Autoría de 12:12 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito

Una pastorela con un poco de sal tras la palmera – Víctor Roura

Los Tres Reyes Magos comen sus respectivas tortas en un paraje cercano a Belén mientras una pastora da su alimento al transporte de los magos. Los animales, rodeados de dos ovejas y un burro, beben agua de un río cuyos peces también beben y beben en el río por ver a Dios nacer. Los pececillos, acaso imantados por la estrella que guía a los magos, saltan como delfines amaestrados en Six Flags.

      La tarde cae apacible cuando, de pronto, un viento helado se cuela bajo los ropaje extravagantes de los reyes obsequiosos.

      Gaspar: Parece que diciembre ha desplazado al otoño.

      Baltasar: Y el otoño al verano.

      Melchor: Y el verano a la primavera.

      Gaspar, Melchor y Baltasar al unísono: Amén.

      Melchor ve, detrás de una palmera, a un tipo que, sonriente, lo llama.

      Melchor: Acabo de ver una visión, hermanos.

      Baltasar: ¿Hermanos? Me reconcilio primero con mi mujer, la Negra Tomasa…

      Melchor: No miento. Está atrás de esa palmera.

      Gaspar. ¿Cuál palmera? Estás cansado. Duerme, Melchor, que nos falta mucho trecho por recorrer.

      Melchor se pone de pie.

      Melchor: Ahorita vengo.

      Los otros dos Reyes Magos lo miran abandonarlos. Baltasar, de paso, se agandalla la torta que dejara intempestivamente Melchor por su curiosidad, por ver de qué se trataba aquella Visión Inesperada.

      Visión Inesperada: Ven, hombre, acércate. No temas. Yo también sigo a la estrella para ver quién ha nacido. Dicen que es el hijo de Dios, pero no hagas caso de rumores malsanos producto de la inestable prensa.

      Melchor: Sí, ya me han prevenido de los periodistas. Me han dicho que su obsesión por la mentira es inigualable.

      Visión Inesperada: Dímelo a mí que antes de dedicarme a mi actual oficio fui periodista cultural. Lo dejé porque nunca me dieron una beca emérita.

      Melchor: Nosotros no necesitamos de becas, somos independientes. Tenemos nuestras propias minas de donde hemos sacado los regalos para el enviado de Dios. Me hubieras, hijo…

      Visión Inesperada: ¿Hijo? Primero vuelvo a nacer…

      Melchor: No me interrumpas, porque voy a saber de tu mala crianza. Te decía que me hubieras buscado y te otorgábamos un regalo perenne, como una mirra, digamos. Somos dadivosos.

      Visión Inesperada: No necesito esa baratura, ya que mi nuevo oficio me da más dinero. Como periodista me moría de hambre, aunque los chayos no me caían mal.

      Melchor: ¿Y qué haces ahora, buen muchacho?

      Visión Inesperada: Soy repartidor.

      Melchor: ¿Y qué repartes? ¿Amor? ¿Bondad?

      Visión Inesperada: ¡No no no! Los hippies lo repartían y ya ve cómo les fue. Eso no funciona. ¿Usted es uno de ellos? Por su apariencia, todo indica que viene directamente del Festival de Woodstock. Su camarada negro se parece a Hendrix.

      Melchor: No, ni lo mande el Señor. Además, no soporto los guitarrazos de ese tal Hendrix, que no es Baltasar, para mi fortuna. Prefiero las guitarras de Chamín Correa. No leo a Allen Ginsberg. Prefiero a Og Mandino.

      Visión Inesperada: Pues su apariencia indica lo contrario. Es usted, entonces, un yupi del neoliberalismo. Seguramente le gusta Garibaldi o Timbiriche.

      Melchor: Shhh, calla, que no te oigan mis hermanos.

      Visión Inesperada: Deje de preocuparse. Aquí entre nos, yo escucho a Bronco y a Los Ángeles Azules.

      Melchor: Me empiezas a caer bien, hijo, después de todo. ¿Qué repartes, muchacho de procedencia santa?

      Visión Inesperada, ante la última palabra, se hizo para atrás, retrocedió tres pasos y se fue de bruces.

      Visión Inesperada: ¡No me insulte!

      Melchor: Pe pe pe…

      Visión Inesperada: Ayúdeme.

