Un hecho insólito: en la misma semana, el entrenador del Barcelona y del Liverpool anunciaron que no continuarán en sus cargos.
Al primero, su club lo quiso –y aguantó– como entrenador por lo que hizo como jugador. Ligas, Champions, Copas, Eurocopas y un Campeonato del mundo; su continuidad en el banquillo se basaba en la nostalgia. Xavi Hernández, dentro de la cancha, era un magnífico estratega; fuera de ella, vestido siempre de negro, lució como un impotente aficionado.
“Como jugador nunca pude llevar a la cancha lo que pasaba por mi cabeza. Tenía el talento para la quinta división y el cerebro para la Bundesliga. El resultado fue que jugué en la segunda división”, compartió alguna vez el entrenador alemán Jürgen Klopp; esa mentalidad lo condujo a ser un gran obrero dentro del campo, y un genio fuera de él.
Xavi se despidió diciendo que su partida era lo mejor para el club. Klopp cree que la suya es lo mejor para su persona; en Liverpool no pueden imaginarse a nadie que pueda suplirlo; para ocupar el cargo del entrenador catalán existe una larga lista de candidatos.
“Nunca dirigiré un equipo en Inglaterra que no sea el Liverpool,” dijo Klopp en su despedida. Xavi no dijo nada en relación a su futuro como entrenador, sin embargo parecería difícil que para la próxima temporada un equipo lo contrate, y en todo caso sería uno de media tabla o probablemente en una liga de menor prestigio. En contraposición, todos los grandes equipos de Europa, incluido el Barcelona, se entusiasman con la idea de traer a Klopp a su banquillo.
Klopp es un entrenador sonriente. En sus conferencias de prensa (esos eventos que en el mundo del futbol son repetitivos y, en muchas ocasiones, odiosos para los entrenadores) se mostraba alegre y honesto; los aficionados reds celebraban sus respuestas y estas se convertían en un motivo más para creer en el equipo.
En las conferencias de Xavi Hernández el aficionado culé tenía la impresión de que algo no cuadraba. “Estamos en construcción”, decía el de Tarrasa luego de haber estado sentado en el banquillo por más de dos años y medio. Puede que no mintiera (así de destruido se encuentra el Barca), pero no elegía las palabras adecuadas para comunicarlo; daba la impresión de disfrazar la verdad o de actuar ingenuamente; lo que resulta fatídico para cualquier líder.
Klopp siempre pareció auténtico, Xavi un entrenador que se escondía, lo peor de todo es que no tenía dónde hacerlo, ni en su plantilla, en la directiva, ni en la afición, estaba expuesto a merced de los periodistas. Klopp era la encarnación misma del lema del equipo “You will never walk alone”, al contar con la confianza de los suyos se sabía fortalecido.
“La presión sólo existe cuando pierdes la confianza”, reza un dicho y Xavi la perdió hace muchos meses, su carrera como DT vive un extravío.
Con lo que hizo en el Liverpool, Klopp tendrá la plena confianza de los aficionados y los directivos para el resto de su carrera.
La del español y la del alemán son historias similares por sus contrastes. Insólito fue que anunciaran su adiós en la misma semana; uno de ellos orillado por el desgaste del triunfo y el otro por hallarse a orillas del fracaso.
He ahí una de las razones por la que nos gusta tanto este deporte: sabe narrar, con sutil precisión, los contrastes de la condición humana.
