Autoría de 10:22 pm #Opinión, Jorge Díaz Ávila - Disonancias

Sociedad mentirosa – Jorge Díaz Ávila

La mayoría de las personas mienten ―mentimos― tres veces en el curso de una conversación de diez minutos, afirma el psicólogo y académico estadounidense Robert S. Feldman en su obra Cuando mentimos (2010), y eso, tan sólo en una charla que no busca sino romper el hielo o del tipo sólo para conocerte.

No obstante, según el propio Feldman, las personas seguimos mintiendo regularmente aun cuando ya nos conozcamos e, incluso, cuando ya hemos formalizado un vínculo afectivo, como un noviazgo o matrimonio.

En la primera situación, el autor plantea que la mentira es un medio para acercarnos al otro. En la segunda situación, señala, se convierte en un instrumento para lograr una ventaja o un beneficio que, de otra forma, sería difícil alcanzar.

Así, la mentira se convierte en un engaño para hacer trampas, ahorrarse un esfuerzo, ganar sin competir, y mil motivaciones más que, lamentablemente, entre los mexicanos pareciera que se han normalizado y no constituyen ya motivo de sorpresa o desilusión. El flagelo de la corrupción que tanto nos afecta como sociedad tiene como sustento la mentira.

¿Pero, por qué mentimos? Según Feldman, porque es fácil hacerlo, y porque una vez que nos percatamos de que los demás no fueron capaces de detectar nuestro engaño podemos seguirlo haciendo consuetudinariamente, aunque estemos plenamente conscientes de la falsedad de nuestras aseveraciones así como del daño implícito que nuestro embuste puede ocasionar en quienes nos rodean.

La primera consecuencia de la mentira es la destrucción de la confianza. No obstante, es común que una vez descubierto, el mentiroso pida disculpas y argumente las razones que lo llevaron a hacerlo, así como prometer que nunca más volverá a engañar. Si existe un vinculo suficientemente fuerte con el engañado, es posible que la mentira descubierta se tolere, repitiéndose el esquema ad infinitum: mentira – argumentación – disculpa – nueva mentira…  llegándose a una situación caótica en la que sea difícil identificar qué es mentira y qué es verdad.

Regularmente, quien miente encontrará razones válidas para incurrir en el engaño, aunque en la realidad no exista justificación ni excusa. Al respecto, Feldman precisa que las “mentiras reales”, aquellas que cuestan dinero o causan dolor, son moralmente condenables por sus consecuencias. En tanto, las “mentiras piadosas” -aquellas que todos decimos y que, en apariencia son inocuas, de alguna forma son toleradas.

Sin embargo, asevera el autor, aunque las mentiras piadosas sean menos dañinas que las mentiras reales, como todo engaño, perjudican, en cierta medida. Si una mentira sale bien, alguien siempre resultará engañado. Y, cosa crucial, aunque el receptor de la mentira no lo sepa, el que miente sí lo sabe (P. 33).

En la historia, muy distante o muy próxima, local o universal, existen ejemplos claros y contundentes de mentiras que al ser reveladas resultaron en graves consecuencias tanto para el engañador como para los engañados.

En prácticamente todos los ámbitos de la vida ―arte, ciencia, deportes, economía, y desde luego, política― hay casos que ilustran el daño que las mentiras causan a nivel individual o colectivo: recientemente se reveló que alrededor de 11 mil corredores, de los poco más de 25 mil que participaron en el Maratón de la CDMX 2023, hicieron trampa al desplazarse en auto, bicicleta y hasta en transporte público, para evitar el esfuerzo de cubrir la ruta completa. Un engaño en apariencia inocente cuyas víctimas fueron los organizadores, el prestigio de la ciudad, y la reputación de todos los mexicanos.

Por cierto, esta práctica fue denominada por los medios de comunicación como “el síndrome Madrazo” porque fue el político priista ―exgobernador de Tabasco y candidato a la presidencia de México en el año 2006― quien la comenzó en el Maratón de Berlín 2007. 