      Melchor lo levanta.

      Visión Inesperada: Aquí le regalo un sobrecito. Si aprecia la mercancía, usted puede encontrarme en este mismo lugar el día que guste después de las seis de la tarde, pero antes de las diez de la noche. No me gusta perderme la telenovela nocturna.

      Melchor: Descuida, hijo.

      Visión Inesperada: ¿Hijo? Primero me afilio al Club de Luisito o de Maná…

      Ambos se despiden con un efusivo abrazo. Melchor regresa con los otros Reyes Magos, que ya lo esperan impacientes.

      Gaspar: ¿Pus dónde andas, tú?

      Melchor: Acabo de conocer a un muchacho encantador que se dedica al reparto para poder vivir en paz, ya que el periodismo lo ha decepcionado.

      Baltasar: ¿A quién no lo decepcionaría?

      Gaspar: Hablen más quedito, que la pastora es reportera. Recuerden que nos acompaña porque, dice la ilusa, quiere cronicar el acontecimiento. Pero ni siquiera puede sostener una columna…

      Melchor: Ni yo podría, hermano, menos si es dórica.

      Baltasar: Insiste en la hermandad, éste…

      Gaspar: Me refiero a la columna periodística, ignorante.

      Melchor: Perdón.

      Baltasar: Pero, ¿qué es lo que te ha dado aquel muchacho del que hablabas?

      Melchor: No lo sé de cierto. Sólo me entregó esta bolsita.

      Gaspar: Ha de ser sal, compañero, y buena falta me hace para terminar mi torta. Presta pacá.

      Melchor: A propósito, ¿y la mía?

      Baltasar: Me la he comido con inusual fruición. No creo que te enfade. Yo he visto cómo repartes pan a la gente hambrienta. Y yo lo estaba.

      Melchor: Eso no se vale, Bal. Anda, dile a la pastora que me haga otra torta. Una mixta, por favor, pero sin cebolla.

      Baltasar se pone de pie. Va con la pastora, que prosigue alimentando a los animales. Gaspar le arroja a su torta un poco de la sustancia regalada por la Visión Inesperada a Melchor. Cuando Baltasar regresa con la torta, Melchor, hambriento y desesperado, en un brusco movimiento, se pega en la nariz y empieza a sangrar.

      Gaspar: Ay, Melchor, cuidado con los árboles. Mira cómo te has puesto.

      Melchor: Que la sal es buena, hermano, ponme un poco en la nariz. Luego yo me unto el limón. No quiero que la nariz enrojezca. Qué diría el descendiente de Dios.

      Gaspar: Pero si apenas es un bebé.

      Melchor: Si el bebé de John Travolta ya hablaba en la película, ¿cómo el hijo de Dios no podrá? Tal vez hasta nos reciba con un discurso escrito en computadora Macintosh Classic II.

      Gaspar: Bueno, tal vez tengas razón. Déjame untarte la sal en esa quebradiza nariz.

      Baltasar: Por cierto, ya no había mixtas. La pastora te preparó una cubana.

      Gaspar: Nada de mujeres, compañeros, que vamos a un envío divino. Les pido abstinencia pura. Respeto.

      Baltasar: Hablo de tortas. Una cubana es una torta, no me refiero a una rumbera del Tropicana.

      Gaspar: Perdón.

      Melchor: Más sal, por favor. Más sal…

      Gaspar: No tanta, Melchor, que te puede hacer daño, ¿no ves que los restaurantes han retirado ya los saleros de las mesas?

      Baltasar: Pareciera que Melchor disfruta su dolor…

      Melchor: Másss saal. por favorrr…

      Gaspar: Calma, Melchor, calma.

      Baltasar: ¿Qué sustancia es ésta que te ha regalado ese muchacho, Melchor? ¡Cuidado, ya no le des más, Gaspar! ¡Puede ser una trampa para no llegar a tiempo con el hijo de Dios!

      Gaspar: ¡Cierto! ¿Quién era ese muchacho? A ver, Baltasar, prueba tú también…

      Melchor: Más más más sal sal, plisss…

      Baltasar: A ver, presta para andar igual. Mmm. ¿Quién era ese muchacho, Melchor? ¡Confiesa! ¿Cómo era? ¿No tenía acaso unos cuernos en la cabeza y una cola en el trasero?

