Autoría de 2:08 pm #Destacada, A Ojo de Pájaro - Gerardo Aguilar

De aves, cerros verdes y café: una odisea colombiana. De Río Blanco a los Nevados (III) – Gerardo Aguilar Anzures

En la entrega anterior de esta odisea colombiana (puedes leerla aquí: https://lalupa.mx/2023/12/18/de-aves-cerros-verdes-y-cafe-una-odisea-colombiana-pajareando-entre-nubes-sobre-los-andes-ii-gerardo-aguilar-anzures/) exploramos la Región Andina cercana a Cajamarca.  Para continuar nuestras exploraciones, nos esperaba la Reserva Ecológica Río Blanco, que se encuentra en el municipio de Manizales, Departamento de Caldas.

Manizales es una bonita ciudad y la Reserva Río Blanco se encuentra a una media hora en automóvil. En las calles se pueden encontrar muestras de que los manizaleños valoran y aprecian el entorno natural de la ciudad y lo consideran su patrimonio.  Me resultó muy impresionante ver una gran estatua del “barranqueño” que es el nombre local para el momoto serrano. Se encuentra en un lugar muy prominente de la ciudad y no sólo llama la atención por su tamaño sino por la gran dinámica que tiene la escultura, al estar  esculpido emprendiendo el vuelo.

Momoto monumental

Como está de camino a la Reserva Río Blanco, fue muy conveniente hacer una escala en un centro comercial en Manizales, ya que teníamos necesidad retirar efectivo en cajero automático y hacer algunas compras. Fue prácticamente la única “experiencia urbana” que tuvimos  en todo el viaje, ya que las dos veces que pasamos por Cali, simplemente la atravesamos prácticamente sin detenernos. Yo tenía suficiente efectivo, así que mas bien me dedique a “observación de gente”, mirando a los manizaleños recorriendo el “mall” relajadamente.

Con varios días ya de estancia en “la mera mata del ron” sin haberlo degustado, aproveché la visita para entrar en un supermercado y comprar una botella “de cuarto y medio”, es decir 375 ml del ron añejo Caldas 5 años, que además es orgullo local. Pensé que me duraría mucho, pero la verdad, estaba muy bueno y tuvo una vida muy corta, sobre todo porque fue remedio contra el frío.

Manizales

Después de nuestro “toque de civilización”, nos volvimos a encaminar hacia nuestro destino natural, que era la Reserva Ecológica Río Blanco. Nuevamente había que subir a las laderas andinas, esta vez, a 1,700 metros de altitud, en la entrada de la Reserva, pero que se extiende subiendo la ladera, hasta el albergue o “lodge” se encuentra bastante más arriba.

Entrada a Río Blanco

En la entrada de la Reserva se encuentran las instalaciones de una planta de agua, que es un punto de colección, donde llegan aguas de deshielo de la cordillera. Al parecer, esta agua todavía no es potable, pero la verdad se ve tan limpia que yo no dudaría beberla, si me ofrecieran un vaso. Desde este punto, el agua viaja a otra planta, que se encarga de suministrar agua potable a Manizales.

Regresando a las inútiles e infantiles comparaciones que hago, poniendo a competir a mi lugar de origen con los sitios que visito, en el tema “AGUA”, en verdad creo que Colombia está mucho mejor que México. Desde luego, sólo desde mi experiencia personal, pero déjame decirte que en todo nuestro recorrido difícilmente encontré un cauce abierto  que estuviera sucio, mientras que en México, aún en lugares apartados, es común ver que las orillas de los arroyos tienen toda clase de basura y que aún en cauces aparentemente limpios se llega a sentir  olor a caño. Y por otro lado, está la escasez en muchas regiones de México, contra una gran abundancia en Colombia, tal vez llegando a nivel de la despreocupación. Recuerdo que en uno de los recorridos que hicimos, pasamos por un lugar donde había una manguera de la que estaba brotando una cantidad significativa de agua y me comentaron que era la salida de un manantial, que  de ahí se tomaba cuando se requería. Cuando les dije “Oigan, pero se está desperdiciando”, me dijeron con total despreocupación: “Si algo sobra en Colombia, es el agua”. Espero que tengan razón y que nunca sufran de escasez.

