Autoría de 1:45 pm #Opinión, Armando Mora - El Ardiente Rabo

El Aforismo se escribe sin salvavidas – Armando Mora

El aforismo es un arma, pero un arma de la escritura, que busca, dentro de cada palabra, encontrar el innegable abandono (de los padres, de una pareja, de los amigos o simplemente de uno mismo), el fracaso cuando este se te cuela entre cada poro de la piel, o que ahí andes escondiendo tus heridas; por eso busca expresar con el mínimo un sesgo de ironía para dar un respiro, porque las palabras son el oxígeno para mantener el equilibrio del idioma y, por tal hecho, de la cultura. El aforismo tiene la posibilidad, entre cada trazo, de ver ese abismo que posee y deja el espacio en blanco. Mientras más espacio en blanco posee un aforismo, debe escribirse con mayor celeridad. Así camina, aislado; aunque lo miren como un fragmento, es una totalidad, porque carga el corazón de humano en vilo. El aforismo desafía a la brevedad de los trazos largos de la vida.

Con mucho silencio camino ya con la mirada que me martillea por los suelos; pero sólo de esta manera tengo la claridad para escribir un solo aforismo y que pronto lo vea deambulando solo.

Cuando esbozamos una sonrisa, que puede provenir de la angustia, puede ser un augurio de que se sufre sin cortapisas, que uno se ahoga y que no existe un salvavidas, porque llevamos en la mano una granada de inmenso dolor. Pero también con garbo busca la sombra aquel que lo va enjuiciando y lo encarcela en su ámbito socio-cultural; así, ante esa vida, el aforismo busca su vocación y se deja llevar sin pedir permiso para entrar en el pensar, pero la verdad es que no tiene otra posibilidad para comunicarse, si no es por medio de la escritura.

Una sonrisa te puede llevar a sonrojar tu pensar o de plano anclarte a su bondad, aunque esta bondad tenga caducidad.

Quien escribe aforismos debe irse mar adentro, sin salvavidas, y buscar, aun en medio de la nada, sin ayuda, sin rescate alguno, sentir aplomo, la muerte misma, que te ahogas, debe encontrar la forma de sobrevivir y, en algún momento, cuando la vida te lo permita, llegarás a tierra; si se logra, podrás entender un poco sobre qué navega dentro de los mares inmarcesibles del aforismos y, si puedes anclarte de una nube, quizá alcances aquella mirada nocturna con que se escribe la greguería.

Por esa simple razón, la llegada de un aforismo a la antesala de la hoja en blanco es tardada, no se debe desbocar en trazos que contengan incertidumbre, porque no es una mirada simple o de una cortesía a la escritura, su llegada es fruto de las contradicciones y complejidad que se trae entre ceja y oreja, entre la espalda, entre cada uno de los vericuetos que le suceden a las personas: traiciones, pasión, amor, su actuar diario. Por eso digo que debe estar más a las vivas quien desea escribir aforismos, porque hasta en un simple disfrute de un plato de albóndigas puede cocinarse un aforismo.

Debes sangrar un poco antes de sentarte a escribir aforismos, eso te hará frágil, aunque en su escritura no debes dejar incertidumbre en lo que escribes y tener el semblante firme. El tiempo de su cultivo es vasto, para que la tinta recorra el papel de la mano de su creador puede llevarse muchos años, no tiene que precipitar su llegada, aunque uno sienta que ya es la hora de su nacimiento; puede suceder que al no haber dado la madurez necesaria, la vitalidad necesaria, que invariablemente se puede tener un parto prematuro con consecuencias devastadoras para ese nacer:

No es el tiempo que debe tardar, sino la forma de entender ese espacio en blanco, donde va madurando un aforismo. 

En el deambular entre las cosas que te da la vida, el caminar sin rumbo fijo, como intentando engañarse a sí mismo, pero es sólo la corteza de las apariencias con la que uno vive a diario y que lo llevan a soportar toneladas de angustias, porque nos vemos arrinconados en la llanura de la soledad que hace que cada ser humano se doblegue, así nada más; no somos impenetrables, aunque muchos vayan caminando regando rosas.

Al aforismo no se le puede colar la arrogancia, porque en el transcurso de su propia historia puede recibir en corto tiempo su inoperancia. Por eso debe alejarse de las malas influencias, de aquellos que jamás se han arriesgado o de aquellos que siempre huelen a finos jabones y abogan por la pureza, y no se atreven a tocar aquello que creen que los ensucia. Por eso busca acercarse con aquellos condenados, los enjuiciados, los abandonados, aquellos que el amor no les llega, a los traicionados:

El acercar tus labios a los de una prostituta y puedas sentir la magnificencia de su amargura total y después acudes a la cocina, y sientes lo mismo que hierve en aquella mujer, estás en la antesala de los aforismos. Ahora ante tu mano está la vida, la atmósfera del aforismo. Pero sólo hasta ese momento, no hay de otra.

Entre las vísceras del aforismo no vive en la medianía, arriesga todo en sus pocas palabras, por eso siempre anda con la mirada perdida.

Quien escribe aforismos debe, por su misma condición, alejarse de inmediato de aquellos que buscan protagonismo o que siempre atraen los reflectores; quien escribe aforismos busca la soledad que le permite poner ideas en orden, aunque quizá nunca lo logre. No se debe forzar a la escritura, aunque se debe escribir a diario. Aquellos que buscan con sesgos de medianía escribir frases y hacerlas públicas sólo por aparecer en cartelitos, dañan, laceran, se burlan y van matando a la escritura de fragmentos, el aforismo si no te llama no hay que forzar su chapa.

El lápiz siempre lo traerán sin punta, aunque creen que están trazando sólo garabatos alcanzan. 

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Last modified: 1 abril, 2024
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