CRÓNICA Y FOTOS: JOSÚE MÉNDEZ RUIZ/LALUPA.MX
21 años viví en Iztapalapa y la primera vez que veo una presentación en vivo de los Ángeles Azules es en el Eco Centro Expositor de Querétaro, en el marco de la Feria Ganadera 2023. Llegué desde las 5:30 pm con la firme de intención de ver a mis paisanos interpretar esa música grabada profundamente en recuerdos de bodas, XV años, graduaciones, bautizos y cumpleaños de millones de mexicanos.
Antes del concierto, recorrí la extensa explanada donde se encuentran un montón de juegos mecánicos que tienen a los niños encantados, la enorme oferta de antojitos y, claro, las naves comerciales y ganadera.
Llegué a la hora mágica y aproveché para tomar la mayoría de las fotos que aquí presento. Aunque se veían muchos autos en el estacionamiento, el acceso fue rápido y fluido. Pude entrar en un instante al área de comida, donde lamenté no traer efectivo suficiente… todo olía muy bien. Frente al ocaso, la mayoría de la gente (constituida por familias) iba a los puestos a comprar algo de comer, paseaban y miraban la bella puesta de sol.
“Me espantaste más tú que los monstruos”, le reclama un joven de unos 12 años aproximadamente a su hermano mayor entre risas de ambos al salir de la Casa del Terror. Afuera del recinto, una monja cinematográfica (la de la película de sustos, quiero decir) intimida a los que se acercan al lugar… también sacan fotos con ella.
A la nave ganadera la gente llega muy emocionada a ver los mejores ejemplares del ganado de ranchos queretanos. Bellos caballos, vacas, becerros, ganado miniatura acaparan la atención de asistentes de todas las edades. Algunos se acercan a acariciar a los animales. Me llamó la atención una muestra de ordeña automatizada.
Después de la caminata, durante la cual observé que la feria mantiene su cercanía popular, fui a sentarme y comer algo que pudiera pagar con tarjeta en el Asturiano: una chela y una Maruchan hicieron el truco. Cuando terminaba la segunda cerveza, escuché las voces de cantantes queretanas que preparan el terreno para el acto principal. Decidí entonces que era momento de apartar un buen lugar para el espectáculo.
Con varios minutos de retraso, y ante la presión del público, apareció el “ejército cumbianchero” originario de la alcaldía más poblada de la Ciudad de México. Para ese momento, los ánimos de nosotros los espectadores estaban algo apagados, debido al frío y a la espera que intentaron amenizar locutores de estaciones radiofónicas con mediano éxito.
Los locutores casi salen corriendo en cuanto les dieron luz verde para presentar al acto principal de la noche. Un par de minutos después, los numerosos miembros de los Ángeles Azules se instalaban en sus lugares para brindar una calurosa velada de melodías digeribles, amistosas y muy bailables.
Se me salió una lágrima y una sonora carcajada de alegría cuando en la pantalla principal del Teatro del Pueblo apareció una animación computarizada ultra-kitsch marcando el relieve de Iztapalapa, el cual se situó al centro y sobre el mismo apareció la típica leyenda: “Desde Iztapalapa para todo el mundo”.
Era un video digno de 1985, con cascadita falsa de estudio fotográfico viejito incluida, pero con bastante encanto al expresar una parte fundamental del peculiar éxito que esta banda familiar ha mantenido durante décadas:
Los Ángeles Azules son artesanos de un oficio simple, pero con una técnica extraordinariamente efectiva, a la que han agregado sólo algunos elementos actuales, tanto en música como en expresión escénica, para que se sigan sintiendo muy identificables, tal cual como estar en una reunión familiar, pero sin aburrir.
Algo así fue su presentación de hora y media: una reunión familiar, con los tíos aseñorados que se las saben de todas, todas en sus instrumentos; las tías serias que están encargadas de la organización, los primos que le echan muchas ganas al baile y la cantada, y aquellos parientes lejanos simpaticones que traen anécdotas divertidas a las conversaciones.
La calidez de ese ambiente tan acogedor envolvió a los asistentes, quienes no tardaron en unirse a la fiesta con temas para cantar y esos sólo para bailar, es decir, los que suenan a los sonideros iztapalapenses (con algo de sabrosos toques de cumbia psicodélica y electrocumbia), eso sí, sin decir malas palabras y temáticas enfocadas en el amor de pareja.
Todos los éxitos estuvieron presentes esa noche: “Mi niña mujer”, “El listón de tu pelo”, “20 rosas”, “Mis sentimientos”, “Ay amor”. Por supuesto, “Cómo te voy a olvidar” y “17 años”, pero también nuevos clásicos, como “Amor a primera vista” (con Belinda) u “Otra noche” (con Nicki Nicole). Es bien curioso el acoplamiento de esta banda surgida en los años 70 con personas tan jóvenes, pero el arte de que eso funcione tiene convertidos a los Ángeles Azules en verdaderos rockstars entre personas de 60 a 15 años.
Me divertí mucho en el show. Estoy seguro de que las miles de almas que abarrotaron el Teatro del Pueblo alrededor mío también. Y si no bailé mucho fue por el poco espacio vital que me quedaba ante la alta concurrencia y el dolor de espalda que ya me aquejaba por permanecer varias horas de pie. Aunque, cierto, esos dolores se desvanecen cuando los buenos recuerdos que trajeron consigo los Ángeles ganan en fuerza. Sin duda, traerlos a Querétaro fue una acertada elección del Festival Ganadero.
Me dio nostalgia leer esto, y eso que no soy fan de los Ángeles Azules pero de que los conozco y los he escuchado y hasta he bailado y cantado alguna de sus canciones claro que sí, en su género son todo un clásico