En la década de los ochenta, ni se me ocurría que la lengua pudiera ser instrumento de exclusión o de dominación. ¿Cómo lo hubiera podido suponer siquiera, si en lengua pensaba, leía, aprendía? Creía que la lengua era una especie cuya normativa y probidad no admitían críticas; que “ella era así en sí”, inmodificable, rígida; que era la norma de todo lo hablado y escrito, y ya.
Con la edad, contrario a lo que podría pensarse, me he vuelto menos esquemática, menos dada a creer en verdades absolutas.
Ahora entiendo que en la lengua hay algo más… y me pregunto: ¿Cómo ha llegado a normarse nuestra hermosa lengua de manera que las mujeres, pocas, pero cada vez más, nos sentimos relegadas en ella?
¿Cómo sé que este sentimiento mío no es sólo mío? Esta cuestión es relativamente fácil de responder si sólo revisamos algunas propuestas que parecen gritar: “Nos sentimos excluidas, pero sépanlo ¡aquí estamos!”.
Han aparecido soluciones diversas, algunas, rayando lo ridículo y superficial, como en el caso de un expresidente mexicano (2000-2006) que iniciaba sus peroratas con un “mexicanas y mexicanos, niñas y niños”, y que sin ningún rubor llamó a las mujeres “lavadoras de dos patas”, mismas mujeres a las que, generoso, nos tenía incluidas en su “lenguaje innovador”.
Para la Real Academia Española (RAE), este tipo de desdoblamientos son artificiosos y contrarios al principio de economía del lenguaje, lo cual es muy evidente, pero en cuanto aparece la argumentación comienzo a vislumbrar respuestas para la primera cuestión: ¿Por qué nos sentimos relegadas? Palabras más, palabras menos, la Academia pone: ¿Para qué hacer mención explícita del femenino si en los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del genérico masculino sin distinción de sexos?… Eso dice la Real Academia, como si su criterio fuera neutral, pero no: está en masculino.
Quisiera suponer, pero no puedo, que una tardecita cualquiera, hace muchos años, se lanzó al aire una moneda. De un lado decía “Femenino” y del otro “Masculino”, y ¡zaz!, cayó “Masculino”, y así fue como se alcanzó la economía del lenguaje.
Después de esta digresión, me saltan algunas preguntas: ¿Y la RAE, desde cuándo existe? ¿Quiénes la componen? ¿Cuántas mujeres militan en ella?
He aquí los datos encontrados: La RAE se funda en 1713, han formado parte de ella 486 académicos, de los que sólo once han sido mujeres, la primera, en 1978… así que nunca hubo una moneda lanzada al aire y entonces, sencillamente, prevaleció el criterio de la mayoría, que tendría muy arraigado un formatito harto conocido de masculinidad, por aquello de suceder en una España católica, donde nadie pondría en duda, ni siquiera los sabios, que las mujeres estamos aquí gracias a la costilla de Adán, y vivimos con una vergüenza pecadora por haberle dado a morder, ¡al pobre!, una manzana prohibida, en fin, especulaciones mías todas.
Volviendo a la RAE, esta ha dejado claro que el uso de la arroba (@) para decir con economía, por ejemplo, “Ciudadan@s”, no es recomendable pues no es letra sino una unidad de medida. En este caso, estoy de acuerdo con la Academia, más que por el argumento, porque no sabría cómo leer la palabra en cuestión, tampoco se leería bien si ponemos una “x”, en lugar de la arroba.
Está también la posibilidad de poner “Ciudadanes”, pero con la “e” se arruinaría el ritmo y la cadencia de miles de palabras y páginas en nuestra literatura.
Existe otra propuesta que, a diferencia de las anteriores, sí me gusta y parece muy posible. Es simple: si en una reunión el número de mujeres es mayor, podríamos dirigirnos al colectivo diciendo “Estamos hoy aquí reunidas”… pero la RAE dice, aunque en otros términos, que el uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino, y que por ello es incorrecto emplear el femenino, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen el conjunto, de manera que una sola persona de sexo masculino en un colectivo de cien nos cubrirá a las restantes noventa y nueve mujeres con su cálido genérico.
Bien que podría la Academia mirar a su alrededor y considerar lingüísticamente nuevas posibilidades sin empecinarse en criterios de autoridad.
La lengua está viva, se mueve, cambia porque todo cambia; las sociedades también, y nada menos que la mitad del mundo, a la que yo pertenezco, buscamos respuestas que nos consideren. Existen avances, cierto, pero demasiado lentos: Ya se puede decir “Ministra”, ya se medio puede decir “Albañila”, pero sólo vale el femenino para las abejas, por más que cada vez más mujeres trabajan en la construcción.
