Autoría de 6:19 pm Desde la UNAM

Las trampas de la evolución cultural de la humanidad – Abel Ibáñez, Gabriela Castaño y Ángela Nava

Introducción

Ante la crisis socioambiental y crisis de la civilización humana, cabe preguntarnos ¿hasta dónde nuestra capacidad de raciocinio, para crear cultura y civilizaciones, la estamos utilizando de forma adecuada? En ese sentido y, dado que seguimos agotando y contaminando el agua, el aire y el suelo, es pertinente reflexionar: ¿Estamos haciendo lo correcto con los recursos naturales del planeta?, ¿y si como especie humana hemos caído en nuestras propias trampas?

La lucha por la sobrevivencia en el entorno de la vida silvestre, planteada por Darwin en 1859 en su libro El origen de las especies, tiene sentido en la biología porque se trata de la lucha por la disponibilidad de los recursos en condiciones naturales, ya que las especies que sobreviven y dejan descendencia son las más adaptadas a ese entorno natural. Siguiendo esta misma lógica, los grupos humanos, a través de toda la historia de la humanidad, han luchado por el acceso a los recursos naturales (bióticos y abióticos), lo que ha generado conflictos de lucha encarnizada entre los intereses antagónicos de los diferentes grupos sociales. Estos conflictos se dan a diferentes escalas del territorio, pero ha sido en el siglo XX cuando se han dirimido los conflictos más grandes, cubriendo grandes regiones del planeta (1.a y 2.a guerra mundial). En la actualidad, la capacidad bélica es de escala planetaria, sobre todo después de la invención de la bomba atómica y termonuclear. Esta capacidad de destrucción pone en riesgo la vida del planeta como hoy la conocemos. En todo este proceso de guerra y expansión, lo que sigue prevaleciendo es la necesidad de acceso irrestricto al territorio y la obtención de los recursos materiales y humanos. La barbarie de nuestros ancestros homínidos por la sobrevivencia la seguimos replicando como especie. Para muestra un botón: en este año 2024 se han librado entre 50 y 60 conflictos armados de diferente magnitud en los cinco continentes, entre los que sobresalen la guerra de Rusia contra Ucrania y el genocidio de Israel en contra del pueblo palestino. Lo que hay detrás de todos los conflictos armados es la demanda por los recursos naturales. A esto habrá que agregar toda la degradación ambiental por muchas otras actividades antrópicas, en aras del crecimiento económico y en pro del desarrollo sustentable (sic) en un mundo capitalista globalizado.

Degradación ambiental, ¿qué hemos estado haciendo mal?

Por otro lado, es un hecho que la humanidad, en su conjunto, ha alterado y dañado los ecosistemas. Desde cualquier perspectiva, se pueden considerar cuatro los procesos generales que se han alterado: 1) el ciclo del agua, 2) los ciclos de los nutrientes, 3) el flujo de energía y 4) las interacciones y su repercusión en el ecosistema. La humanidad ha llegado a esta situación, en gran medida, por la dinámica de la población humana a nivel mundial. El 15 de noviembre de 2022 se alcanzaron los 8 mil millones de habitantes, y se tiene estimado que en el 2050 se alcanzarán los 9 mil 800 millones a nivel global. Esta población demanda de servicios que provee la naturaleza, los llamados servicios ecosistémicos, tales como: alimentos, agua dulce, madera y fibra, regulación del clima; y servicios culturales, como la belleza escénica de los paisajes y los servicios espirituales. Todo lo anterior depende directamente de la biodiversidad, es decir, de la riqueza y abundancia de las diferentes formas de vida del planeta. A su vez, mantiene el flujo de la energía en la naturaleza y la producción de los bienes necesarios para sostener la vida silvestre y humana. La Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus sigla en inglés: Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services) ha señalado que a la fecha se encuentran amenazadas más de un millón de especies, entre las cuales se tiene registrado, en estatus de amenaza, a más de un tercio de todos los mamíferos marinos, el 40 % de las especies de anfibios y el 33 % de los corales. Todo esto debido al impacto de actividades humanas sobre la naturaleza y nuestra inalcanzable demanda de alimentos y combustibles a medida que se multiplica la población. A su vez, es necesario tomar en cuenta que a nivel mundial se pierden tres especies cada hora, con un promedio de más de 15 mil especies por año. Sin una acción radical, los esfuerzos actuales por conservar los recursos de la Tierra fracasarán.

