Este martes 5 de diciembre, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) hizo públicos los resultados del ejercicio 2022 de su Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, mejor conocido como Prueba PISA, por las iniciales para Programme for International Student Assessment. Este instrumento ofrece una medición estandarizada —y por ello comparable— de las competencias de lecto-escritura, raciocinio matemático y comprensión del entorno —ciencias— que han adquirido los escolares del noveno grado de estudios, con una edad típica de 15 años y que, en México, corresponde a los estudiantes del tercer grado de la escuela secundaria, el nivel final de la educación media básica.
Este estudio se realiza trienalmente en la mayoría de los países miembros de la OCDE y también en algunos otros Estados que no pertenecen a la organización. En lo que respecta a la prueba aplicada en el 2022, participaron un total de 81 países y sus resultados son particularmente relevantes porque se trata de la primera medición realizada después de la pandemia de Covid-19 que, se presagiaba, ocasionaría un rezago importante en los educandos de todo el mundo.
Lamentablemente para nuestro país dicho temor parece haberse confirmado, pues la Prueba PISA encontró que los adolescentes mexicanos que concluyeron su educación secundaria el año pasado obtuvieron en promedio apenas 395 puntos en matemáticas, 415 en comprensión lectora y 410 en ciencias, todas puntuaciones por debajo de los respectivos promedios para los países de la OCDE, que fueron de 472, 476 y 485. Con tales calificaciones, los estudiantes del noveno grado escolar en México se colocaron como una de las poblaciones escolares más afectadas en el mundo y en América Latina, región en la que se ubicaron por debajo de los estudiantes uruguayos y chilenos.
Aunque la Prueba PISA 2022 ratificó que en general el mundo retrocedió en las competencias de lecto-escritura con respecto a la evaluación del 2018, el caso de México refleja una situación catastrófica pues, si bien se mantuvo sin cambio significativo en la comprensión lectora, retrocedió casi 14 puntos en matemáticas y más de 9 puntos en ciencia; lo que contrasta con el hecho de que, a pesar de haber sufrido la pandemia por igual, otros países del continente americano no sólo no descendieron en sus niveles de aprendizaje, sino que ascendieron, como son los gratamente sorprendentes casos de República Dominicana, Paraguay, Guatemala, Panamá y Uruguay en ciencias; mientras que otro grupo logró mantenerse, entre ellos Argentina, Brasil, Chile y Colombia.
Lo peor para nuestro país no es esta caída sufrida durante los años de pandemia, sino que los puntajes del 2022 confirman una tendencia descendente en la capacidad de lectura que, en los años 2009, 2012, 2016, 2018 y 2022, contabilizaron respectivamente 425, 424, 423, 420 y 415 puntos. En razonamiento matemático el decremento de los años 2009, 2012 y 2016 (respectivamente 419, 413 y 408 puntos), que parecía haber comenzado a revertirse en el 2018 (409 puntos), se desplomó de manera considerable en 2022 (395 puntos). Y en ciencias, única área que reflejaba una historia de ascenso con 416, 415, 416 y 419 puntos en 2009, 2012, 2016 y 2018, respectivamente, retrocedió hasta 410 puntos el año pasado.
Esta terrible realidad, que al mostrar una comparación estandarizada y con un contexto histórico de soporte queda blindada ante las posibles descalificaciones simplonas que pudiera recibir, debería encender las alarmas de toda la sociedad mexicana. Estas generaciones de estudiantes ascenderán en su formación y eventualmente se convertirán en la fuerza laboral de nuestra nación, son quienes habrán de liderarnos frente a los importantes retos que enfrenta el país; mismos que obligadamente tendrán que superar en las décadas venideras, pero sin las herramientas mínimas que les permitan comprender adecuadamente la realidad, abstraerla matemáticamente para simplificar su estudio, ni comunicar sus ideas o entender las de sus congéneres, la encomienda será una cuesta muy pronunciada.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
Culpa única y exclusivamente de las autoridades educativas y del gobierno federal.