El lunes de esta semana trascendió la noticia, dada a conocer en Sonora, de que las autoridades estatales de esa entidad, en colaboración con las del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se encuentran ultimando los detalles para formalizar el consorcio que fue acordado a finales del año pasado con la Universidad Estatal de Arizona (ASU, por Arizona State University), cuya sede es la ciudad estadounidense de Phoenix, para desarrollar conjuntamente el Centro Binacional de Investigación y Desarrollo de Semiconductores en las inmediaciones Hermosillo.
El convenio signado el año pasado entre el gobierno de Sonora, el Conacyt y la ASU formaría parte de las acciones establecidas en el Plan Sonora de Energías Sostenibles (PSES), mediante el que se pretende aprovechar la riqueza mineral de ese territorio en materiales como zinc, litio y cobre, todos muy utilizados en el sector de la electrónica, y la vecindad con la demarcación estadounidense de Arizona, para posicionar a la entidad como un centro de proveeduría y desarrollo de talento para la industria de los semiconductores; sobre todo después de que, con la entrada en vigor del Acta de Chips y Ciencia, el estado de la Unión Americana ha comenzado a captar grandes inversiones para esta industria en ciudades como su capital Phoenix y la vecina Tucson; ambas bastante cerca de la frontera mexicana.
La industria de los semiconductores es cada vez más importante en el entorno global, al punto que las más recientes administraciones federales estadounidenses la han catalogado como un sector crítico y ha sido el centro de disputas al más alto nivel entre Washington y Beijing. De acuerdo con la Asociación de la Industria de los Semiconductores (SIA por Semiconductor Industry Association) de los Estados Unidos de América, el mercado mundial de los chips ha pasado de 300 mil millones de dólares estadounidenses (mmde) en 2012 a casi 600 mmde en el 2022.
Los microchips posibilitan el funcionamiento de los dispositivos electrónicos actuales, pero cada vez más productos de toda índole, como los vehículos o los electrodomésticos, entre otros, requerirán de microprocesadores para hacer una realidad al Internet de las Cosas, a los vehículos autónomos, etc. Prácticamente todas las tecnologías que ahora se encuentran en sus últimas etapas de maduración, como la electromovilidad, la biotecnología, la computación cuántica o la inteligencia artificial en su conjunto, sólo podrán ser desplegadas plenamente gracias a un suministro adecuado de microcircuitos electrónicos.
Sin embargo, si bien el diseño de los chips sigue estando controlado por compañías de Occidente, su manufactura se ha concentrado de forma extraordinaria en Asia. Conforme a cifras de la SIA y de la firma Boston Consulting Group, en 1990 los Estados Unidos de América (EUA) tenían el 37 % de la producción mundial de los circuitos electrónicos, Europa el 44 % y Asia el 19 %; mientras que para el 2021 estas participaciones se modificaron a 12 %, 8 % y 80 %, respectivamente; otorgándole un dominio casi absoluto a empresas como la sudcoreana Samsung Electronics, la taiwanesa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company Limited (TSMC) y la china Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC).
Esfuerzos como los detonados por el Acta de Chips y Ciencia estadounidense en las citadas ciudades de Arizona precisamente están encaminados a disminuir cuanto antes el enorme riesgo que representa esta exagerada concentración geográfica de la manufactura de chips para la proveeduría de las industrias actuales y futuras occidentales. En tal sentido, las acciones del PSES, como la anunciada esta semana, parecen adecuadas y oportunas, pues buscan engranar al joven talento mexicano con los grandes capitales de alto riesgo y la tracción innovadora que acompañan al sector de los semiconductores en los EUA.
Esperemos que este proyecto, crítico para el futuro de México, no se quede en la fotografía, como lamentablemente ha sucedido en el país con tantas otras iniciativas recientes en el ámbito de la investigación científica y desarrollo tecnológico.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.