Y bueno, precisamente en uno de esos arroyos cristalinos de la entrada que tanto me han gustado, encontramos el Mirlo acuático coroniblanco (Cinclus leucocephalus) recorriendo incansable la corriente poco profunda en busca de su alimento. Es un habitante de arroyos y ríos de movimiento rápido que tengan muchas rocas en las que percharse. Está muy ampliamente distribuido en los Andes desde Venezuela hasta Bolivia, entre los 700 y 3,500 m de altitud.

Para fines de esta crónica, podemos dividir la Reserva en dos secciones: El área de la entrada y la zona del Lodge. A lo largo de nuestro recorrido estuvimos alternativamente en ambas secciones, pero para fines de la narración, revisaremos primero las especies de la entrada y posteriormente las del lodge.

Mirlo acuatico coroniblanco

Otra especie que pareció salir a recibirnos, fue el colibrí picocuña occidental (Schistes albigularis) ya que revoloteaba en unas flores que estaban junto al letrero de bienvenida a la Reserva.  Es un colibrí bastante pequeño, principalmente verde y con el pico corto, encontrado en la ladera oeste de los Andes desde el centro de Colombia hasta el suroeste de Ecuador.

Colibrí picocuña occidental

Y no podía faltar en el comité de bienvenida el emblemático momoto serrano (Momotus aequatorialis), también llamado barranqueño, cuya estatua habíamos visto poco antes en Manizales. Es un ave que transmite valor y fortaleza al verlo. Las plumas de su cola son un espectáculo cuando está en vuelo. Se le encuentra en zonas altas, entre Colombia y el norte de Bolivia.

Momoto serrano

La reinita cabecilistada, también llamada arañero cabecirayado (Basileuterus tristriatus) se encuentra  en el sotobosque, desde Venezuela hasta Perú, entre los  1,000 y 2,000 m.  Usualmente anda en pares o pequeños grupos, a menudo siguiendo una bandada de especies mixtas. El patrón de tres rayas en su cabeza ayuda a distinguirla de otras especies similares.

Reinita cabecilistada

Quiero aprovechar este punto para comentarte que el asunto de los nombres de las aves resultó un tema complicado para mí en este viaje, por varios motivos: En primer lugar, la prolija diversidad de especies de Colombia mayoritariamente nuevas para mí, ya era un reto. En segundo lugar, yo cargué en la aplicación de identificación de mi teléfono (llamada Merlin)  la biblioteca de aves de Valle del Cauca y los Andes, con los nombres científicos y en español de las especies, pero en la práctica, los guías y la gente de la comunidad de observación utilizan los nombres en inglés (con acento colombiano), así que se me sentía en la Torre de Babel, puesto que no entendía  el inglés de los guías y el enlace era  a través de mi hijo, que “traducía” al latín de los nombres científicos. Para colmo, los pocos nombres que los colombianos usan en español son DIFERENTES  a los nombres comunes de la aplicación, y como ejemplos, podemos ver que la denominación popular de: “Compás”, “Torito” y “Barranqueño” poco tienen que ver con: “Cabezón tucán”, “Cabezón cabecirrojo” o “Momoto serrano”, respectivamente, que son los  nombres comunes que tiene la aplicación.  Así que mi consejo para los pajareros mexicanos viajando a Colombia es: bajar las bibliotecas con los nombres en inglés y estudiar un poco  las especies probables en el recorrido, para no complicarse mucho con este tema.

La  Aratinga de pinceles (Leptopsittaca branickii) es un perico verde y grande, muy específico de bosques de alta elevación. La delgada línea amarilla que se extiende detrás del ojo es importante para distinguirla de otros pericos. La vimos en la zona de entrada, aunque más bien, fue un espectacular comité de despedida, puesto que una parvada de unos 25 pericos pasó volando encima de nosotros con un alboroto propio de pericos, cuando ya nos retirábamos. Aunque eran muchas aves, se me dificultó fotografiarlas en vuelo y en forma un poco desesperada pude capturar a una que perchó durante unos segundos en un árbol cercano, lo que impidió que me fuera con las manos vacías. Se le encuentra en zonas altas entre Medellín y Quito y más al sur, entre las inmediaciones de Guayaquil hasta la zona de Cusco.