      Melchor: No, no, aunque casi, tenía cara de agente de la Dea…

      Gaspar: ¡Cámara!

      Baltasar codea a Gaspar.

      Baltasar: Mira a la pastora. ¿Qué tal si la invito a nadar un rato en el río? Creo que trae una tanga entre sus pertenencias.

      Gaspar: Pero es una celosa reportera de su deber.

      Baltasar: Lo intentaré.

      Se levanta. Se va con la pastora. Gaspar se recuesta, cierra los ojos.

     Gaspar: ¿Por qué en vez de elefante no usamos un Volkswagen?

      Melchor: Sale más caro, Gas. A ver dame más sal.

      Gaspar: Ya no hay. Nos la hemos acabado.

      Melchor: Qué mala onda.

      Gaspar: ¿Quién de nosotros monta el camello?

     Melchor: ¿Cuál camello?

      Gaspar. ¿No traíamos uno, un camello?

     Melchor: ¿Que no es una jirafa enana?

      Los dos se ríen. A lo lejos se oye un grito de la pastora y de inmediato se ve a Baltasar regresar corriendo.

      Baltasar: Tá bien, no hay bronca. No te enojes.

      Se acerca la Pastora.

      Pastora: Miren nada más cómo están, acosadores de ínfima categoría. ¿Quién los puso así? Les voy a echar agua fría para que reaccionen. No podemos llegar tarde.

      La Pastora va al río. Trae una cubeta con agua y se las arroja —el agua, no la cubeta— a los Reyes Magos, que dormían, ya, como santos. Reaccionan con gravedad.

      Gaspar: ¿Qué onda?

      Melchor: Déjenme dormir diez minutos más, plis.

      Baltasar: ¡Ora, no mojen, no avienten agua…!

      Pastora: Vergüenza debería darles. ¡Vamos, levántense, que la buena estrella nos siga guiando!

      Melchor: ¿Cuál estrella? ¿Está aquí Julia Roberts? ¿Cuál estrella?

      La Pastora saca un látigo de su mochila.

      Pastora: A ver, ya se me van alivianando…

      Baltasar: No pensé que leyeras a Sade, pastora.

      La pastora da un latigazo contra el terregal. Entonces, los Tres Reyes Magos se ponen de pie. Con prontitud. La Pastora les vuelve a arrojar agua fría, que saca quién sabe de dónde.

      Melchor: Ya, ya voy captando. Lo siento. Lo siento.

      Gaspar: Es hora de proseguir.

      Baltasar: Esa sustancia nos transformó, pastora, aim sorri.

      Pastora: ¡Nada debe detenernos!

      Los Tres Reyes Magos bajan la cabeza, apenados. En eso se asoma la Visión Inesperada tras otra palmera. Le hace una seña a Melchor.

      Melchor: Déjenme despedirme de ese muchacho. Me las va a pagar.

      Los otros dos Reyes Magos lo dejan ir.

      Melchor: Me diste una rara sustancia. No se vale.

      Visión Inesperada: Pero la pasó bien, Señor de los Sesenta.

      Melchor: No soy hippie, ya te dije. ¡Basta, quítate de nuestra vista! No estorbes el paso, hijo de la desgracia. A un lado… Por cierto, ¿cuánto cuesta cada bolsita de la que me regalaste hace un rato? Digo, nomás por preguntar… Contesta y vete… ¿Cuánto?

      La Visión Inesperada le dice algo al oído a Melchor.

      Melchor: ¿Tanto? No, hijo, prefiero seguir trabajando en la mina. Provecho. ¡Quítate del camino, ave de mal agüero! Con permiso… ¿Dices que estás aquí todos los días, bajo esta palmera?… ¡Vete! ¡Vete de aquí!

      Por atrás pasan Baltasar y Gaspar y la Pastora y las ovejas y el burro. Van rumbo a Belén, siguiendo la buena estrella. Empieza a anochecer. La Pastora va cantando, con el látigo en la mano, aquella rolita de los peces que beben y beben y vuelven a beber, los peces en el río por ver a Dios nacer.

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LA LUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito/

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Last modified: 24 diciembre, 2023
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