La extinción de las especies

Muchos factores antrópicos están determinando la sexta extinción masiva. Autores como Dirzo et al. (2014) y Ceballos et al. (2021) han señalado que el ritmo de pérdida de biodiversidad es, actualmente, mayor que nunca en la historia de la Tierra; situación que se está generada principalmente por las siguientes actividades humanas.

  1. Cambios en el uso de la tierra y el mar. Algunas acciones en este sentido son la deforestación para abrir la frontera agrícola a cultivos económicamente rentables; la destrucción de las zonas de manglares para convertirlas en zonas hoteleras en las costas de México y de todo el mundo. La tendencia generalizada a la concentración de la población en grandes ciudades, como la Megalópolis de la Ciudad de México.
  2. Explotación directa de organismos. La necesidad creciente de alimentos ha dado lugar a la sobreexplotación de las especies. A la fecha, aun cuando se tienen regulaciones para su manejo y conservación, se sigue presentando tráfico ilegal de aves (p. e. pericos, guacamayas) o plantas (p. e. cactáceas).
  3. Degradación del hábitat. El efecto de la sobrefertilización y el uso de agua de mala calidad en los suelos origina contaminación y procesos de salinización en los distritos de riego en México y todo el mundo. A su vez, las actividades urbanas, agrícolas e industriales contaminan el suelo, agua y aire.
  4. Fragmentación del hábitat. La deforestación ha fragmentado el hábitat natural, dejando en el mejor de los casos parches o islas de bosques, así, por ejemplo, el hábitat para la vida silvestre en las grandes ciudades se ha perdido debido a la urbanización, donde los espacios abiertos como jardines, parques recreativos o zonas de conservación son muy escasos. En Querétaro, el área verde por persona es de alrededor de 4.6 m2 por habitante, una de las más bajas de México (https://www.diariodequeretaro.com.mx/local/capital-queretana-con-poca-superficie-de-areas-verdes-5935427.html).
  5. Cambio climático. Es un hecho que la temperatura a nivel local, regional y mundial ha aumentado, debido al aumento de gases de efecto invernadero, causando cambios en nuestra forma de vida. Este fenómeno conlleva cambios globales como la pérdida de los glaciares y aumento en los niveles del mar. A escala local y regional, es evidente que han cambiado los patrones de distribución de la lluvia, lo cual afecta las interacciones biológicas y los patrones de distribución de la vida silvestre. En la producción de alimentos, los calendarios de siembra de los cultivos se han modificado de manera drástica e inesperada, por lo tanto, se ha generado incertidumbre en los ciclos de los cultivos.

Acciones para conservar la biodiversidad

Quizá no todo está perdido. Desde el Informe Brundtland (Nuestro futuro común), en la década de los 80, a la fecha, se han logrado acuerdos internacionales como el Convenio sobre la diversidad biológica, firmado en el año 1992 durante la Cumbre de Río, en el cual México participa activamente. Otra iniciativa, creada en 2012, es la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas que, junto con los Objetivos de Desarrollo del Milenio y después los Objetivos de Desarrollo Sustentable, se vinculan para la conservación de la diversidad biológica y los ecosistemas naturales, con el mantenimiento de los servicios de los ecosistemas y también, de manera muy importante, para apoyar el desarrollo económico local sostenible y la reducción de la pobreza.

La restauración ecológica es una herramienta para recuperar lo perdido

Hoy por hoy, la restauración ecológica, entendida como el proceso de asistir la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido (SER, 2004), puede alcanzarse, ya que la humanidad tiene los conocimientos científicos y técnicos para abordar y resolver el problema de la degradación del ambiente, al revertir los procesos de pérdida de la biodiversidad y restituir los servicios ecosistémicos. La restauración ecológica es una herramienta metodológica y práctica, cuyos fundamentos se encuentran en la ecología de la restauración, pero se ha convertido en una ciencia transdisciplinaria, ya que aborda la problemática desde un punto de vista integral y a diferentes escalas espaciales y temporales (Tabla 1), en el cual es fundamental la participación de la academia, las organizaciones gubernamentales, la sociedad organizada y las poblaciones que habitan el territorio. Por lo tanto, el papel de la restauración en el cambio global ayudará a reducir la deforestación y la defaunación (pérdida de la fauna silvestre) creando nuevos ecosistemas, establecerá mecanismos de adaptación y acciones que permitan mitigar el efecto del cambio climático global al aumentar los sumideros de carbono (CO2); también se pueden realizar acciones de transferencia y traslocación de poblaciones de especies en riesgo, lo cual generará nuevos escenarios restaurados, mediante la creación de modelos de las condiciones ambientales en el futuro.

