HISTORIA Y FOTOS: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX
En las bancas de un parque, al norte de la ciudad de Querétaro, se encuentra Estefanía Mejía Noroña. Originaria de Quito (Ecuador), licenciada en administración gastronómica y, actualmente, estudiando del postgrado en ciencias de la nutrición humana en la UAQ, bailarina de folclórico y entusiasta del pozole rojo. Detrás de ella, nace un hermoso atardecer queretano, pintado con nubes blancas, amarillas y rosas.
Antes de comenzar sus estudios de maestría en 2021, Estefanía había viajado a México en otra ocasión, para asistir a un congreso. Fue una experiencia mayormente turística, conoció algunos lugares de Guadalajara y CDMX, y se quedó con ganas de más… Pero nunca imaginó las circunstancias en que llegaría ese día.
La ecuatoriana recuerda a la perfección el momento en que empezó a ser queretana: “Estaba en el avión y, a pesar de no ser mi primera vez fuera del país, hasta entonces me cayó el peso de alejarme de mi familia, mis amigos, mi casa, por mucho tiempo. Sin antecedentes de vivir lejos de casa, sola, administrando mi propio dinero… Nunca olvidaré cómo se pasaban los letreros del aeropuerto frente a mí, cada vez más rápido, y yo no podía sino llorar y desear que el avión se detuviera para bajarme”
“Sin embargo, al mismo tiempo me invadía la emoción por el gran triunfo que había conseguido, fantaseaba con lo bonito que sería la experiencia; ni en mis sueños más locos pensé que me iría becada a otro país para estudiar una maestría, mucho menos en una de las mejores universidades de México”, agrega Estefanía.
Para ella, fue un choque muy grande experimentar todas esas emociones a 10 mil metros de altura, pero “así es la vida, con días buenos y malos, de todos hay que saber sacar provecho”. Estefanía tenía muy claro que, aunque tendría que mucho más por ganar que perder al vivir y estudiar en México.
Sus primeros días en Querétaro, por ejemplo, fueron días buenos: “Llegué un 10 de septiembre, hace casi dos años. Las primeras cosas que me recomendaron fue visitar el centro, aprovechar las festividades… yo iba muy nerviosa, cuidándome de todos, porque en Quito, que es una ciudad muy peligrosa, me he acostumbrado a eso. Pero vi que la gente iba muy confiada en la calle, con sus celulares en la mano”.
“Recuerdo que, incluso, en algún momento me estaba intentando tomar una selfie en el mirador de La Cruz y una pareja me ofreció su ayuda, a lo que estuve a punto de decirles que no porque en Quito es muy común que alguien te tome una foto y se eche a correr con tu celular… Pero decidí confiar y me di cuenta de que Querétaro es un lugar muy seguro, y su gente, amable”, añade.
No obstante, hay días malos, donde se echa de menos el hogar, a la familia y los amigos, como explica Estefanía: “Las fechas festivas —como el día de las madres— son especialmente pesadas porque todo el mundo aquí se va a sus casas a festejar, y yo me quedo trabajando sola, y viendo cómo mi gente en Ecuador también festeja”.
“Del mismo modo, hay ocasiones en que me levanto y me pongo a llorar, o ando llorando todo el día. Han sido épocas muy difíciles, han sido varias las ocasiones en las que he tenido ganas de tirar la toalla, yo acá estoy sola, para empezar, además, mis estudios se caracterizan por darme demasiada información nueva y compleja para asimilar en muy poco tiempo, ese es un reto muy grande para alguien que no tiene bases científicas y que, además, está lejos de casa”.
La tesis de licenciatura de Estefanía fue un ejercicio de diseño de menús nutritivos para mujeres embarazadas en los hospitales públicos de su país, un tema alejado al enfoque de su carrera. Al terminar, comenzó a buscar maestrías en Ecuador, pero la oferta era limitada y cara; fue hasta que un conocido suyo le habló de la UAQ, que encontró el programa de ciencias de la nutrición humana, con el que quedó encantada.
“Después de analizar la tira de materias se me hizo muy bonito e interesante, así que apliqué sin saber bien de qué se trataba hasta que empezamos las clases y me di cuenta de que eran conocimientos muy profundos sobre biología, nutrición, química… el comportamiento de los organismos frente a tal o cual sustancia”
“Ahora estoy aquí, una administradora trabajando líneas celulares. Le debo mucho a mis compañeros y profesores, ellos me han apoyado, han sido pacientes conmigo, han comprendido el contexto que tengo detrás y, sobre todo, me han demostrado que ven potencial en mí. Eso me ayuda a continuar, a pesar de que ha sido un gran reto: pero si te gusta lo que haces, y le ves futuro, no hay manera en que no consigas lo que quieres”, declara.
