Seguramente todos nosotros hemos escuchado alguna vez la expresión “trágame tierra y escúpeme en una playa”, o alguna de sus variantes. Esta frase, aunque sea generalmente usada para expresar que deseamos salir de una situación incómoda, plantea una opción de “teletransportación” idónea para todos los que aspiramos a darnos una escapadita exprés de nuestro día a día.
No obstante, hoy en día, e incluso desde hace varias décadas, ciertamente la tierra, o por lo menos la porción más superficial del subsuelo, se está hundiendo y deformando, lenta pero progresivamente, afectando al 19 % de la población mundial (López, 2021). En nuestro país, todas las grandes urbes establecidas en la parte central son afectadas por el problema de subsidencia del terreno, un fenómeno que implica el asentamiento de la superficie terrestre debido a causas naturales y/o por la actividad antropogénica.
El ejemplo más escuchado es el de la Ciudad de México, cuya subsidencia alcanza los 30 centímetros al año en el centro histórico (López, 2021). Sin embargo, ciudades como Guadalajara, Celaya, Irapuato, León, Aguascalientes, Querétaro y San Luis Potosí, entre otras, también presentan subsidencia. Este fenómeno se manifiesta en forma de agrietamientos en el suelo, bardas, edificios, etc. (Figura 1), los cuales pueden causar desplazamiento horizontal o vertical del terreno, incluso pueden originar la aparición de fallas, socavones o “escalones” topográficos.
El fenómeno de hundimiento diferencial del terreno o subsidencia tiene diferentes orígenes (Figura 2), entre los que destacan (Tomás et al., 2009): compactación del sistema acuífero (por extracción excesiva de agua), drenaje de suelos orgánicos, minería subterránea, hidrocompactación, compactación natural y disolución subterránea (p. ej. terrenos kársticos).
Cada una de estas causas tiene afectaciones y magnitudes diferentes, algunas se pueden manifestar de forma muy local, o bien, presentarse en grandes extensiones, en cuyo caso se consideran fenómenos regionales. No obstante, los daños y efectos negativos que provocan estas deformaciones suelen ser permanentes y, en la mayoría de los casos, irreparables. Incluso se sabe que, una vez que comienza a manifestarse el hundimiento diferencial del terreno en un determinado lugar, la extensión de la zona afectada por este proceso suele ir en aumento con el tiempo, y la velocidad a la que ocurre la deformación va de acuerdo con las características mecánicas e hidráulicas de los materiales geológicos involucrados.
Pero, ¿por qué ocurren estos procesos? ¿Son completamente naturales? O, ¿pueden ser netamente detonados por el hombre y sus actividades?
Para ser justos, hay que aclarar que el hundimiento diferencial del terreno es un fenómeno que se ha presentado a lo largo de la historia de la Tierra, de forma natural, produciendo movimientos principalmente verticales en la corteza terrestre. La velocidad con la que estos movimientos se producen varía de varios metros hasta unos pocos milímetros al año. Estos movimientos lentos están regularmente asociados a procesos de consolidación del terreno, que ocurren durante largos periodos de tiempo (miles o incluso cientos de miles de años) (Abellaneda, 2015). Sin embargo, a pesar de que en toda la superficie terrestre existen condiciones geológicas particulares subyacentes que predisponen a una determinada región para que tengan lugar estos fenómenos (p. ej. fallas geológicas ocultas, presencia de sedimentos compresibles, etc.), también se le debe dar su correspondiente crédito a las actividades humanas relacionadas con el uso desproporcionado y mal planeado de la tierra y el agua, que también han alterado el sistema hidrológico natural, de tal manera que se han amplificado e incluso acelerado los procesos de hundimiento natural, creando incluso nuevos hundimientos de índole totalmente antropogénica, principalmente por el desarrollo de los recursos hídricos para sustentar la vivienda humana y el cultivo para la agricultura.
Al quitar el volumen de agua o cualquier otro fluido (gases, hidrocarburos), así como otros recursos minerales sólidos del subsuelo, se provoca un proceso de compactación o hundimiento en la superficie, por el reacomodo de las partículas o rocas que sustentan el subsuelo, lo que causa una deformación permanente en la superficie, e incluso puede llegar a originar nuevas zonas de inundación. Desafortunadamente, este tipo de manifestaciones, una vez que afectan a casas habitación, edificios, calles o tuberías, suelen ser confundidas con obras mal construidas o con una mano de obra o materiales para la construcción deficientes, lo que provoca que este tipo de procesos pasen desapercibidos a largo plazo por la población en general y las autoridades de los gobiernos locales, hasta que es demasiado tarde. No obstante, en 1975 la Unesco promovió la creación de un grupo de trabajo para el estudio de la subsidencia en el mundo. En 2010 se celebró el VIII Simposio Internacional de Subsidencia del Terreno en la ciudad de Santiago de Querétaro.
Bibliografía citada
- Abellaneda, M. (2015). Estudio y análisis de la subsidencia del terreno en la cuenca del Alto Guadalentín. Investigaciones previas, evolución, causas y consecuencias. Tesis de Maestría. Máster Universitario en Ingeniería de los Materiales, del Agua y del Terreno, Universidad de Alicante, septiembre 2015, 263 pp.
- López, P. (2021). Amenaza global, la subsidencia de suelos. https://www.gaceta.unam.mx/amenaza-global-la-subsidencia-de-suelos/
- Tomás, R., Herrera, G., Delgado, J., Peña, F. (2009). Subsidencia del terreno. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra. vol. 17 (3), 295-302.
La doctora Rosario Vázquez Morales es profesora de tiempo completo en la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Juriquilla de la UNAM
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