Y es que, en la política, la mentira, el engaño, el fraude, parecieran ser condiciones indispensables para su ejercicio.

El filósofo británico Zygmunt Bauman en su obra póstuma Maldad líquida, escrita en coautoría con Leónidas Donskis, retoma los estudios del filósofo existencialista Karl Jaspers para analizar la culpa que se deriva de hechos como las mentiras:

… Jaspers especificó y analizó esas cuatro categorías de culpa: la «culpa penal» abarca la implicación directa en delitos y violaciones de la ley; la «culpa política» se hereda de dirigentes o instituciones políticas cuyos actos respaldamos como ciudadanos o incluso, en el peor de los casos, como agentes políticos y como voces de las mentiras y el odio organizado; la «culpa moral» surge cuando se producen crímenes contra las personas de los que no podemos ser absueltos en virtud de nuestra lealtad política ni de nuestra obediencia cívica; y la «culpa metafísica» viene del hecho de seguir vivos —o de hacer demasiado poco (o nada) por salvar la vida de nuestros congéneres humanos— cuando se cometen crímenes de guerra y otros delitos graves (Bauman & Donskis, 2019).

La culpa política, así definida, coincide plenamente con lo que los mexicanos vivimos actualmente. La revelación del plagio que la senadora Xóchitl Gálvez aceptó hace unos días, cometido al elaborar el documento con el que se tituló como Ingeniera, no sólo revela una práctica común ejecutada por quienes buscan “ahorrarse” el esfuerzo de llevar a cabo un trabajo de investigación académica, indispensable para titularse de una licenciatura, sino que muestra también que aun sobre el engaño manifiesto (y aceptado) no habrá consecuencia alguna dado que, de mil maneras, quien lo comete buscará excusarlo, y quien lo descubre, lo dejará pasar, lo obviará, lo olvidará pronto. Incluso, las instituciones responsables no asumirán parte alguna y, en el colmo del cinismo, tratarán de justificar el ardid.

Tan es así, que una ministra plagiaria sigue en funciones y, repetidamente, desde la primera magistratura, se pretendió excusarla alegando una campaña de desprestigio en su contra (y en contra del actual gobierno).

En este contexto, Zygmunt Bauman, en la obra referida, cita a Henry Giroux quien atribuye a la actual hegemonía de la «cultura del analfabetismo» mucha de la responsabilidad de la facilidad sin precedentes con la que las mentiras, las invenciones y la amnesia pública fomentada de forma artificial manipulan (o simplemente borran) el contenido de la conciencia histórica pública (Op. Cit. P. 130).

Lo que en parte explica porqué aun sobre la evidencia de engaño la ministra plagiaria sigue activa, Xóchitl Gálvez continuará en campaña por la presidencia, y Roberto Madrazo se mantuvo firme en su candidatura.

Para el filósofo británico John Gray (El Silencio de los Animales, 2014) la negación de la realidad para conservar una forma de entender el mundo constituye un fenómeno denominado “disonancia cognitiva” que ocurre cuando los seres humanos no contrastan con hechos sus creencias y percepciones cuando las segundas entran en conflicto con las primeras. En lugar de ello, reducen el conflicto mediante la reinterpretación de los hechos que ponen en peligro las creencias a las cuales están más apegados (p. 63).

Tal como ocurre con los famosos “otros datos” con los que se diluyen los cuestionamientos y las evidencias. El célebre “vamos requetebién” para desvirtuar las cifras de criminalidad y delito que nos agobian a todos los mexicanos. El chistoso “lo que diga mi dedito” para evadir y negar una realidad que entra en conflicto con sus creencias y percepciones.

Lamentablemente, por más que descubramos los engaños que los políticos cometen para mantenerse en el poder ―sean del partido que sean― no habrá ninguna repercusión porque, citando a Gray nuevamente: lo que interviene en la muerte de la alfabetización y en el fomento de la ignorancia como virtud cívica es una «trampa de confianza» por la que «los poderosos quieren que creamos que vivimos en un presente eterno…» (Op. Cit. P. 130).

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Last modified: 27 septiembre, 2023
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