El grupo de la maestría está conformado por tan sólo otros tres estudiantes, además de Estefanía. Uno de ellos, originario de Uruapán (Michoacán), se ha convertido en su mejor amigo mexicano. Además, su familia la han acogido y la invitan con frecuencia a que los visite. En contraste, en Ecuador estaba acostumbrada desde niña a tener a toda su familia cerca. Además, a convivir diariamente con sus amigos de toda la vida, con quienes bailaba, salía de viaje, que iban juntos a todos lados y pasaban a dejarla a su casa de regreso.
“Cuando llegué a Querétaro era una persona muy introvertida, con miedos, que le costaba mucho pedir ayuda. Después de batallar mucho, me di cuenta de que me tengo que poner las pilas porque, si yo no lo hago, nadie más lo va a hacer por mí. Esa forma de pensar me ha ayudado a salir adelante, conocer Querétaro, otras ciudades, y lo que implica ser mexicana”, cuenta con la voz llena de emoción.
A pesar de llevar ya casi dos años en México, Estefanía sigue asombrada y espera poder seguir viajando y conocer otros lugares, como las playas de Yucatán y Quintana Roo; subirse a una trajinera en Xochimilco; acampar en la Huasteca Potosina; ah, y visitar Chihuahua en invierno.
“Aun cuando quiero ver otras partes de México, me encanta Querétaro. Me encantaría encontrar un trabajo aquí, quedarme a vivir un tiempo, hacer más amigos, comenzar una vida. Eso sí, algo por lo que lo pienso es por el clima, al que me ha costado mucho adaptarme pues mi ciudad es muy fría. Otra cosa que no termino de entender es la comida, desde los horarios o la manera de servir en las fonditas, porque en Ecuador es diferente”
A la fecha, Estefanía ha podido conocer Oaxaca, Michoacán y la CDMX. De entre todas esas nuevas experiencias, la que destaca es la gastronómica, naturalmente. Su platillo mexicano es el pozole rojo, como se decía con anterioridad. Sin embargo, dice, sigue prefiriendo la comida de su país que, aunque no se reconoce mundialmente, es muy variada y rica.
“Mi platillo ecuatoriano favorito es la fritada —especialmente la que prepara mi mamá— que lleva carne de cerdo, cocida con fuego de leña, dorada en una cacerola de bronce y servida con ensalada de plátano macho, ají y maíz mote, parecido al del pozole. Se parece mucho a las carnitas de acá, ahora que lo pienso”
Algo que es importante aclarar, dice Estefanía, es que en Ecuador también se come picante, que ellos llaman “ají”. Pero allá es diferente, pues la salsa tiene sabores característicos por los ingredientes que se utilizan, así mismo, para ella el chile mexicano “no pica, muerde”. Sin contar que ha aprendido a no confiar en un mexicano que diga que “hay salsa que pica y que no pica, porque todas pican”.
“Creo que otro platillo delicioso de Ecuador es el encebollado, que lleva pescado albacora, yuca, cebolla morada, cilantro, limón y canguil, también conocidas como palomitas de maíz. Otro sería la sopa de yahuarlocro, que lleva vísceras de borrego, papa, sangre frita del borrego, jitomate, aguacate y cebolla morada”, detalla.
Otra cosa que resalta la ecuatoriana es el baile folclórico de su país, en el que es experta pues lo ha practicado desde los 5 años y, en su momento, le mereció una beca universitaria. Es por eso que, para ella, el baile es una forma de desahogarse y de seguir conociendo su país.
“En Ecuador tenemos una amplia variedad de bailes y ritmos, tanto de sierra (sanjuanenses, pasacallas, tonadas, fandangos, fandanguillos); los de la costa (bomba y montubio); y los de la Amazonía, de los que casi no conozco, pero en los que puedo destacar la belleza de sus trajes típicos”
“En México hay una variedad todavía más amplia de bailes y ritmos, nada más por ser un territorio más grande. Otra cosa en que se diferencian es en que, en los bailes mexicanos, el zapateo es muy complejo… tanto, que aún con años de experiencia, lo intento y me cuesta trabajo, pero así me dan más ganas de practicar”.
Para Estefanía Mejía, una de las misiones más importantes al estar viviendo y estudiando en Querétaro, es dar a conocer su país a la mayor cantidad de personas. Aunque sea un país pequeño, dice, “tiene muchísimas cosas qué ofrecer, una gran cultura, así que dense la oportunidad de conocerlo, y van a ver que se van a quedar con ganas de más”
Para cuando terminamos la entrevista, el sol estaba a punto de meterse, así que nos levantamos y partimos del parque. Me quedé pensando en lo último que dijo Estefanía y sonreí, porque mientras hablaba de Ecuador, también hablaba de sí misma: una persona polifacética, rica en cultura, sabores, bailes y, sobre todo, valiente para presentarse al mundo. Esa es Estefanía Mejía, una ecuatoriana en Querétaro.
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