Autoría de 2:54 pm #Opinión, Armando Mora - El Ardiente Rabo • One Comment

La Errata: cosa de duendes – Armando Mora

Parte 1

El día de hoy, dejaré por un momento el tema del aforismo, para que el lector pueda ir digiriendo esas pequeñas dosis de su historia sujeta a la locura. Lo que he escrito en esos textos son como una bisagra que va abriendo, sin menoscabo de moral, nuestra manera y forma de enfrentar a la vida por medio de fragmentos o textos sucintos de hambruna y sed, en este caso con aforismos. Pero ahí los dejo, amable lector, con ese comportamiento que termina en ceder al fragmento, que muchas de las veces es inentendible para los seres humanos, que ahí van caminando por las calles sin destino alguno, buscando la pepita de oro del pensamiento, evitar su ahogo: la ironía que lo habita en una casi soledad y de un silencio que te arrincona hasta verte en una lejana llanura deshabitada del pensamiento.

Hoy para abrir el apetito, por la ya cercanía a la más importante a nivel nacional XXXVI Feria del Libro de Ocasión, del libro viejo, usado, de joyas bibliográficas, de la espera de los bibliófilos, de los que buscan con fruición aquellas primeras ediciones o libros raros o curiosos, buscadores de erratas o de aquellas impresiones provenientes de algún maestro o maestra de la tipografía o de una encuadernación de gran valía, de bibliómanos empedernidos, coleccionistas, del lector ocasional. Por eso me atrevo, sin menguar las expectativas de los grandes “escritores”, unas palabras sobre los meandros y aventuras que se suceden en las imprentas, parte esencial de cualquier impreso, parte de la historia del libro, aunque muchos ignoren esta tercera revolución de la comunicación humana, fundamental para el desarrollo del pensamiento y la democratización del conocimiento. Esta Feria, que ahora parece tener un sitio fijo, se instala en la calle Ángela Peralta, a un costado del Palacio de Bellas Artes y de la Alameda Central en el Centro Histórico de la Ciudad de México, a partir del 21 de febrero.

La Errata

Muchas cosas suceden antes de que se dé a la luz un impreso. En la vida laboral que suscita dentro de una imprenta existen cientos de sucesos inusitados, de gran misterio, tanto en aquel previo como en el fin, un mundo de cosas, que son ya parte de las andanzas y peripecias de la historia del libro o de su impreso.

Un suceso lacerante y humorístico a la vez, contradicción que provoca una serie de historias de fantasmas, de duendes o de una simple mano negra; menospreciada hasta el tuétano por desconocimiento, sin saber cómo es y vivir a su lado, muchos la arrinconan como una traición de amor, así nada más, sin tener la mínima información, sólo aquellos que viven desconociendo la historia de los impresos les encanta patalear; su ignorancia los lleva al campo del desprecio y la injuria, pero aun así, navega sobre las olas de la imprenta: la Errata. Sigilosa y siempre erguida de orgullo, no patalea, es mustia, callada y se mete hasta el tuétano de los tipos –claro, me refiero a la tipografía–. Pero la errata te permite disfrutar a carcajadas ese nuevo rostro. Supo meterse a juguetear en aquellas horas de mayor agotamiento de los ortotipografistas o con paciencia esperó el silencio de la imprenta para mover con curiosidad y muchas veces con ingenio la posición de las letras.

Pondré un ejemplo. A Blasco Ibáñez le sucedió vivir ante esta errata:

            Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido.

Por supuesto, debió decir con el ceño fruncido.

Ahora aquellos lectores que se postran como buscador de pepitas de oro, en un lago seco, van en la persecución inadmisible para encontrar los errores, que muchas de las veces, diría la mayoría, no llegan a lo que es considerado como una errata. Los fallos, errores ortográficos, de olvidos, de falta de páginas, de compaginación etc., quizá no entran en esta denominación. Así, en el devenir del libro se dicen muchos chismes, se comadrea, se pone poca ropa para lavar invadiendo el susurro y el chisme a galope, el susurro mata e incrementa la ignorancia, así ni más, sin tener conocimiento de lo que representa para la humanidad el haber logrado, por ejemplo, que un signo gráfico pueda expresar no sólo a su sonido, sino poseer un mínimo carácter coherente para entendernos: la gramática en ambos sentidos, el que ejerce el habla y quien escribe. Una pausa en el hablar debe estar en la escritura al condensar todo un pensamiento o, menos pretencioso, contar una historia que describa el comportamiento de tal cultura. El escribir es una de las mayores responsabilidades que la humanidad ha creado. Hemos llegado a tal extremo que confunden escritura manuscrita con escritura de molde: de molde, dirán hecha de tipos gráficos; imprenta con tipografía, impreso con prensa, estampa con libro. Se confunde mucho, la gente inventa sin menoscabo, hace daño al lenguaje y, por tal, hiere a muerte a un idioma, por considerarse expertos en todo los temas, y muchos dedicados al libro desconocen las artes gráficas, una gran complejidad que abarca no solamente al libro, sino a cualquier tipo de impreso. La errata, virus, bacteria, duende, es el misterio que invade los pasillos de una imprenta, así lo atestiguan sus trabajadores, hasta el grado que la describen con puntal alegría.

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Last modified: 5 febrero, 2024
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