ENTREVISTA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Amante del arte y la cultura, Miriam Kaiser era una maestra de escuela que aprendió todo lo necesario para volverse protagonista de la cultura del país, hasta ser una “titiritera que mueve los hilos” y le muestra al mundo que México es más que el arte dentro del Museo Nacional de Antropología, que no sucumbe ante el cliché “de que somos sólo Kahlo, Rivera, Orozco y Siqueiros”.
Su vida personal y profesional, sus anécdotas, compromiso con el servicio público y su fuerte integridad en la lucha por la dignidad de los artistas y gestores culturales quedan asentados en el libro Miriam Kaiser: Una guerrillera por amor al arte. Atisbos de la gestión cultural en México, que la periodista cultural Angélica Abelleyra presentó en días pasados en Palacio de Bellas Artes, del que Miriam fue directora de 1978 a 1981 y de 1984 a 1988.
Su fortaleza se resume en una frase del poeta y exdirector del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) Víctor Sandoval: “Guerrillera Kaiser, perdiste, acéptalo, las cosas se van a hacer así”; más tarde ella recordaría para responderse “Sí, perdí, pero nunca me senté a llorar”, y eso llevó a Miriam a mediar, a hacer las cosas “por la buena”, a no creer “ni en el grito ni en la mala palabra”, sino en solucionar.
Como nunca tuvo la necesidad de “ser protagonista”, pudo concentrarse en la mediación para el bien de la cultura y el arte, lo que le permitió ser asesora en la creación de nueve museos del país, así como conocer las condiciones adversas, como falta de bodegas, la inexistencia de espacios para el bienestar del personal y la situación laboral de los trabajadores y gestores culturales.
El libro nace de la admiración y la necesidad de contar qué pasa en la parte oculta del mundo del arte. Angélica conoce a Miriam desde hace casi 40 años de manera personal y profesional: “Fui siguiendo su trayectoria en un montón de espacios de instituciones públicas y galerías, en la radio pública, en Radio UNAM, su trayectoria histórica y contemporánea, y ha sido una voz muy crítica y muy propositiva en el ámbito de la cultura, de las artes visuales, de la cuestión museográfica”.
Durante un año, Angélica entrevistó a Miriam sobre temas en los que incidió en su vida profesional, de ahí surgió este libro, como testimonio del temperamento de toda una época, desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad.
“Ella habla de su pasado, también habla de un presente muy polémico, muy conflictivo en lo cultural, que tiene un montón de lagunas y problemas por resolver, que se han acrecentado en términos de maltrato a los trabajadores de la cultura, asignación de recursos estratosféricos a proyectos muy específicos y la desatención a museos regionales, a proyectos no tan grandilocuentes, centralistas, como el Bosque de Chapultepec en Ciudad de México”.
La vida y trayectoria de Miriam Kaiser trasciende entonces un aspecto meramente biográfico, porque abre la discusión sobre lo que sucede en materia cultural en México y permite construir, a partir de la identificación de todos aquellos aspectos que deben arreglarse “y no cometer los mismos errores del pasado, atender lo que se bien hizo, y lo que se mal hizo para no repetirlo”.
Alejada del conservadurismo y formada como maestra, Miriam tiene un compromiso con lo colectivo, que le permitió romper esquemas a nivel personal y profesional; se volvió una voz autorizada en arte moderno y prehispánico, toda vez que comisionaba muchas exposiciones al extranjero y recibía muchas otras.
Angélica agrega que Miriam es una mujer con “muchos saberes, mucha sabiduría y mucha generosidad para compartir experiencias. Muy integrada en el conocimiento, y honra dos palabras: servicio público, servidor público”. Por eso, contar su historia también abre la posibilidad de hablar sobre lo que sucede atrás del arte, con los gestores culturales, que no reciben el merecido reconocimiento social.
“Porque sí son las tripas de lo que sucede, ella dice ‘yo soy titiritera y muevo los hilos para que las cosas sucedan’. Nos vamos con la finta y lo visible, un cuadro de un artista, una exposición montada, pero no vemos quién hizo ese montaje, desde dónde se ideó esa exposición o esa selección de obra, o cómo están las tripas de un museo, sus bodegas; un alto porcentaje del país no tiene bodegas adecuadas y no se da un mantenimiento adecuado a las obras, no hay restauradores en un museo pequeño, eso no se conoce. Detrás de esa exposición hay gente que está haciendo esto, cuestiones diplomáticas para traer una obra”.
Lleno de anécdotas, el libro da claves sobre cómo se deben hacer las cosas, no duda en abordar aspectos como la falta de profesionalización de muchos artistas que incluso no siguen las reglas al entregar obras para los concursos, o la cerrazón en algunos estados frente a artistas y gestores de otras entidades.
Aunque Angélica concluyó el libro antes del inicio de la actual administración federal, acordó con Miriam incluir situaciones que ocurren con la llamada 4T, como el Proyecto Chapultepec, el outsourcing y el Capítulo 3000 del Sistema de Apoyo a la Creación, que no se les paga a los trabajadores, por lo que fueron a huelga en abril pasado.
“Es importante el pasado, pero sobre todo el presente. Qué está pasando ahora, porque todo se vuelve complejo en el mundo de la cultura, y hablar de Miriam Kaiser es hablar de todos estos gestores, hablando de museógrafos, hablando de los críticos, que también se han vuelto personas muy visibles en la actualidad, a veces queriendo ser hasta más importantes que el artista”.
El compromiso de Kaiser con el servicio público también es muestra de que las instituciones funcionan bien cuando en ellas está la gente que hace bien su trabajo y muestra su disidencia cuando no está de acuerdo con alguien. “Ella renunció varias veces a diferentes áreas del Inbal, porque cuando tenía que decirle a un artista que tenía que llevar hasta dinero para poner los clavos de sus cuadros, ella dijo ‘no señor, esto no lo puedo hacer, no puedo pedirle que haga eso, si no hay dinero no se hace y yo me voy’”.
Respetuosa de las instituciones, Miriam Kaiser no dudó en marcar distancia frente algo con lo que no estaba de acuerdo, y eso es “de mucho valor, de honestidad intelectual y cívica impresionantes, una lección de lo que podemos hacer bien”, reitera Angélica.
El arte es para Miriam un derecho ciudadano, y por eso “se deben dar todas las herramientas técnicas, intelectuales, creativas y sensibles en una exposición a un público, y no necesariamente de los doctos, de los académicos o de los ricos, que son los coleccionistas de este país, sino también de una escuela de zonas desfavorecidas o del trabajo de los museos de integrar a sus comunidades”.
Esta integración es importante, recalca Angélica, incluso en las zonas lastimadas por la violencia, por el narco, porque “el arte y la cultura pueden salvarnos, sobre todo a la gente que está más desatendida en lo social y en lo económico”, así que reconocer el trabajo de Miriam es valorar el trabajo de quienes se dedican a la gestión del arte.
Las batallas culturales de Miriam Kaiser nunca fueron solamente suyas. Su pasión y su voz se dejaron ver en cada responsabilidad pública que tuvo, así como en un compromiso social evidente, porque “el arte va delante de nosotros, y si me preguntas en qué o en quiénes pienso primero al tener en mente un museo, es básicamente en los públicos”.
Siempre la he admirado y le deseo lo mejor, felicidades Miriam