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Como toda la gente está ya enterada de que, en aras de una libertad expresiva que ningún periodista opositor agradece (porque se lo cree merecido, acostumbrado a las sumisiones recompensadas o a los caprichos fulminantes), TV Azteca y Televisa se hallan aposentadas también en Canal Once, he dejado de mirar los supuestos programas de análisis como Primer Plano porque en esas mesas redondas —que transmite Canal Once todos los lunes a las diez de la noche— lo único válido entre los panelistas (por algo ha dejado de intervenir en ellas el maestro Lorenzo Meyer) es saber quién deturpa con mayor intensidad a López Obrador.
Pero esta vez, debido al paso de Otis que devastara a Acapulco, tengo que confesar, sonrojado, que a propósito sintonicé la televisora pública, en punto de las diez de la noche el lunes 30 de octubre, para escuchar qué ocurrencias dirían estos opiniólogos solventados económicamente —y de modo generoso— por el Estado: no me sorprendí cuando dijeron, quien fuera, ya una María Amparo Casar, ya un Sergio Aguayo, ya un José Antonio Crespo, ya un Paoli Bolio, ya un Leonardo Curzio, que Andrés Manuel López Obrador, al igual que Miguel de la Madrid en 1985, exhibió su inutilidad como mandatario, incluso exaltando la figura de Ernesto Zedillo quien —ése sí gran estadista, solidario, afín con la desgracia ajena, según estos fervorosos antiobradoristas— previó, durante su administración en octubre de 1997, el paso del ciclón Paulina atendiendo —ése sí atingente, cuidadoso, caritativo, ejemplar político— con prontitud el problema, tal como también lo afirmara en el diario Reforma el director editorial Roberto Zamarripa. Escuché y contemplé el programa en un lapso de menos de diez minutos, tiempo suficiente para haber corroborado la competencia entre los panelistas de Primer Plano para ver cuál de ellos era, es, el más arrojado en minimizar a López Obrador en una franca declaración de simpatía con sus colegas de TV Azteca y de Televisa, futuros emporios laborables suyos —de los analistas de Canal Once— a los que seguramente servirán con eficacia y bonhomía.
¿Para qué mirar más tiempo esta serie televisiva que no sirve para reflexionar sobre asuntos políticos sino sólo para confirmar, mediante diatribas que son sólo airados lugares comunes, la inutilidad del presidente morenista?
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A diferencia de los iracundos analistas de Primer Plano, el comentarista Felipe Ávila, director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, dijo en su opinión semanal durante el noticiario nocturno de Canal Once —de ese mismo lunes 30 de octubre, media hora antes de que Casar, Curzio, Crespo, etcétera, disminuyeran, o anulándola por completo, la labor presidencial— una cosa cierta, ésta sí reflexiva, sin duda premonitoria de varios males por venir: caviló Felipe Ávila acerca del cambio climático, el causante de que Otis de tormenta tropical se transformara con prontitud en huracán con la máxima quinta categoría, cambio climático que ha empezado a trastornar incluso a los propios fenómenos de la naturaleza, como hemos atestiguado en la tragedia guerrerense, notificación pertinente de Felipe Ávila la cual tuvo sin cuidado, legos que son de la ciencia, a los potentados analistas de Canal Once para quienes todo lo malo que sucede en México sólo puede proceder del presidente López Obrador… pero estos habladores, hablistas, parlanchines, intelectuales están contrariados, y lo van a estar en lo que resta del sexenio, con la administración morenista mirando, en su afán demoledor, en su saña “independiente” (dependiendo finalmente del Estado con casi cien mil pesos cada mes por sus lindos análisis), a los moros armados hasta los dientes cuando en realidad sólo portan buenas intenciones.
La reflexión de Felipe Ávila augura, por supuesto, protocolos diferentes a los montados actualmente por las administraciones gubernamentales: los cambios climáticos no pueden predecir, ya, las secuelas de los fenómenos naturales, pues las catástrofes debido al comportamiento humano se han vuelto contrarias a los augurios de la propia ciencia.
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El 3 de noviembre en su cuenta de Twitter, Carlos Loret de Mola hizo mofa del video que el presidente López Obrador exhibió mientras intentaba ingresar a las zonas afectadas tras el paso del huracán Otis en Guerrero. A la par de un video de sátira en donde él y Brozo escenifican tal episodio en donde el mandatario recorre un terreno fangoso rumbo a Acapulco, el ex trabajador de Televisa escribió: “Regla de oro, el que ayuda no puede volverse damnificado. A menos que seas AMLO y necesites justificar tu inacción previo a un huracán”.
El propio Loret de Mola, para difundir su columna publicada el 2 de noviembre en El Universal, tuiteó desde su red social: “El presidente no está concentrado en combatir la emergencia, sino en combatir a quienes lo cuestionan”.
Como parte del mismo nado sincronizado opositor, Joaquín López-Dóriga lanzó el comentario sobre la supuesta inexistencia de pruebas que acrediten la presencia de López Obrador en Acapulco posterior al paso del huracán Otis, tal como lo expresó en un video subido a la cuenta del propio comunicador: “¿Por qué no se deja ver entre el desastre de Acapulco?”
