Autoría de 7:26 am #Destacada, CUPI-UAQ

Las tortillas siempre van completas. Yudit Torres, el rostro detrás de la harina

TEXTO E ILUSTRACIÓN: MONSERRAT GALVÁN, COLABORACIÓN ESPECIAL PARA EL CENTRO UNIVERSITARIO DE PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN (CUPI)

Todos los días. 4:30 de la mañana. La próxima salida del sol le indica a Yudit Torres el inicio de un día de trabajo. Ella hace tortillas de harina y las vende en la carretera a Tlacote, cerca de un supermercado Aurrera que está en la esquina de la calle que lleva al Campo Militar, en la capital de Querétaro.

Su presencia en aquel crucero es parte del paisaje, porque desde hace ocho años es habitual verla ahí, junto a su bolsa verde repleta de paquetes de tortillas, a la espera de vender el último de ellos.

Con una sonrisa escucha a todos los clientes y camina hasta las ventanas de los autos para entregar su producto. Aunque el optimismo es su principal impulso para realizar el trabajo, la historia de Yudit Torres involucra muchos aspectos más.

Yudit inició la venta de tortillas después de su divorcio. Ella ya preparaba este alimento desde la infancia, pero la venta al público sucedió de manera inesperada.

“Hace ocho años mi esposo me dijo ‘¿Te pido un tiempo?’, dije yo, ‘No, no, no. Yo no doy tiempos; o nos divorciamos o no hay tiempo’. Y decidimos divorciarnos. […] se fue y me dejó sin comida, con cinco hijos en la secundaria, más o menos, y con un bebé. Dije, ¡ah, qué cabrón!, pero no me interesó, pues ahorita hago mis tortillas”, cuenta Yudit Torres.

Algunas personas fuera de su hogar ya adquirían sus tortillas como un producto. No obstante, los tiempos del divorcio coincidieron con la pérdida de esta clientela.

“Ya hacía tortillas para unas amigas, para unas taquerías. Al mismo tiempo que él decidió irse un rato, según él, mis amigas también decidieron irse de la ciudad y dejaron sus taquerías por sus trabajos de sus esposos. Entonces dije, ‘ah, no, no, no. A mí no me falta comida, ahorita hago unas tortillas y voy y las vendo a la calle.

A prueba y error

Vender tortillas no era la única opción de ingreso para alimentar a sus hijos. Yudit Torres es enfermera de profesión, y durante un tiempo ejerció en hospitales. Sin embargo, “ya no quería regresar al hospital”; quería cuidar a su bebé. Por tal razón continuó con la venta, pese a las adversidades.

“Fue muy difícil la primera semana que empecé a vender las tortillas porque me insolé, me enfermé, muy grave, muy mal, del estómago, de la piel, o sea, de todo”, -recuerda Yudit.-

“Entonces le dije a Dios: ‘ay, Dios mío, entonces si ni siquiera me puedo asolear, ¿cómo crees que voy a vender las tortillas en la calle? Pues me tienes que dar fortaleza física, espiritual y toda la que ocupe para yo aguantar, ¿no?’

Familiarizarse con el nuevo entorno resultó más difícil de lo esperado. A prueba y error, la forma de venta, los clientes, la actitud, la paciencia, e incluso el atuendo para ponerse en la calle, tuvo variaciones según lo que funcionara en el día a día.

“Andaba yo muy mona pues, porque así estaba acostumbrada, pero en la calle no puedes andar tan mona si vas a estar trabajando en el sol, en la tierra y todo eso, entonces me adecué a las necesidades y vámonos, no me he vuelto enfermar para nada.”

A partir de entonces, vender tortillas se volvió ya no sólo una alternativa para alimentar a una familia, sino la principal fuente de ingresos de un hogar y la puerta a diversas posibilidades que antes se consideraban inalcanzables.

“Tenemos trabajos, pero no sale de los trabajos como de las tortillas; yo soy enfermera y mi esposo es profesor, pero ganamos el triple (con la venta de tortillas). […] Es algo muy importante porque de ahí se paga escuelas, de ahí se paga comida, de ahí se paga un coche que sacamos precisamente para ir y venir con ellas y no andar en camión.”

“Cada quien”

Si bien la venta surgió tras la separación con su esposo, años más tarde él y Yudit se reencontraron para trabajar juntos en este proyecto.

“Se fue tres años […] Luego regresa y dice ‘Oye, Yudit , no, es que no hay ninguna mujer como tú’. Mira, no me interesa si tú me lo dices, pero yo sé que no hay ninguna como yo. No ocupo que tú me lo digas. Y qué bueno que te diste cuenta, tú solito.”, cuenta la señora Torres.

Cada día es una nueva aventura para Yudit Torres, y así como hay momentos de aprendizaje y enseñanzas, también hay obstáculos y experiencias no tan gratificantes.

“Es muy difícil que yo diga: ‘ay, hoy estoy triste y no voy a hacer tortillas’. No, sí me siento triste, yo no puedo sentirme triste más de una hora“, confiesa Yudit.