Aratinga de pinceles

Zona del Lodge, Reserva Natural Río Blanco

Como podrás apreciar, hay especies interesantes en la entrada de la Reserva, pero ahora continuaremos al área del Lodge. Solamente te daré una mínima muestra de toda la biodiversidad que ahí se encuentra, ya que el registro histórico del sitio es de 471 especies. Entre la tarde de nuestra llegada y la salida del día siguiente, pudimos observar 64 especies diferentes, solamente en esta zona.

Es sumamente conveniente que haya un albergue en el corazón de la reserva, de esa manera, se puede aprovechar mucho tiempo para pajarear  pudiendo hacer las pausas para comer o dormir, sin perder el tiempo en trayectos.

El área de alojamiento está compuesta por un edificio muevo y otro que ya tiene más tiempo, donde también se encuentra el comedor y la cocina. La construcción es típica de montaña, con madera, concreto y techos de dos aguas, con balcones que permiten disfrutar la vista. Los edificios forman una escuadra y dentro de ella,  han cultivado un espléndido jardín de polinizadores, que es materialmente invadido por varias especies de colibríes. De hecho, hay que estar a las vivas, puesto que a veces te pasan zumbando frente a la cara o se quedan suspendidos  de manera que crees que podrías  estirar la mano y agarrarlos.

“De manera enunciativa, mas no limitativa”, como dicen los abogados, te presentaré algunas de las especies de colibríes presentes en este mágico lugar:

Inca acollarado

Colibrí jaspeado

Colibrí colihabano

 Me  voy a permitir hacer un “refrito”, es decir repetir una especie de una crónica anterior, pero la verdad, vale la pena, ya que se trata del Silfo de king (Aglaiocercus kingii), que es un colibrí grande y espectacular y que pudimos ver aún mejor aquí en Río Blanco, que en el avistamiento inicial, en la Vereda Potosí, en Tolima.

Silfo de king

Y además de estas especies, pudimos ver otras, que ya habíamos registrado previamente en las cercanías de Anaime. De hecho, los colibríes estuvieron presentes, con unas u otras especies, a lo largo de todo el recorrido.  No es de extrañar, puesto que Colombia es el país que a nivel mundial cuenta con más especies de esta familia de aves, (Trochilidae).

En cuanto a insectívoros,  además de los papamoscas y mosqueros, en Colombia podemos hablar de  pitajos y birros, algunos de los cuáles te presento a continuación:

El Pitajo diademado (Silvicultrix diadema) es un mosquero pequeño encontrado en zonas subtropicales y templadas de los Andes desde Venezuela hasta Perú. Como su nombre sugiere, parece tener una diadema amarilla. En general, los mosqueros me caen bien, porque frecuentemente buscan perchas despejadas, desde donde pueden ver a los insectos voladores que cazan, pero de igual manera,  resulta más fácil verlos a ellos, que a otras especies que se esconden en el follaje y sólo salen fugazmente al claro.

Pitajo diademado

El Pitajo negro o ventricastaño (Ochthoeca cinnamomeiventris) es un mosquero pequeño casi siempre encontrado alrededor de riachuelos de montaña. Mayormente gris oscuro, con cejas blancas cortas y partes inferiores rojizas (de donde viene el nombre científico “cinnamomiventris” y el nombre común alterno).  Se encuentra en la zona subtropical de los Andes desde 1,700 hasta  2,800 m, donde solos o  en parejas pueden pasar inadvertidos, haciéndose visibles cuando perchan sobre un arroyo.  Se le encuentra desde Medellín hasta el norte de Perú.

Pitajo negro

El birro chico (Pyrrhomyias cinnamomeus)  es un mosquero rojizo brillante de la zona subtropical andina, desde Venezuela hasta el norte de Argentina y Chile. Su tamaño  es bastante pequeño y por sus características es prácticamente inconfundible. Usualmente se encuentran en pares, perchados visiblemente en los límites del bosque de niebla. Nosotros lo vimos a la orilla del camino y aunque estaba cerca, en realidad  me costó un rato y muchos disparos lograr una imagen que me gustara:  o bien estaba a contraluz, o tenía la “rama traicionera” enfrente, que impide enfocar, o estaba perchado en el alambre de púas… hasta que después de perseguirlo un rato, logré captarlo perchado en un arbusto, del lado correcto para la luz. Definitivamente, valió la pena seguir “esa flamita” a lo largo de unos 50 metros por el camino, hasta lograr la toma correcta.

