Autoría de 2:27 pm #Opinión, Armando Mora - El Ardiente Rabo

Tan lejanos del libro – Armando Mora

El bibliógrafo está, muy a menudo, habituado a la ingratitud de aquellos a quienes sirve. Pero le basta saber que su trabajo es útil y que crea trabajo: con ello está recompensado.

Lucien Febvre

El bibliógrafo vive con un sesgo de incertidumbre, su trabajo sólo unos cuantos ojos le hacen que brille, pero es sostén de los bibliófilos y aquellos que intentan estudiar algunos temas puntuales de la historia, en todas sus áreas.

En tan poco andamiaje se puede encerrar la gran obra que nos legó uno de los grandes bibliófilos que ha tenido nuestro país, me refiero a la figura señera del Dr. Nicolás León (1859-1929). Polifacético, trabajador incansable, metido hasta la médula espinal sobre temas que por aquellos años daban sus primeras luces, estudios sobre la antropología y arqueología, etnología; botánico y maestro. Poseía una biblioteca fundamental para la historia de los impresos y, claro, con temas especializados. Muchos de sus libros sobre medicina están bajo el resguardo de la Antigua Escuela de Medicina (UNAM), antes Palacio de la Inquisición, ubicada en el Centro Histórico de la CDMX. Libros de medicina de los siglos XVI, XVII y XVIII; está un ejemplar, el más antiguo, de Andreas Vesalius, de 1543.

Una de las obras fundamentales de Nicolás León es un trabajo magistral y de una elaboración paciente, sin dejar que se le vuelque la agonía de su pronta publicación. Pocas son aquellas publicaciones que se dedican a la bibliografía, esa labor de sacar del fondo de la ignorancia, que en muchos casos fue dejado en basureros o a punto de irse a la hoguera, lo que se ha publicado en toda una época; no cualquiera se mete a esos meandros. La vida del bibliógrafo es la certidumbre, su trabajo no le permite el mínimo pestañeo, aunque esté lleno de ingratitudes y de muy poco reconocer esta labor acuciosa, porque es necesario tener entre sus manos las primeras ediciones para no tener que falsear sobre los mínimos detalles que acompañan a un impreso, por eso, sólo es ejecutado por quienes están en las entrañas del libro y de su fundamento dentro de cada época de la historia de la humanidad.

Quien está en la senda del libro, investigadores, escritores, historiadores o un simple y llanero bibliófilo, no puede caminar, dar pasos firmes, sin la interacción que debe uno tener con los libreros. Ellos, los libreros, son una línea invisible de la directriz de la investigación, la escritura y, en fin, la lectura. Traigo a colación porque hace unos días al librero conspicuo Javier Rosas le calló entre sus manos una joya bibliográfica y tuvo la gentileza de tenerme en su puesto de combate para adquirirlo: Bibliografía mexicana del siglo XVIII, por el Dr. Nicolás León. Obra impresa en 1903. Pocos son, muy pocos, los trabajos de tal jerarquía, de trabajo sin descanso, de estar a la deriva de los impresos, pescador incansable de libros y autores. Sirva como un ejemplo, el trabajo de don Joaquín García Icazbalceta (1825-1894), su Bibliografía mexicana del siglo XVI. Este trabajo del Dr. Nicolás León fue editado por el Instituto Bibliográfico Mexicano, fundado en 1899.

Pero el libro no sólo por su contenido y gran trabajo es, en sí, una joya. También porque se realizó en la imprenta de J. T. Guerrero y Cía., los sucesores de Francisco Díaz de León. Y de hecho debería escribir sobre la imprenta de Díaz de León y su socio S. White, historia interesante para la historia de la imprenta en el siglo XIX. En la portadilla advierte Nicolás León: De los beneficios que a los estudiantes de la historia patria resultaren con ello, es mi deseo redunden en honra del bibliófilo que con tanto desinterés me favoreció.

Libros, autores e impresores se asoman por las páginas de este catálogo. Es muy cierto, el bibliófilo emparentado sólo en una especie de lejanía con el bibliógrafo, tienen ambos, desde su cuartel, o sea, sus bibliotecas, sus maneras y formas de adentrarse al mundo del libro y sus vericuetos; una gran labor de detectives, unos para allegarse a profundizar ciertos temas y los otros a mirar lo que está inmerso entre los rodillos de la impresión y que ha dado a nacer el libro.

El bibliógrafo llega a las profundidades para encontrar los textos impresos que dieron vida a aquellos ahora lejanos lectores.

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Last modified: 30 abril, 2024
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