HISTORIA: JESÚS ARRIAGA/LALUPA.MX
FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX
Rocío Ramírez González, operadora de maquinaria pesada en el área de Creación de Nueva Infraestructura de Servicios Públicos Municipales, en el municipio de Querétaro, sonríe cuando se le pregunta qué se necesita para su puesto. Luego, sin abandonar esa cálida sonrisa, responde que “muchas ganas”. En un medio dominado por hombres, la joven mujer abre camino para otras mujeres. “No hay que tenerle miedo a nada”, subraya.
La joven mujer desciende de un camión que sale del vivero Alfalfares. Los trabajadores se preparan para la hora del almuerzo. En un costado del lugar encienden un fogón donde calientan tortillas y frijoles. Cuando pasan cerca de Rocío la saludan. Alguien le pregunta sí ya pidió el almuerzo. Responde que ya.
“Aquí, en el trabajo, nos dan oportunidad de capacitarnos. En el municipio tengo 17 años y en este departamento llevo aproximadamente siete años. Antes estaba en Áreas Verdes. Me dedicaba a desmalezar, podar, cajetear, dar el mantenimiento general de los parques”.
Precisa que ella aprendió a manejar en un camión a los 12 años de edad. Su padre fue trailero, por lo que ya trae el volante en las venas. Por su trabajo, su padre estuvo muy ausente. “Prácticamente crecimos sin él”, dice, pues se tenía que ir dos o tres meses a trabajar y sólo regresaba unos días para volver a irse, recuerda.
Los camiones entran y salen del vivero. El movimiento es constante. Es un ir y venir de vehículos y trabajadores.
Recuerda que le preguntó a su jefe si le permitía agarrar las máquinas para aprender a utilizarlas y él le dijo que sí. Así fue aprendiendo a cargar camiones y otras maniobras que se deben hacer en las faenas diarias.
Luego, le comentó si habría oportunidad de ser operadora de una unidad. También le dijeron que sí. Le hicieron las pruebas correspondientes y las pasó. Ahora tiene la plaza de operadora de maquinaria pesada.
La primera máquina que manejó fue una retroexcavadora. Luego manejó un minicargador.
La primera vez, dice, tenía nervios por lo que pudiera pasar, que le pegara a algo o que se le cayera el material. Lo hizo bien e incluso sus compañeros la felicitaron.
Primero, indica, cargar los camiones lo hacía más lento, pero con la práctica lo hace más rápido. “Le vas perdiendo el miedo”.
En su trabajo debe de manejar desde un camión de volteo hasta el minicargador. Rocío es multipropósito.
Precisamente, Rocío sube a un minicargador. Se acomoda en el aparato, lo enciende y se acerca a un montón de material que comienza a mover con la máquina. Un camión de volteo llega hasta el lugar. El chofer de la unidad le pide a Rocío llenarlo y en menos de cinco minutos está hecho el trabajo. La eficiencia es el sello de la joven mujer.
Dice que tanto manejar el camión de volteo, como el minicargador tienen “su modo”. “El minicargador lo que tiene es que si viene el viento en contra terminas todo bañado en polvo y en tierra. La máquina también se tambalea mucho y hay que soltar las palancas para que se estabilice sola y vaciar el bote”, explica.
Madre de dos hijos, uno de 21 y otro de 19 años, dice que están orgullosos de su trabajo. Su esposo también es chofer en el mismo municipio, por lo que ambos se comprenden bien y saben que hay horario de entrada, pero no así de salida, pues por cuestiones de trabajo pueden tardar más en salir de su jornada.
“Normalmente cuando vienen las lluvias comienzan a salir las contingencias. Que se desbordó tal río y hay que llenar costales de arena o cargarlos, o hay que llevar tal material… O se cayó un árbol y hay que levantarlo. O que se volteó un camión, y ahí vamos a limpiar todo el tiradero”, apunta.
Agrega que de los drenes sacan muchas cosas. Precisa que en alguna ocasión sacaron un refrigerador. Es lo que la gente arroja y que causa las inundaciones. Casi nada la sorprende.
Rocío sonríe y mira al piso cuando se aborda el tema del machismo en su trabajo. Precisa que todavía hay quienes se oponen a que las mujeres se superen en sus centros de trabajo. Ella es la única operadora de maquinaria y chofer. Hay más mujeres, pero no trabajan en la misma cuadrilla.
Expresa que les ha dicho a otras de sus compañeras, pero dice que les da miedo manejar los camiones, que ven muy grandes y que no se animan a manejar. “No hay que tenerle miedo a nada y hacer lo que le guste a uno”.
Rocío camina hacia la entrada del vivero. La saluda un grupo de trabajadores. Ella responde con una sonrisa y un movimiento de mano. La mujer regresa a sus actividades, pero antes hará una pausa para el almuerzo. Se despide con una sonrisa y manda un mensaje.
A las jóvenes que quieran incursionar en la operación de maquinaria pesada o conducción de camiones, les dice que se animen, que se “avienten” si les gusta y que le echen ganas.