Es posible ver la guerra de Ucrania desde diversos ángulos: la geopolítica, la estrategia y la táctica militar, la economía, la energía, la demografía, la política; muy pocos ven esta guerra desde el derecho internacional, y menos del derecho internacional humanitario.
Hay que ver la guerra desde el lado humano. Son personas las que luchan y las que mueren. Al parecer, lo que menos cuenta es la gente, el sufrimiento de las personas, de las familias, tanto ucranianas como rusas o de otros países.
La guerra es lo más amoral e inhumano que se ha inventado. Las “bajas” son contabilizadas en términos estadísticos y con fines políticos o militares. No se tiene en cuenta el sufrimiento de las familias que pierden un hijo, un hermano, un padre. Las mujeres son lanzadas al frente sin consideraciones de ninguna especie. A todos les pega el estrés y la angustia, a todos les hace daño psicológico, aunque no resulten heridos, mutilados o muertos. El sufrimiento humano es inmenso.
Pongámonos, sólo figurativamente, dentro de un soldado ucraniano: “Nunca me consultaron, ni me pidieron votar si quería o no la guerra, eso lo decidieron los políticos ucranianos, o peor, los de otros países, como los líderes de la Unión Europea o los rusos y los estadounidenses. Se pudo haber negociado para no llegar a la guerra y no se intentó siquiera considerar la negociación de parte de Ucrania. Hubo dos negociaciones, en Gómel, Bielorrusia, y en Turquía; se había llegado a acuerdos de paz, pero potencias extranjeras la impidieron. Mucha soberbia e incomprensión, mucho negocio, dinero y poder de por medio. Una vez iniciada la guerra, tuve que buscar cómo proteger a mi familia, enviándola al extranjero, ahora se encuentra en Polonia u otro país que no es el nuestro, sufriendo como cualquier migrante no deseado. Yo no pude irme con ellos, porque sentía que mi deber era apoyar a mi país”.
“Después de dos años he visto caer a mis amigos y conocidos. Más de 400 mil muertos y más del doble de heridos o mutilados. Algunos hablan de un millón doscientos mil muertos. Lo más seguro es que me toque a mí también esa suerte. Nadie está seguro en el frente, los drones vigilan cualquier movimiento de tropas, donde quiera que esté soy vigilado. Hay un ejército de tiradores detrás de mí para que si se me ocurre desertar me disparen sin piedad. Todos hemos escuchado de lo espantoso de la muerte si te cae cerca una bomba termobárica. Los efectos de estas bombas son muy parecidos a los de una bomba nuclear, son terribles simplemente. El calor puede oscilar entre los 2,500 °C y los 3,000 °C. Fuera del centro de la explosión, la onda se expande a más de 3 km/s. Esta onda, al pasar, deja tras de sí el vacío. Este vacío es capaz de arrancar objetos que no estén fijos, nosotros en las trincheras no encontramos con frecuencia cómo protegernos y sujetarnos. El terror nos invade. Sin embargo, como efecto más serio, el vacío arrastra el combustible no explosionado, pero que aún sigue quemando todo a su paso, causando una penetración de este en todos los objetos no herméticos dentro del radio de la explosión y produciendo su incineración instantánea. He visto a muchos morir quemados de esa forma. Pueden presentarse daños internos, se asfixian las personas que hayan quedado fuera de la zona de mayor efecto de la explosión, por ejemplo, en galerías o túneles profundos, a consecuencia de la onda explosiva, las temperaturas altísimas y la subsiguiente extracción del aire debida al vacío. Nadie puede escapar, nadie ve los efectos del terror y de muerte que se sufren en el frente. Morir quemado de esa forma es lo peor que te puede pasar”.
“Los políticos toman decisiones en ciudades seguras, no ven de cerca el dolor y la muerte de nosotros, que estamos en el frente. Valerii Zaluzhnyi, el encargado de la defensa nacional, sí entiende que hay que parar la masacre, que no se le va a poder ganar a Rusia, que los ucranianos ya no podemos sufrir más esta masacre, que es necesario negociar la paz. Pero la soberbia o la corrupción de Zelenski nos está llevando a la aniquilación total. No le importa el sufrimiento de miles de compatriotas que estamos muriendo de la manera más terrible. Él quiere guerra, quiere salvar sólo su pellejo, porque es el responsable de tanta pérdida, de tanta muerte y destrucción. Persigue y hace redadas en todos lados, en la calle, en autobuses o trenes, fuera de las iglesias, donde sea, necesita carne de cañón para mandarla al frente, de cualquier edad, adolescentes o ancianos, enfermos, hombres o mujeres, no importa, todos se sienten perseguidos por su propio gobierno. Todos sabemos que vamos al matadero. No hay quien pare esta situación. ¿Nos hemos quedados solos?”.
Estos gritos de auxilio de los soldados ucranianos también los vemos en los rusos, en los combatientes de Hamás, en Siria, en Jordania, en Yemen, etc. etc. La humanidad está herida, lastimada, laesa humanitas. Hay que parar este sufrimiento, no puede normalizarse, ni quedarse como dato estadístico. ¿En qué mundo vivimos? Si lo permitimos vamos a deshumanizarnos todos. Basta, es hora de buscar la paz.