Birro chico

Un ave que en lo personal me pareció espectacular es el frutero verdinegro (Pipreola riefferii). Se trata de un pájaro robusto, de cola corta y con un hermoso patrón  de plumaje verde, amarillo y negro. Por si le hiciera falta colorido, las patas y el pico son de un rojo brillante.  Es común en hábitats boscosos en las zonas subtropical y templada, desde el norte de Venezuela, hasta el Perú central.

Frutero verdinegro

Grallarias

Las aves de este género son un grupo de hormigueros maravillosos, carnosos y de formato arredondado, de colas extremadamente cortas y piernas muy largas. Se encuentran principalmente en selvas húmedas y montanas, alcanzando su mayor diversidad en los Andes. Siguen un patrón de tonalidades de pardo, rufo y gris, y a menudo exhiben algún tipo de barras o estrías. Son primariamente terrestres. La mayoría son notoriamente tímidos y discretos, aunque unas pocas especies, como  los andinos andan más en el semi-abierto. Todos las grallarias, tororoíes, chululúes (o antpittas, en inglés) son más conocidos por sus cantos simples pero atractivos, generalmente la primera indicación de su presencia. 

Para esta crónica sería muy extenso y hasta cierto punto repetitivo presentar de manera individual las cinco especies que tuve oportunidad de fotografiar, ya sea en Río Blanco, o en nuestro siguiente destino, Las Termales del Ruíz. Por esta razón las he incluido en la “foto grupal” bajo estas líneas. En general, todas buscan larvas y gusanos como su principal alimento.  Las personas que administran los sitios  de avistamiento tienen algunos individuos habituados a recibir alimento en sitios al borde de la vegetación, dónde quedan visibles por un breve tiempo y entonces los observadores pueden verlos y fotografiarlos mientras están en proceso de alimentarse. En lenguaje popular, esto se llama tenerlos “maiceados”, sólo que en este caso, el cebo no es maíz, sino  las larvas que las grallarias comen.

Grallarias

La Tangara aliazul (Anisognathus somptuosus) es de tamaño mediano y se encuentra en los bosques nublados andinos desde Colombia hasta Bolivia. Es bastante común y forma parte de bandadas de especies mixtas, entre los 1,200 y 2,500 metros de altitud. Así como “de noche todos los gatos son pardos”, en el denso follaje, todas las tangaras son siluetas, pero con suerte y paciencia salen al claro y nos recompensan con sus bellos colores.

Tangara aliazul

El Cerquero picofino (Arremon assimilis) es un pájaro rechoncho  que se encuentra en los Andes desde Venezuela hasta Perú. Es oliva por arriba y blanco por abajo con flancos grisáceos. Forrajean en parejas por el suelo del sotobosque del bosque montañoso, típicamente  entre los 1,500 y 3,000 m.  Para poder fotografiarlo, tuve la suerte de que uno de ellos saliera de los arbustos al claro, Fueron unos pocos segundos, pero con ello fue suficiente para conseguir la imagen que buscaba.

Cerquero picofino

Todavía quedarían varias especies más por mostrar y describir, ya que la Reserva Río Blanco es un verdadero tesoro de biodiversidad, pero  ya me extendí bastante y hasta aquí llegaré con la narración. Si visitas Colombia, éste es un lugar que considero imprescindible.

La noche después de Río Blanco hicimos nuestro hospedaje y cena “de lujo”, en un lindo hotel con el poético nombre “ESTELAR Recinto Del Pensamiento”, en las afueras de Manizales. Además de consentirnos un poco,  desde el punto de vista logístico el alojamiento fue bastante adecuado, puesto que está a boca de carretera hacia el Parque Nacional Natural los Nevados,  nuestro destino para el día siguiente.

Poco disfrutamos el hotel, ya que tempranito nos pusimos en marcha hacia la primera escala que era el Hotel Las Termales del Ruiz. El trayecto es de menos de 40 kilómetros, sin embargo, toma más de una hora llegar por una carretera sinuosa y ascendente, que va “pintando” la línea fronteriza entre los Departamentos de Caldas y Tolima

Las Termales de Ruiz es un hotel de gama alta, que cuenta con aguas termales sulfurosas y está enclavado en una ladera montañosa, sobre la cuál se ha construido  un sendero que incluye pasarelas de madera y una terraza de observación para los visitantes que acuden a ver aves, esto es independiente de las pozas y albercas con aguas termales, que están destinadas para los huéspedes. De hecho resulta un poco cómico pasar junto a las albercas con gente en traje de baño, mientras uno lleva tres o cuatro capas de ropa abrigadora.