Tabla 1. Resumen de iniciativas clave de restauración

Fuente: Adaptado de Bonn Challenge 2020b; CDB 2012; NYDF sin fecha; CLD 2015; y 1t.org n.d. tomado de Kakani, M., R. Singh, K. Buckingham, et al. 2024. A step-by-step guide for landscape restoration planners and practitioners. Guidebook. Washington, DC: World Resources Institute. Disponible en: https://doi.org/10.46830/ wrigb.21.00045

Iniciativa a escala regional en México. Programa Sembrando Vida

A escala nacional, y en paralelo a las iniciativas internacionales, el gobierno de México ha implementado el programa Sembrando Vida, coordinado desde la Secretaría del Bienestar. Este programa tiene como meta la “restauración productiva” del campo, cultivando maíz, cacao, hortalizas, árboles frutales y árboles maderables en un millón de hectáreas de 19 estados del país. A la fecha, el programa se ha implementado en las regiones tropicales de los estados de Chiapas, Tabasco, Veracruz, Campeche y Quintana Roo, así como en algunas de las regiones templadas y húmedas del estado de Durango. Por otro lado, extraña que el estado de Querétaro no esté incluido en dicho programa, ya que cuenta con zonas degradadas en los bosques mesófilos de montaña en los municipios de Landa de Matamoros y Jalpan de Serra, así como amplias zonas degradadas de bosque templado húmedo en los municipios de Peñamiller, Tolimán, San Joaquín, Pinal de Amoles, Arroyo Seco, Amealco de Bonfil y Huimilpan.

Acciones de escala local: Programa de Ordenamiento y Restauración del Campus UNAM Juriquilla

Como sociedades humanas, sin lugar a duda, debemos cambiar nuestra relación con la naturaleza, haciéndonos más conscientes y partícipes en el cuidado del ecosistema que nos rodea. En el caso de las zonas urbanas, aprovechar todos los espacios disponibles para conservar la vida, cuidar el agua, conservar y pugnar por más áreas verdes. En este contexto, el proyecto de Ordenamiento y Restauración del Campus UNAM Juriquilla (Figura 1), la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación Juriquilla, de la Facultad de Ciencias, Campus UNAM Juriquilla, hemos impulsado acciones de conservación y restauración de la biodiversidad, y por lo tanto los servicios ecosistémicos en el espacio urbano. Con la convicción de que las acciones locales son las que impactan directamente la vida cotidiana de la gente, y para celebrar el Día Internacional de las Abejas, el 20 de mayo pasado inauguramos nuestro Jardín para Polarizadores (Nava-Bolaños et al., 2024). Es un jardín diseñado y construido con apoyo de la comunidad universitaria del Campus UNAM Juriquilla, con diferentes niveles de compromiso y apoyo. En el fondo lo que deseamos es crear comunidad y generar consciencia colectiva de la urgente necesidad de relacionarnos con la naturaleza (Figura 2, Figura 3).

Es deseable que todos actuemos en favor de cuidar nuestro entorno cercano: casa, escuela, trabajo y espacios comunes; tales como calles, avenidas, relictos de bosques, jardines, parques, etc.

Referencias

Nava-Bolaños A., Ibáñez-Huerta A., Castaño-Meneses G. 2024. Jardín de plantas nativas: Un oasis para polinizadores. Gaceta Digital Juriquilla. México. pp 9-12. https://www.campusjuriquilla.unam.mx:8080/?page_id=26057

Ceballos G., Anne H. Ehrlich A. H, Ehrlich P. R. 2021. La aniquilación de la naturaleza. La extinción de aves y mamíferos por el ser humano. Océano. México. p 208. ISBN: 9786075572970

Rodolfo Dirzo R. Young H. S., Galetti M., Ceballos G., Nick J. B. I. Collen B. 2014. Defaunation in the Anthropocene. Science. (345) 6195: 401-406. DOI: 10.1126/science.1251817

Anexo

Figura 1. Propuesta de Ordenamiento y Restauración del Campus UNAM Juriquilla.
Figura 2. Construcción del Jardín para Polinizadores.
Figura 3. Vista general del Jardín para Polinizadores.

El maestro Abel Ibáñez Huerta, la doctora Gabriela Castaño Meneses y la doctora Ángela Nava Bolaños son docentes en la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación, de la Facultad de Ciencias en la UNAM Juriquilla

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Last modified: 9 junio, 2024
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