Como parte esencial de esta acometida mediática, la politóloga Denise Dresser preguntó, a principios de noviembre, por qué el gobierno federal propone reducir presupuestos de ciertos fideicomisos para utilizar ese dinero público en el plan de ayuda a damnificados en Acapulco (era evidente su defensa a ultranza de la Suprema Corte de Justicia sin decirlo con todas sus letras): “¿Por qué se destina un monto similar para huracanes con impactos muy distintos? ¿De qué partida presupuestal saldrán estos recursos? ¿Por que los diputados de Morena no quieren aprobar un fondo especial para la reconstrucción de Acapulco en el presupuesto de 2024? ¿Por qué, si el gobierno afirma que se tienen recursos suficientes para atender la catástrofe en Acapulco, plantea un recorte presupuestal a los organismos autónomos? ¿Por qué los recortes se enfocarán en instituciones que son contrapeso al poder del presidente, en lugar de reducir lo destinado a temas no prioritarios como las mega obras (Tren Maya, Dos Bocas, etc)”
En otro tuit de principios de noviembre, la analista afirmó que tales recortes presupuestales pretenden debilitar “los contrapesos” a la administración lopezobradorista: “Aquí los nuevos saqueadores con fines partidistas. Estos recortes tienen una clara intencionalidad política: estrangular aún más a los órganos autónomos que aseguran elecciones limpias/libres, que combaten el capitalismo de compadres, que promueven la competencia, y que aseguran el acceso ciudadano a la información pública. Eso es lo que hacen el INE, la Comisión de Competencia y el INAI. AMLO/Morena están aprovechándose de la tragedia en Acapulco para debilitar contrapesos, mantener la complicidad de cuates entre el poder político y el poder económico, y eludir la transparencia y la rendición de cuentas. No debemos permitir que Acapulco se vuelva un pretexto para erosionar aún más a la democracia”.
¡Los magistrados combatiendo el capitalismo del compadrazgo!
¡Vaya ocurrentes oralidades de la intelectualidad mexicana!
Esta misma mujer, feminista cuando así se lo exige el oportunismo político, también escribió el 30 de octubre en su cuenta en X, antes Twitter: “Presidente López Obrador pare de decir que no nos fue tan mal porque hay pocos muertos. Pare de minimizar cómo [sic] lo hizo en la pandemia. La gente no tiene donde [sic] dormir, camina en el lodo, falta agua y comida y medicinas y presencia gubernamental. Pare de pensar en su imagen, en la política, en las elecciones, en los adversarios. Piense en el pueblo de Acapulco y muestre humanidad/preocupación/sentido de urgencia. Para eso es presidente”.
¡Caray, cómo hace falta una Denise Dresser en el Primer Plano de Canal Once: sería la idónea compañera de María Amparo Casar equilibrando, a la vez, el número de mujeres en la contienda opinativa restableciendo la anómala balanza genérica establecida en dicho panel comunicacional!
Pero, vamos, como están las cosas tal vez, en esta generosa pluralidad pública, ya se esté en arreglos económicos con esta afamada politóloga para su incorporación pronta en este programa dedicado a las políticas sociales.
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Me impresiona, aunque no me sorprenda, la manera mezquina en que los medios trataron, y continúan tratando, la tragedia de Acapulco concentrando toda su rabia en la figura presidencial (en Primer Plano se subrayó que, una vez más, López Obrador mostró ser una persona absolutamente insensible con las víctimas) incriminando, en este afán tan perturbador por la ansia desmedida de emparejar corruptamente a este gobierno con los anteriores, a los servidores públicos de velar nada más por sus intereses privados: de modo reiterado, como nunca antes en los verdaderos tiempos de desmesurada ratería por parte de la clase política, se consignan en los canales, diales y prensa de papel y digital noticias donde la exaltación de lo falsario es relevante y puntas de icebergs que conductores y periodistas (que, aunque parecidos y aparentemente similares, no están cortados con la misma tijera ya que no entrañan la misma función) se encargan de promover, reventar, propagar y externar como realidades que rebasan a los mexicanos por sostener en el gobierno, según estos insistentes, incendiarios e incansables detractores, a personas inmorales, a dictadorzuelos de poca monta, a personajes incapaces de distinguir entre la política y los vínculos con los millonarios sobornos (y me hablan entonces de que el chofer de AMLO, Nico, es propietario ya de una estación ferroviaria del Tren Maya y de las corrupciones nunca distanciadas de las alcaldías y de las designaciones electoreras y de las minucias favorecedoras discrecionalmente a ciertos personajes mediáticos y medios mimados, etcétera), porque estos fieros comunicadores, aquí sí al parejo tanto periodistas como conductores, están entercados en, o prejuiciosamente enterados de, que o todos los políticos van con el mismo sastre o están ellos siendo directamente perjudicados, o sus patrones, en las nuevas decisiones políticas.
Ni en los periodos más oscuros, u ominosos, de mentiras, hipocresías, engaños, omisiones, corruptelas, imposturas, embustes e infundios de la clase política priista y panista, los comunicadores habían empañado tanto el acontecer cotidiano con sus comentarios iracundos o alardes inverificados e insolentes (de nuevo, Primer Plano se lleva el primer plano, tal vez de ahí su irrefutable nombre, en estos trapaleos verbales con la confianza, de estos comentaristas avorazados, de que jamás serán desmentidos públicamente por el gobierno por provenir sus invectivas de un canal respaldado por el Sistema de Radiodifusión del Estado mexicano) apuntando la incapacidad de la administración obradorista, resuellos provenientes incluso de varios Premios Nacionales de Periodismo que se han llevado este galardón, acompañado de generoso desembolso económico del Estado, previa solicitud ya que la organización de este certamen no tiene tiempo para leer sino sólo las escrituras que piden sus compensaciones, asunto que, para desgracia del buen periodismo, no fue modificado durante la gestión morenista quedando toda esta circunstancia de los premios y los premiados, como siempre, en una irredenta discrecionalidad que fractura cualquier toda buena posible intención.
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¿Esta supuesta insensibilidad del obradorismo a la que apelan, una y otra vez, los periodistas tanto públicos como privados no partirá, acaso, de una autobiografía periodística jamás evaluada para sí misma en cuanto a su propia sensibilidad?
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
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