En nuestros recorridos pajareros siempre fuimos bastante disciplinados en cuanto a los tiempos, pero en el caso concreto de Termales del Ruiz, teníamos programadas varias actividades que estaban agendadas específicamente, en concreto la observación de dos grallarias, que se alimentan a diferentes horas y en sitios específicos del área natural que tiene el hotel. Entre una observación y la otra, teníamos programado el desayuno en el restaurante del hotel, lo cuál nos vino de maravilla, pues ya hacía hambre y además nos permitió calentarnos un poco, ya que a la intemperie corría el viento frío típico de la montaña. puesto que estábamos  a 3,500 metros de altitud. Antes del desayuno vimos a la Grallaria quitensis y después a la Grallaria saturata, afectuosamente llamada “choco”  por su color chocolate.

Ya sin horario específico, nos dedicamos a recorrer el paraíso de colibríes y tangaras, que son los jardines de Termales del Ruiz. Vimos varias de las especies que ya habíamos encontrado en puntos anteriores y no me detendré en ellas, sin embargo,  un avistamiento nuevo (“Lifer”) en Termales de Ruiz fue el colibrí aliazul (Pterophanes cyanopterus) que es un colibrí enorme y espectacular. Los machos son esmeralda brillante con alas azules. Las hembras son verdosas arriba con las partes inferiores color canela.  Le llaman “colibrí mariposa” y en verdad tiene un aleteo más lento que otros colibríes y a golpe de vista, efectivamente asemeja una mariposa. Desafortunadamente no pude fotografiarlo en vuelo y ya me estaba angustiando que por una u otra causa se me escapaba, hasta que pude captarlo perchado, pero esa imagen que conseguí no tiene un punto de referencia que permita ilustrar lo grande que es. Se le encuentra en bosques de alta montaña, desde los 2,800 metros, hasta la línea límite de los árboles, desde Colombia hasta Bolivia.

Colibrí aliazul

El Atlapetes nuquipálido (Atlapetes pallidinucha) es una especie de elevaciones altas, que ocurre en matorrales y bordes de bosque, entre 2,700 y 3,700 metros de altitud. Solos o en pares, usualmente forrajean en los niveles más bajos de la vegetación. A veces acompañan a una bandada de especies mixtas. Se distribuye principalmente en Colombia y Ecuador, con pequeñas áreas en el sur de Venezuela y el norte de Perú.

Atlapetes nuquipálido

Para mi gusto, la Tangara vientre escarlata (Anisognathus igniventris) es una de las especies más elegantes entre las tangaras. Todos los detalles de su plumaje parecieran haber sido colocados ahí por un diseñador italiano. En pares o pequeñas bandadas forrajean en todos los niveles del bosque montañoso, a menudo con bandadas de especies mixtas. Se le encuentra desde el extremo oeste de Venezuela hasta Bolivia,  de 2,600 a 3,600 metros de altitud. Ya habíamos registrado esta especie dos días antes, pero entonces había sido  un “relámpago rojinegro” entre el follaje, pero aquí en Termales del Ruiz, la tangara se perchó al descubierto y con buena luz, así que fue un deleite para ver y fotografiar.

Tangara vientre escarlata

Ya estando fuera de la propiedad de Termales del Ruiz,  como un regalo de despedida, encontramos todavía dos especies: La Tangara lacrimosa (Anisognathus lacrymosus), que yo vi muy feliz, saltando de una rama a otra. Me parece muy depresivo pensar que la pequeña mancha amarilla bajo su ojo es “una lágrima”, como su nombre sugiere. Se encuentra en los Andes desde Venezuela hasta Perú, donde es bastante común en las zonas alta subtropical y templada. Esta especie también se integra a las bandadas mixtas de tangaras afines.

Tangara lacrimosa

La tangara montana (Buthraupis montana) es común y ampliamente distribuida en las zonas altas subtropicales y templadas de los Andes entre Venezuela y Bolivia. Su gran tamaño, sus colores brillantes y sus ojos rojos la distinguen de otras tangaras de montaña.  Normalmente se observa en grupos pequeños, a menudo siguiendo una bandada de especies mixtas, en los niveles medios y superiores del bosque.

