Autoría de 2:44 pm #Opinión, Armando Mora - El Ardiente Rabo • 2 Comments

Pedazos de mí mismo – Armando Mora

Arrancar un pedazo de uno y aquilatarlo contra sí, es un acto de valor que sólo el aforismo puede condensar y hacerlo guardar mediante su irónica carcajada, que invariablemente te lleva de la mano a la desolación de quien se atreve a escribir.

Al asomarse al precipicio de uno mismo te miras hecho de pedazos, la mirada se pierde y sólo queda un pedazo de carne, que no siempre es comestible.

Así, de esta manera tan desgarradora, se presenta un hombre desolado, y en este caso un escritor que no tuvo escapatoria y tuvo la necesidad de ponernos su corazón a la deriva, antes de ser devorado por la sonrisa maliciosa de la ironía o la sátira, así es la vida, pero sus tesituras le hicieron encaminarse a ciegas, sin que él lo decidiera, a enfrentarse ante la escritura de aforismos, que le dio el espacio vital, la respuesta inmediata antes del colapso. Así, el maestro Ricardo Sevilla nos colapsa entre sus aforismos, que nos ponen de plano a caminar ante la cuerda floja a 10 mil metros de altura y hacernos ver que, mientras más altura, la caída será estruendosa, un escándalo, que solamente un aforismo puede tranquilizar un poco:

“De cierto modo, el otro que nos habita, tampoco está solo”.

Pero arremete contra todo sin esperar que le devengan las alabanzas, al contrario, es irreverente y se enfrenta al lector sin consideraciones, no hace zalamería, quiere que el lector lo enfrente, pero ante su audaz escritura sabe blandir los ejes complejos de la vida y que no cualquiera que escriba aforismos puede expresar con esa valentía que su escritura permite:

“El antagonismo, la discusión, la discrepancia y lo proscrito son los combustibles con los que se aviva el fuego de mi alegato”.

Pero el propio aforismo y su escritura no te permite que te ahogues en su propia narrativa, como suele suceder en ciertos pasajes novelescos: palabras que disgreguen o simplemente historias que con calzador entran, o de aquellas escenas sin fundamento o sin sentido:

“No permitas que la novelesca realidad te envenene un buen cuento”.

El maestro Sevilla se ha enfrentado a la soledad de vivir con un fragmento y sabe que es desolador, más que una vida, quizá plena:

“Mi memoria es un pozo que poco a poco devora sus orillas”.  

Existe una parte de certeza, y es que al expresarse un escritor por medio de aforismos se tiende a un olvido pasajero, que el lector es poco recurrente, pero en los momentos de crisis, de colapso a cuestas, sólo el fragmento te devuelve a la vida, y sí, como una fuente de inagotable sabiduría, como en su inicio, los aforismos hipocráticos. El maestro Sevilla se circunscribe a ese principio de la brevedad, de llevar a la escritura a su máxima expresión, no dejar ni un ápice a la incertidumbre gramatical. Hay claridad en el umbral de la tan compleja acción de los seres humanos.

Desgarra mediante la escritura aforística al ser humano herido, pero también se tiene que circunscribir a la ironía al presentarnos su libro magistral Pedazos de mí mismo.

Pero también guarda una cercanía con el maestro Enrique Jardiel Poncela cuando por medio de su escritura de aforismos nos brinda esta joya:

“La fe es masticar sin dientes”.

Claro que fue revestido de infinidad de críticas, Jardiel Poncela, a las que posteriormente quiso resarcir, pero ya era tarde, ya estaba ante los ojos del lector. Y en Pedazos de mí mismo, arremete con este aforismo sin dejar nada al lector, un lector desnudo:

“¿No será la eterna búsqueda de primicias, novedades y dichas pasajeras el verdadero opio del pueblo?”.

En buena hora reaparece el libro del maestro Ricardo Sevilla, porque, aunque no se quiera ver, un aforismo puede condensar, en tan pocas palabras, porque así debe ser, toda una narrativa, que en muchos de los casos no posee nada, sólo palabras con tinta.

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Last modified: 10 junio, 2024
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