Tras la aprobación de la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, la llamada Ley Buylla, la titular del anterior Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), ahora también de humanidades, inició la implementación de los cambios incluidos en la nueva pieza legislativa. Entre estos, se abocó a culminar con la modificación radical de lo que fuera por casi cuatro décadas el Sistema Nacional de Investigadores, el conocido SNI, a fin de despojarlo de sus criterios objetivos para ingreso, permanencia y promoción, y terminar por convertirlo en un club en el que amigos y familiares pueden ser favorecidos con el otorgamiento de reconocimientos y del estímulo económico asociado.
El nuevo Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores —precisión que parece innecesaria, o al menos incompleta, pues bajo esa lógica también tendría que incluirse el neologismo “investigadoros”—, el SNII, que recientemente concluyó su primera evaluación bajo la aplicación de los nuevos criterios, también ha mostrado que, al menos mientras esta corriente política se mantenga en la administración, será utilizado cual herramienta de condicionamiento clásico; la diseñada por el célebre Iván Pávlov, y que consiste en promover un aprendizaje asociativo mediante la generación de respuestas concretas a estímulos específicos.
El descrédito del SNI comenzó hace algunos años, cuando la directora del entonces Conacyt permitió el ingreso del fiscal general de la república y además le otorgó la más alta categoría; esto a pesar de que durante décadas el funcionario no ha realizado investigación científica y por ello sus numerosas solicitudes previas habían sido rechazadas consistentemente. En el medio académico se presume que dicho nombramiento fue otorgado por la directora como “estímulo” para lograr que el fiscal apoyara su vendetta en contra de una treintena de colegas.
Pero lo que cientos de investigadores de todo México están enfrentando ahora que han comenzado a recibir los dictámenes a sus solicitudes de ingreso, permanencia o promoción, que presentaron conforme a la convocatoria de este año, es inaudito, pues las negativas y rechazos que reciben algunos solicitantes se intentan justificar de manera puramente subjetiva, pero no se sustentan mediante criterios basados en su productividad o resultados, lo cual presagia que en adelante el nuevo SNII será usado para premiar el desempeño de aquellos investigadores que realicen las actividades que la dependencia desee y castigará a quienes no las hagan.
Esta descomposición del anterior SNI y su acelerada transformación en un mecanismo pavloviano, en el que la idea de obtener un jugoso —y habitualmente necesario— estímulo económico adicional al salario causa la salivación en muchos académicos, y en más de uno termina condicionando su carrera en la investigación, podría conducir al país a un escenario en el cual el objetivo de la academia deje de ser la libre generación de conocimiento nuevo, para obligarla a permanecer dentro de los límites que establezcan las creencias o deseos del gobierno en turno; pero, lamentablemente, con tal condicionamiento se perderá la capacidad de la nación para realizar verdadera investigación científica y desarrollo tecnológico.
El arribo de un nuevo gobierno en el 2024 abrirá dos posibles rutas: una que consolidaría la tendencia emprendida por la presente administración y otra que sugiere regresar a las condiciones existentes hasta antes del 2018; ninguna de las cuales parece ser la solución que México necesita en materia de ciencia, tecnología e investigación. Del próximo gobierno se requeriría de un total compromiso para asumir pragmáticamente la diferencia que hay entre la ciencia y la tecnología, que en naciones desarrolladas les permite a los investigadores buscar con total libertad respuestas a las preguntas más fundamentales y casi siempre con recursos públicos, y a los tecnólogos aplicar dicho conocimiento para resolver problemas concretos, ya sea de interés público o privado, en cuyo caso la inversión entre el erario y la iniciativa privada concurre naturalmente. Y, por supuesto, dignificar los salarios en la academia para hacer que el estímulo económico del SNII pierda todo sentido.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.