Al menos en la zona metropolitana de Querétaro este 2023 heredará al siguiente año —que estará marcado por el proceso electoral— un problema que fue creciendo conforme avanzaban los meses.
Dos aspectos hay que destacar de esta condición. Primero, que las obras públicas hasta ahora realizadas y las que están en proceso no apuntan a solucionar la situación que vivimos, de atrofia que tienen la circulación y el desplazamiento en la urbe de la entidad.
El segundo aspecto tiene que ver con la molestia e irritación que parte de la ciudadanía tiene debido al empeoramiento de las condiciones para movilizarse de un punto a otro de la ciudad, llámese escuela, casa, trabajo o lugar de diversión.
Entre el dicho y la percepción
Esta problemática, sus efectos en las personas, fomenta sentimientos o emociones, y si estos sentimientos y estas emociones se acrecientan, si se vuelven más fuertes, en esa medida se transforman en indignación.
La percepción ciudadana, que pesa más que buenos discursos y que elocuentes promesas, se construye a partir del entorno de la ciudadanía. Si en su calle no hay alumbrado público, si en su colonia hay delincuencia o si el servicio de transporte público que necesita es deficiente, se forma una percepción negativa del gobierno.
Eso es lo que a lo largo de este año ha estado sucediendo en Querétaro, específicamente en la capital del estado. La percepción ciudadana, las emociones, superan al discurso político, a la explicación lógica.
Pasa con el caso específico del ahora llamado Paseo 5 de febrero.
La fecha para su terminación se ha postergado hasta en tres ocasiones. Apenas la semana pasada se colocó en el discurso gubernamental una nueva fecha: a fines de febrero de 2024. Más de un año de obra.
Pero además y por segunda ocasión en este tiempo de construcción, el gobernador del estado ha dicho con claridad que la modernización de esta vialidad no resolverá el tráfico y la atrofiada movilidad de la ciudad.
Y claro que hubo razonamiento y explicaciones lógicas por esta situación: las inesperadas lluvias de diciembre, el retraso en la ejecución por parte de la empresa constructora; incluso, la localización de infraestructura dañada o que no existía y que no se tenía contemplada en los planos.
También hay explicaciones del por qué la obra no solucionará los problemas de movilidad: porque diariamente llegan a la ciudad más de 100 personas, muchas de ellas con auto, porque el transporte público es deficiente pero se está tratando de mejorar…
Pero para las personas, la racionalidad es insuficiente; la emoción siempre va a ganar pues percibe que su realidad poco o nada ha cambiado con esos discursos.
Fidelidad contra emociones
El primer domingo 2 de junio estamos convocados a las urnas para elegir a nuestras autoridades federales y estatales. Para definir su voto, el electorado echará mano de sus sentimientos y emociones de manera prioritaria, aunque también —hay que decirlo— de su “fidelidad” o de su identidad.
Esa identidad se explica como aquel ciudadano que vota sin que necesariamente el candidato o la candidata elegida respondan a sus intereses.
La identidad va más allá de la racionalidad. Luego entonces, hablamos igualmente de emociones.
La “fidelidad” se parece al llamado “voto duro”, aunque también es una especie de religión; es decir, muy difícilmente se modifica pues regularmente, quien está convencido de una opción política rechaza la información que no coincide con la que lo vincula a su opción partidista favorita.
Por estas condiciones es que 2024 puede pronosticarse como un año que será escenario de un choque de emociones, de sentimientos y de percepciones, las que definirán el rumbo del país y, por supuesto, de la entidad.
Y entre esas emociones estará, sin duda, la percepción de las personas sobre su ciudad y la movilidad en ella.
Feliz año
Por periodo vacacional, Código Político descansa; volverá a circular el próximo lunes 8 de enero de 2024. Les deseo unas grandes fiestas navideñas y feliz año 24.
Juan José Arreola de Dios
Periodista / Comunicación Política
Twitter: @juanjosearreola
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