de movimiento. Cada dibujo es el reflejo de cómo se vería el espectador si voltea a verse desde esos ángulos”, describe.
La histeria en la historia
Al respecto, “en la Europa medieval cristiana los síntomas histéricos se atribuían al triunfo de las fuerzas del mal; y las mujeres histéricas se diagnosticaban de poseídas y de brujas. Histéricas e histéricos eran quemados en la hoguera”, refiere María del Prado Ordoñez Fernández, psiquiatra del Hospital General de Ciudad Real España, en su artículo “¿Histeria, simulación o neurosis de renta?”
A lo largo de los siglos, la histeria, se ha mitificado, desmitificado y vuelto a mitificar debido a la falta de un hilo conductor con síntomas típicos y reiterativos que le permitan al especialista diagnosticarla.
Su misteriosa presencia sigue siendo una fuente de tabúes, rechazos, o por lo menos, de discriminación.
“Es triste y me da coraje”, opina al respecto Gaby. “Justamente eso fue lo que me impulsó a hacer la pieza, ¿qué pensarían aquellas personas si de repente dejan de ser espectadores y de un momento a otro, sin aviso, se encontraran paralizados y atrapados en una condición que desconocen?”
Valdría la pena, repensar en este siglo, el rechazo que Hipócrates —reconocido como “el médico más grande de todos los tiempos”—, manifestó con respecto a la atribución de las supersticiones como causas de enfermedades inexplicables y, ante lo cual, reviró que las enfermedades tenían explicaciones físicas y racionales.
Técnica e inspiración
Síntomas físicos de la histeria es una obra realizada en carboncillo. El material, refiere Gabriela, fue elegido por su cualidad de opaco y debido a que, con él, la luz actúa de forma única.
“Es muy oscuro. No refleja la luz. La pintura en su calidad de plástica tiene su propia textura y generalmente requiere de una luz muy precisa para funcionar. En cambio el carboncillo es muy noble en ese aspecto. No quería que hubiera problemas por la fisicalidad del material”.
La técnica, precisó, tiene como inspiración la obra de Amaya Gúrpide, artista plástica originaria de Pamplona, Navarra, quien ha declarado privilegiar la captación psicológica de sus personajes para plasmarlas en microexpresiones o gesticulaciones que conforman el ángulo vertebral del dibujo.
En esta obra, Gabriela decidió resolver la parte gráfica y la técnica a través de una cadena previa de bocetos. Y para materializarla, contó con el apoyo de Reynaldo Amaya, propietario de Casa Paccu, taller de elaboracion de marcos en la ciudad de Oaxaca.
“Nadie creyó que funcionaría pero se logró. Fueron días de montaje muy largos y estresantes pero el resultado fue muy bueno”, considera Gaby.
La exposición de la que formó parte esta obra, se tituló Sinécdoque y estuvo coordinada por Verónica Trujillo, quien en un esfuerzo por exhibir la diversidad de la plástica mexicana actual congregó a 23 artistas de orígenes variados para exponer el Museo de la Ciudad de Querétaro.
Dibujar: pasado, presente y futuro
Actualmente Gaby dibuja y toma clases de dibujo con profesores de talla internacional en sus talleres de Querétaro y Oaxaca. La práctica y el nuevo conocimiento, según sus palabras, son dos de los elementos vitales de su pasado, su presente y su futuro.
Ensamblados y cada vez más fortalecidos, ambos factores simbolizan el techo bajo cuya sombra y protección seguirá viviendo. Cuando se trata de dibujar, para Gaby es válido imaginar, viajar en el tiempo, trabajar y trabajar, porque el pensamiento de Hipócrates, más allá de una manifestación, es una predicción: Ars Longa, Vita Brevis.
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