Acabo de atreverme a hablar de un tema para especialistas, aunque bien pensado, la lengua también es mía, soy usuaria y practicante, y simplemente no puedo entender una razón lingüística que me ha obligado a ser uno entre “todos” y no puede obligar a un varón a ser una entre “todas” en circunstancias iguales.
No recuerdo el nombre de la valiente integrante de la RAE –por lo que me disculpo– que dijo, siendo una entre muchos: “¿No será que cuando se habla de género lingüístico no se trata sólo de lengua?”. Una pregunta inquietante, sin duda.
¡TEXTO PARA COMPARTIR!
Gracias, José Quino. ¡Compártelo! Sólo dame el crédito y yo, feliz.
Maravilloso texto. Concuerdo contigo, la lengua cambia, ¡nosotros la cambiamos! Esas modificaciones son las que estudian los especialistas. Considero que además podrían inventarse nuevas maneras, así es la lengua, cuando algo no cabe, está la posibilidad de crear nuevas palabras. Ahora bien, cuando trabajas con niños es complejo decir todo el tiempo niñas y niños. La mayoría ha optado por incluir la e «niñes». Sin embargo, tampoco termina de agradarme, y como dices, la tercera opción me parece mejor. Me encanta que abordes este tema tan polarizado sin colocarte en un extremo. Reflexionas ambos polos y los pones sobre la mesa. Muchas coincidimos contigo: contemplamos la exclusión en la lengua pero tampoco terminan de gustarnos las nuevas formas de incluir.
Efectivamente la lengua cambia. La RAL no es democrática. Así que una tarea que tendríamos que hacer es que en un colectivo donde la mallorìa seamos mujeres utilicemos lo que corresponde a el género en mayoría. Eso sería lo justo.
Pues empecemos con eso.
Desde una ventana de hospital contemplo el amanecer, recuerdo el último atardecer que ví desde mi casa, ambos terminan con ER.
Tarareo la canción de Mecano “Hermano sol, hermana luna” y es justo mi hermano Mau quien está en la sala de espera de urgencias. Entonces… dejo que los lingüistas revolucionen el lenguaje mientras sigo agradeciendo la fuerza, la dicha de estar viva, aún con todo lo que ésta conlleva para mi, al fin VIDA termina con A.
Gracias Paty por tus siempre inspiradoras palabras y reflexiones.
P.d. tus sabias palabras, ambas terminan con A.
Buen ensayo, Paty, adelante!!
Mu ad hoc ahora que se acerca el 8 de marzo
…y como dice la canción: “cambia todo cambia” y desde mi punto de vista la lengua también cambia, pero creo que lo que debe cambiar es la idea o concepto de género, de mujer y hombre, finalmente todos somos iguales, sin distinciones genéricas ¿o no?.
Una reflexión muy lúcida, desde luego. No está lejos el día, mi querida Pati, en que las eminencias que ocupan los asientos alfabéticos de la academia se verán abrumados por la realidad y por fin tendrán que ponerse a normar alguna manera de hacer al español un idioma verdaderamente incluyente.
Interesante texto prima, me quedo con una de tus frases “La lengua está viva, se mueve…”. Muchos saludos
Texto que permite pensar el porque quedamos relegadas, ante el uso genérico del masculino. Este tema me hizo recordar el valor simbólico de la lengua y ahí va lo más grave, porque señala que lo que no se nombra, NO EXISTE. Ante esto me replanteo mi lugar como mujer. Gracias por esta reflexión.
La lengua dúctil y precisa siempre presiosa …
Que digo yo si en el dixhazaa no existe el género.
Somos nosotras dentro de un nosotros…
No quiero desaparecer.
Un abrazote Patricia.
Gracias por compartir
Claudia: qué hermosa información envías: un nosotros dentro de un nosotros, los seres humanos
Gracias, gracias, gracias
¡Mucho que aprender del dixhazaa!
Muy interesante texto, reflexivo y con gran motivación para seguir adelante en propuestas de cambios y análisis de la RAE, como de los colectivos de género. Felicidades Paty por ésta visión del tema, muy de acuerdo contigo. Saludos .
Gracias por caminar con el vulgo. Afortunadamente, no estudié en la RAE, me conduzco como ser “independiente”. El futuro de la lengua está en los hablantes, nada está escrito… Supongo que los académicos de la Real Academia, entienden que siempre están unos pasos atrás, más no lo sé…