Autoría de 2:40 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito

¡Ay, nanita, qué mello! – Víctor Roura

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El martes 1 de agosto, por las calles de Madero del Centro Histórico de la Ciudad de México, marchaba hacia el Zócalo un pequeñísimo conglomerado de personas para protestar por las omisiones que las autoridades prestan a sus requerimientos, de ahí que uno de los líderes de los mercados de la alcaldía Venustiano Carranza (La Merced y Sonora, entre otros, porque dicha demarcación congrega los más grandes de la capital, por cierto), megáfono cerca de la boca, gritaba para ser escuchado:

      —¡Nuestras familias necesitan soluciones prontas y expéditas!

      Una persona, propietaria de un puesto de verduras de estos mercados populares, al acercarme a ella me contó que, de manera increíble, la jefa de mercados de esa alcaldía dice no contar con los papeles indispensables para llevar a cabo las certezas jurídicas de los locatarios… ¡porque la anterior jefa se los llevó consigo en el momento de ser despedida!

      —¿Y no puede conseguirlos, como jefa que es de este departamento jurídico? —le pregunto a esta descorazonada persona.

      Me parece, en verdad, una situación burocrática inefable, de ser cierta, por lo que trato de averiguar el hecho dándome la mayoría de los servidores públicos portazos en mis narices para no hablar del caso diciendo no saber nada sobre ese asunto, lo cual me hace indicar que a estos quejosos les asiste completamente la razón.

      ¿Dónde está el desapego a la corrupción tan vitoreada por los altos mandos sexenales, entonces?

2

El viernes 4 de agosto se dio a conocer el fallo del Tribunal Electoral de silenciar al presidente la Republica porque, según su docta determinaron, había cometido violencia de género contra, ¡ay!, Xóchitl Gálvez, razón por la cual debía mantener la boca cerrada para no hablar nunca más de ella.

      Pero…

      Pero durante ese día y el fin de semana los noticiarios de la televisión pública se abstuvieron no sólo de hacer comentarios al respecto… ¡sino incluso omitiendo la noticia!

       ¿Por qué?

      Sólo lo sabe el alto mando directivo, supongo, ya que en la radio pública —parte del mismo Sistema del Estado mexicano—, por lo menos en el Imer, sí se dio a conocer el informe de la censura del Tribunal favoreciendo el resultado del fallo porque, vamos —y si bien no lo dijo así con todas sus letras la conductora Adriana Esthela Flores, de Horizonte 107.9—, no era posible que el propio presidente cometiera tales desacatos contra la mujer, según dicha conducción mediática.

      Las ventajas de la libertad de expresión de este sexenio, sin duda.

      Porque el asunto la televisora pública lo empezó a difundir hasta el lunes 7 de agosto después de que López Obrador hablara de esta sentencia calumniosa del Tribunal, según el presidente, al mostrar lo que él realmente había dicho a diferencia de lo que entendieran, trastocando las palabras del tabasqueño, los jueces del Tribunal.

      Sólo hasta ese momento la televisora pública comenzó a hablar de esta censura, la que acataría, dijo el presidente, no volviendo a hablar más de esta mujer, ni de ninguna otra.

3

Ese lunes 7 de agosto en la conferencia matutina, el presidente López Obrador habló sobre su postura con relación  a los medios públicos luego del cuestionamiento hecho por el periodista Luis Guillermo Hernández quien le preguntara, con bases ineludibles, sobre las razones por las cuales la transformación no ha llegado a los medios públicos como Canal 22, Canal Once y el Instituto Mexicano de la Radio, espacios que mantienen viejas dinámicas y narrativas vinculadas a los grupos de poder del pasado, hecho que no puede pasarse por alto debido a los fieros señalamientos de comentaristas opositores más radicales incluso que los aposentados en Televisa (infamando a cada momento —donde se ha dicho, por ejemplo, que la administración obradorista es neoliberal pero fallida— sin nunca ser mencionados en la sección semanaria “Quién es Quién en las Mentiras”).

      La pregunta de Luis Guillermo Hernández no gustó a algunos comentaristas de esos medios públicos como Azul Alzaga quien dijera que era evidente que Hernández no miraba programas como el suyo —la Mañanera 360—, donde la pluralidad se advierte a caudales, ciertamente, mas no era esa la intención del periodista Luis Guillermo Hernández sino el eje nodal de su cuestionamiento estaba basado, me parece, en un asunto de ética editorial la cual no lleva trazada ningún cauce informativo centrado donde lo mismo se aprueba a Chon que a Juan —en términos masculinos para evitar la censura del Tribunal Electoral, por supuesto— porque eso, y no otra cosa, fue lo que quiso centrar el periodista, a lo que el mandatario contestó de manera predecible porque ya lo había reiterado numerosas veces con anterioridad:

      —Queremos respetar la pluralidad que debe existir… Se está mejorando mucho: primero, en garantizar la libertad; segundo, se llevan a cabo otros programas en todos los canales… y se amplía la cobertura. Por ejemplo, Canal Once ya se ve más porque sí ha habido inversiones en antenas para ampliar la cobertura. Le tengo mucha confianza a Jenaro [Villamil] que es el responsable de todo el sistema… Es un profesional de la comunicación y una gente honesta. Tiene un buen equipo y quienes están a cargo de las radios y de la televisión pública son gentes, también, profesionales, honestos y con vocación democrática.