Tangara montana

Para nuestra siguiente parada del día, era necesario  seguir subiendo “the long and winding road”, otra media hora y ascendiendo otros 600 metros hacia el Nevado del Ruiz, hasta llegar al “Centro de Inducción a visitantes Brisas”… qué más que brisas, ya son ventarrones. Los árboles van escaseando en el ascenso y uno empieza a apreciar el extraño paisaje que es el Páramo de alta montaña. Mientras que en otras latitudes, a  la altura de 4,130 metros ya no hay vegetación, o a lo mucho, un ralo pastizal,  en estas tierras casi ecuatoriales, la vida es vigorosa y se encuentran algunas variedades de arbustos,  otras especies parecidas a suculentas y estas plantas alcanzan a florear, aún en este ambiente muy poco favorable.

Todo el entorno tiene un toque místico y enrarecido, ya que la neblina filtra la luz solar y hay un  silencio amortiguado, que es cortado solamente por las ráfagas de viento helado… ¡Pero hay  flores y donde hay flores, puede haber colibríes! De hecho, todo el esfuerzo de llegar a este punto y exponerse a los elementos a una altitud mayor que la cima del Ajusco (Montaña de 3900 msnm al sur del Valle de México), era para buscar al emblemático Chivito del Nevado del Ruiz (Oxypogon stuebelii), microendémico y encontrado solamente a elevaciones extremadamente altas en los Andes centrales de  Colombia.

Chivito y el páramo

Se trata de un colibrí grande y con pico corto, en tonos marrones con la cara más oscura. En realidad parece chivito, ya que el macho  tiene una “barba” verde azulada y  su cresta enmarañada serían los “cuernos” del chivo. A menudo son observados alimentándose o posándose en los frailejones, que son plantas nativas del páramo y llaman la atención por su tallo corto (parecido a un tronco), sus hojas grandes y alargadas y sus pequeñas flores amarillas. Se trata de una especie que está considerada parte importante del patrimonio natural de Colombia.

Frailejones

 La primera observación del chivito la hicimos llegando al punto señalado, en un sendero aledaño al Centro de visitantes.  Fue una gran emoción y al mismo tiempo una tranquilidad, ya que no siempre se tiene éxito al buscar una especie tan valiosa como ésta, o bien, toma mucho tiempo hacerlo.  Después de ese avistamiento y la adrenalina inicial,  ingresamos al pequeño pero acogedor edificio de madera que es el Centro de visitantes Brisas, donde uno puede entrar en calor y beber café o un glorioso té de coca, que además de calentarte por dentro te ayuda y estimula para soportar mejor la gran altitud.

Albergue y te de coca

Aparte del recinto cerrado, el Centro cuenta con una terraza que mira hacia el páramo, donde hay plantas con flores y ahí pudimos ver varias incursiones de cuatro o cinco individuos diferentes, para alimentarse de las flores que teníamos enfrente y pude lograr otra secuencia de fotos, que considerando la distancia y las condiciones de iluminación, me parecieron más que satisfactorias y aquí te comparto otra.

Chivito del Nevado del Ruiz

 Finalmente dejamos las laderas más altas de los Andes y en la siguiente entrega disfrutaremos ampliamente del bosque de niebla. Tuvimos que desandar mucho camino de regreso al Valle del Cauca, pasando por Manizales, Pereira y Cali, para tomar la Autopista hacia Buenaventura,  dónde muchos lugares se conocen por el número de kilómetro en el que se encuentran. Después de estar en el auto el resto del día, llegamos al  kilómetro 18,  donde está la desviación a la Finca Bosque de Niebla, que sería nuestro lugar de hospedaje y a la vez, el primer lugar de pajareo para el día siguiente, pero eso ya es materia de la  cuarta crónica de esta odisea.

Hasta entonces, te dejo mi agradecimiento por tu compañía en estas aventuras. Me encanta que las vuelvo a vivir, para poder contártelas.

Me dará gusto si quieres ponerte en contacto conmigo, por los siguientes medios.

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AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “A OJO DE PÁJARO”, LA COLUMNA DE GERARDO AGUILAR ANZURES PARA LALUPA.MX

https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/a-ojo-de-pajaro/

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Last modified: 11 febrero, 2024
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