El anuncio hecho hace unos días por parte de la actual titular del otrora Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), de que renunciaba a la Academia Mexicana de Ciencias, da muestra fehaciente del grado de intolerancia y cerrazón que priva en la forma de pensar de la funcionaria, que ha estado al frente de la agencia gubernamental encargada de fomentar la investigación científica y el desarrollo tecnológico de México durante el presente sexenio; pero, sobre todo, evidencia el absurdo extremo al que se llegó en la presente administración federal, en la que el sector de la ciencia y la tecnología, actividades que demandan de una total apertura de pensamiento, fue encargado precisamente a su antítesis.
Aunque dedicada a la biología como profesional y habiendo realizado un trabajo de investigación meticuloso que le llevó incluso a recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el 2017 de manos del entonces presidente Enrique Peña Nieto, la Dra. Álvarez-Buylla pronto levantó sospechas entre la comunidad científica acerca de la autenticidad de su vocación científica, pues se le recuerdan declaraciones en contra de algunos de los logros científicos y tecnológicos más importantes que ha alcanzado la civilización en las épocas recientes, como aquel pronunciamiento en el que calificó al alunizaje como el avance científico más intrascendente de la humanidad; sus múltiples menciones en contra del desarrollo y aprovechamiento de los organismos genéticamente modificados; o sus recientes publicaciones en las redes sociales del Conacyt en las que parece sugerir que los nacimientos en México tendrían que ser atendidos por parteras en lugar de obstetras. Por supuesto, a estas expresiones pseudo o hasta anticientíficas, habrá que añadirles toda aquella retahíla de epítetos con los que se ha atrevido a denostar repetidamente a la ciencia.
Con esta visión tan peculiar de la importancia que tiene la ciencia para el avance y bienestar de la sociedad moderna, no debe resultar extraño que el sector en México haya retrocedido considerablemente con respecto al del mundo entero y, de forma particular, con respecto al de economías con tamaño similar a la de nuestro país. Tampoco debe asombrar a nadie que durante la actual administración el antiguo Conacyt haya desviado sus objetivos de aquellos que persiguen con ahínco nuestros principales socios comerciales, vecinos cercanos y aliados naturales en la construcción del bloque hegemónico norteamericano.
No obstante el bache sexenal por el que ha venido transitando la ciencia y la tecnología en México, ahora que ha iniciado de lleno —y legalmente— la contienda electoral por la sucesión en el Poder Ejecutivo Federal, conviene alertar a los aspirantes acerca de lo catastrófico que resultaría para la viabilidad de la nación mexicana el que la aplicación de la política pública en materia de ciencia y tecnología para el periodo 2024-2030 pudiera volverse a encargar a otra persona con un perfil inapropiado. Es imprescindible que los tres contendientes reflexionen detenidamente respecto de quiénes, en sus respectivos equipos, serían las personas idóneas para encabezar al sector de la ciencia y la tecnología.
Además de asignar al perfil óptimo para dicha encomienda, los aspirantes a convertirse en primer mandatario tendrán que asumir como propio el reto de corregir el rumbo de la investigación científica y el desarrollo de tecnología en México. Por ejemplo, no es viable alimentaria, económica, ni ambientalmente continuar con la cerrazón al desarrollo y aprovechamiento de la biotecnología. Tampoco resulta lógico que mientras la tendencia mundial en la generación de energía se enfoca en el desarrollo de fuentes limpias y tecnologías de vanguardia como la fusión nuclear, México insista en la quema de combustibles fósiles y su inversión destinada a la investigación de los procesos de fusión nuclear sea prácticamente inexistente. Para recuperar el paso perdido en el actual sexenio la nueva administración federal requerirá invertir en el desarrollo de las tecnologías del futuro, como computación cuántica, inteligencia artificial, biotecnología, fusión nuclear y fotónica.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.