      Es cierto, seguramente, como también no deja lugar a la duda de que la televisora pública, por ser tan pluralista, cada vez más se va pareciendo a Televisa en sus programas de orientación política, porque a estas alturas ya no sé si hay más opositores críticos en TV Azteca o Televisa que, ¡ay Dios!, en Canal Once.

4

No se me puede borrar de la cabeza el vocablo expédito, así como si la palabra fuera una dulce esdrújula, que dijera el líder de los mercados populares.

      Porque de esa forma expédita, y ya no expedita como supuestamente debería practicarse la tramitología en México, es como se tramitaría en la práctica una transformación verdadera en la burocracia mexicana.

      Darles una revolcada a las palabras justo en este momento en que uno ya debe cuidarse de lo que habla, porque a lo mejor si digo mújer ya no me estaría refiriendo a una dama, tal como expédito, o expédita, ya puede ser incluso un neologismo con un significado aún por definir del todo.

      ¿Porque qué tal si el líder  de los mercados en realidad se estaba refiriendo a otra cosa fuera de mi entendimiento?

      Diríale entonces a mi mujer que nos amáramos de manera expédita para saber su reacción ante la inesperada petición, notando yo, tal vez, su actuar no apresurado, arrebatado, sino de forma ampliamente eficaz aunque se llevara más tiempo del acostumbrado.

      Quizás.

      No lo sé.

5

No bastó que el Tribunal Electoral prohibiera a López Obrador, el viernes 4 de agosto, cualquier comentario “en contra” de Xóchitl Gálvez porque estaba violentando a la mujer, según esta autónoma dependencia oficial (es decir, que se manda sola con excepción de su salario que recibe no de manera autónoma sino del presupuesto oficial), porque tres días después, el lunes 7 de agosto, el juez Octavo de Distrito en Materia Administrativa, Martín Adolfo Santos, ordenó no sólo a López Obrador que se callara la boca sino también mandó silenciar a todo su funcionariato —del político tabasqueño, no de la Suprema Corte, se entiende—: nadie debía, nadie debe, hablar sobre Xóchitl Gálvez, no así ella y todo el que gustara sobre la “dictadura” obradorista, así de equilibradas son las cosas de la justicia mexicana.

      ¡Ay, nanita!

      Ni decir nada por temor a ser reprendido.

      ¡Qué mello!

6

Pensándolo bien, a lo mejor se deberían hacer las cosas de modo expédito, no expedito, para sentar de una vez por todas otras bases en los asuntos burocráticos políticos, aunque también, es cierto, aceptar la palabra expédito de muchos modos es darle la razón, sin querer, a un iletrado como Fox que escribe las cosas como le viene en gana sin tener una idea precisa de los significados de la terminología que usa, o usaba —porque ha dejado de escribir acaso por órdenes superiores—, alterando la arqueología idiomática que desconoce en lo absoluto, aunque es cierto que gramaticalmente hay formas aviesas para decir insustancialidades ofensivas y maneras adoptadas de la lengua sin pretensiones injuriosas labradas por la costumbre dialogal convirtiendo los términos a veces en cautos silogismos aprehendidos en la práctica verbal, cuestión que nada tiene que ver con la ignara impiedad foxiana, de ahí, creo, mi aprecio, dada su soterrada indulgente, por el neologismo expédito que ha sido dicho por un coloquialismo pronunciado sin esa insolencia ganosa dimensionada por el panista Fox.

      Así que no, si bien se me ha prendido en la cabeza el nuevo término, no debemos afectar —mudar, trastornar, turbar, descomponer— el orden cuando éste lleva la impertinencia de una inmadura inopia producto de una zafiedad educativa, sino admitirla cuando procede de circunstancias coloquiales distantes de la protervia, porque las palabras, incluidas las de uso común alteradas por los usos y costumbres, llevan inherente, en su formación lingüística, una belleza insustituible, irremplazable, irrenunciable, vital, inmejorable.

      Y, lo más importante quizás, no contienen una belleza impostada.

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Last modified: 14 agosto, 2023
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