“Una vez vino una persona y me aventó las tortillas en la cara y me dijo, ‘no sirven tus tortillas, están malísimas.’ Y me sentí muy triste. No en el día, recuerda que yo me siento triste un ratito nomás. Ay, lloré y medio moqué y me sentí triste. Luego dije, ‘ay, pero ¿por qué me voy a sentir triste? Cada quien. O sea, cada quien. Si se le hicieron feas las tortillas fue porque no obedeció lo que yo le dije”.

Entre obras y alza de precios

Otros factores que representan grandes obstáculos en la dinámica de venta de tortillas son las obras del “Paseo 5 De Febrero”, así como el alza de precios. Yudit menciona que antes de la obra, vendía 120 o 140 paquetes, pero actualmente le cuesta vender apenas 40.

“¿Ya son qué? ¿Las? ¿Casi las 6, yo creo? Y todavía tengo. Todavía tengo, no he podido vender esos 40 porque se suspende el tránsito, entonces eso me afecta mucho.”

En cuestión de alza de precios, la materia prima para preparar tortillas frecuentemente sube, sin embargo, ella no eleva el precio total de su producto, sino recurre a otras alternativas como disminuir el tamaño de la tortilla o reducir la cantidad en los paquetes.

“Mis cosas subieron el triple. La harina, lo que es el azúcar, la manteca. Esas cosas en especial para mi tortilla se fueron al triple. Entonces me costó mucho trabajo poner como una balanza qué es lo que iba a hacer yo para seguir ganando lo que yo necesito, y para poder darle a las personas lo que ellas necesitan.”

A pesar de los retos, Yudit Torres se mantiene a pie y sale a la calle a vender sus tortillas para poder cubrir la escuela de sus hijos.

“Yo no doy nada a medias”

Entre sonidos del ambiente y claxons, Yudit Torres reconoce en viva voz sus aprendizajesadquiridos gracias a la venta de tortillas y a los rumbos de la calle:

“He aprendido mucho en mi casa, con mis hijos, con mi esposo, aquí en la calle, con las tortillas. Y eso me ha hecho… Si yo antes era muy fuerte, ahora soy más fuerte. […] eso es lo que he logrado al estar aquí en la calle, que nadie me tumba. Lo tengo que decir. Me lo he ganado y aquí estoy. Eso es, ¡hurra!”, enuncia la sinaloense.

Originaria de Culiacán, Sinaloa, Yudit Torres se considera a sí misma como una mujer luchadora: “Soy soñadora, soy luchadora. Bueno, no de las luchas (ríe), pero sí en salir adelante, ¿no? Aunque soy fan del Santo, del Hijo del Santo y de todos los santos que existirán”.

“Soy hija de Dios, algo muy importante en mi vida. Soy muchas cosas, muchas cosas; muchas, muchas cosas. Aparte de tener ese nombre, soy mamá, soy esposa, soy amiga, soy vecina, soy hija, prima, tía y al cien, al cien porque yo no doy nada a medias”.

¿Qué es lo que más le motiva a venir aquí?

-“Ay, la escuela de mis hijos, hija. Yo pienso que nada le podría dejar mejor a mis hijos de herencia que su universidad. A lo mejor les ayudo a poner algún negocito, algo de las mismas tortillas, ¿no? Si es que Dios me da vida, porque recuerda que hoy estamos, mañana no sabemos. Pero mientras estoy, su universidad tiene que estar terminada de todo.”, confiesa Yudit con una sonrisa.

Si bien su principal motivante se relaciona con el bienestar y el futuro de sus hijos, ellos también son protagonistas de algún arrepentimiento que la hizo crecer.

-¿De qué te arrepientes?

-“Todo lo que has vivido te sirve para aprender. Pero es mentira que la gente te diga, ‘ay, yo no me arrepiento de nada porque todo me sirve’. Sí te sirve, pero ¿cómo no te arrepientes? Yo me arrepiento de cuando mis hijos estaban muy pequeñitos, tenía una niña, la tercera, que nunca se quería levantar para ir a la escuela.

“Todos los días le tenía que dar una nalgada para levantarse, y se la daba con ganas, o sea, no nalgadita, nalgadota, bien puesta. Y sí, sí, me arrepiento de eso porque, aunque los abuelos dicen, ‘los hijos ocupan una nalgada’, tienes que investigar qué es lo que necesitan en realidad.

“Tú no sabes por qué esa reacción, nomás sabes que tienes que ir a la escuela como dé lugar. Pero hay un motivo por el cual no quería ir a la escuela, ¿verdad?. Hasta después me dice, ’mamá, pues estaba bien desvelada […]

“A la actualidad le mandé al psicólogo para que supere todos sus traumas y todas sus cosas, chiquitos, grandes, lo que sea, mija, que no haya nada por lo cual ella no pueda lograr su objetivo, lo que ella quiera hacer“ , menciona.

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Last modified: 10 mayo, 2024
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