A finales de la semana pasada se dio a conocer, por parte de la titular del anterior Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la creación de una nueva paraestatal que, según declaró la funcionaria, tendrá como misión “generar desarrollos tecnológicos e innovaciones soberanas” (sic). Conforme al anuncio hecho por la directora general del otrora Conacyt, la nueva empresa pública llevará por nombre Innova Bienestar y estará dedicada a la electrónica, la producción de bioinsumos, tecnologías de la información y la comunicación, mecatrónica, movilidad y dispositivos médicos. Adicionalmente —por si fuera poco—, Innova Bienestar unirá esfuerzos con la compañía DTM Tecnologías para crear SeriMédica, empresa mediante la que se estarían desarrollando tecnologías aplicadas al cuidado de la salud, como respiradores artificiales —esos que jamás pudo entregar durante la pandemia de Covid-19—, y tecnologías para ayudar a las personas con discapacidad, verbigracia, sillas y prótesis.
Por supuesto que todas las tecnologías mencionadas tienen una alta pertinencia para revolver algunas de las problemáticas que enfrentamos como sociedad mexicana y, de igual forma, resultan importantes en la economía moderna; de hecho, conviene recordar que, por ejemplo, México se ha convertido en uno de los mayores fabricantes de vehículos ligeros y la migración de este sector hacia la electromovilidad no sólo es necesaria, sino inminente; y somos el segundo proveedor de equipos médicos al mercado estadounidense. También es innegable que parte de las funciones que tendría que fomentar el gobierno federal, a través del sucesor del Conacyt, es la transferencia de tecnología, por ejemplo, a través de la incubación de empresas con base tecnológica, para de esta forma ayudar a vincular la investigación científica con el desarrollo de tecnologías y la innovación.
Sin embargo, debemos tener presente que, por una parte, en materia de tecnología el concepto de innovación se entiende como la colocación en el mercado de productos o servicios nuevos o notablemente mejorados; es decir, sólo aquellos productos o servicios que efectivamente llegan a ser comercializados pueden ser considerados como innovación; lo que para una entidad como Innova Bienestar implicaría que el desarrollo tecnológico que llegase a realizar tendría que derivar obligatoriamente en la creación de negocios basados en productos o servicios como los ya mencionados: sillas, prótesis, vacunas, ventiladores mecánicos, etc., pero nuevos o considerablemente mejores a los que ya venden otras compañías.
Por otra parte, también es importante recordar que en el mundo entero la generación de conocimiento, como la que tendría que fomentar el sucesor del Conacyt, típicamente es realizada por las instituciones educativas, mientras que la innovación es un interés propio de las empresas. En algunos casos, la investigación encuentra aplicaciones que conducen al desarrollo de nuevas tecnologías, pero en otros tantos es la necesidad por innovar la que impulsa a la iniciativa privada a invertir en el desarrollo tecnológico sustentado en investigación realizada a través del método científico. Es decir, no hay un sentido único para vincular a la investigación científica con la innovación, ni tampoco los intereses y motivaciones de la academia y la empresa están alineados en todos los casos.
Por estas razones, en las economías más desarrolladas esta diferencia entre motivaciones se acepta pragmáticamente y eso permite que los roles de la academia, el gobierno y la industria queden perfectamente definidos en materia de ciencia, tecnología e innovación.
El gobierno tiende a ser ineficiente cuando intenta realizar innovación —como ha sido evidente para el ex-Conacyt con los fracasos de los ventiladores y la vacuna—, por ello se estimula y facilita el que sea la iniciativa privada la que se encargue de innovar, pues de esta forma la economía avanza tecnológicamente y se generan ventajas competitivas para las nuevas firmas, que así pueden aumentar sus márgenes de ganancias y crear riqueza de la que, por cierto, población y gobierno terminan beneficiándose a través de la tributación.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
